SALUD-JAPON: Alerta por enfermedad de las vacas locas

El primer brote de encefalopatía espongiforme bovina (EEB), o enfermedad de las vacas locas, provocó una ola de temor en los consumidores de Japón, que reclaman garantías sanitarias de los alimentos.

Las autoridades informaron la semana pasada del cuarto caso de EEB, aparecido en una granja en la localidad de Hokkaido, en el norte del país. El animal afectado fue sacrificado.

La carne de las reses infectadas puede contagiar a las personas con una variedad mortal del mal de Creutzfeldt-Jakob, ya detectado en tres personas.

Hasta septiembre del año pasado, Japón se enorgullecía de estar libre de la EEB. Pero estos casos revelaron la ineficacia de los controles a la industria de alimentos y la escasa información que se brinda al público.

La opinión pública se mostró indignada ante los evidentes intentos del Ministerio de Agricultura, Forestación y Pesca por ocultar los detalles del brote, provocado por el consumo de raciones importadas contaminadas.

El Ministerio estima que la crisis tendrá un costo de 2.990 millones de dólares para la industria cárnica.

El primer ministro Junichiro Koizumi anunció la creación de un Ministerio de Seguridad Alimentaria para 2003, que deberá fiscalizar la industria de alimentos y asegurar a los consumidores acceso a los sitios de producción y la rutas de distribución.

Se trata de un avance importante respecto del sistema actual, que tiende a favorecer los intereses de las empresas y relega la seguridad de los consumidores.

De hecho, las autoridades suministran información a los consumidores sólo si la compañía en cuestión lo autoriza.

Además, existen proyectos para imponer penas de prisión de un año y elevar las multas a 7.850 dólares para quienes infrinjan leyes de seguridad alimentaria y de protección de los consumidores.

”No hay dudas de que el incidente de la EEB constituye un parteaguas para el activismo sobre el consumo”, estimó Masae Wada, representante de la organización Amas de Casa, una de las más antiguas del país.

El principal reconocimiento oficial a los activistas fue la invitación a participar en la creación del nuevo ministerio, donde 700 consumidores de todo el país vigilarán el proceso de etiquetado.

”Hasta ahora la seguridad alimentaria recaía en las organizaciones de consumidores. Pero por primera vez trabajamos (junto al gobierno) en este importante asunto”, explicó Wada.

Estos cambios constituyen ”un hito” en el camino de Japón hacia la transparencia y el reconocimiento del valor de las organizaciones de la sociedad civil, sostuvo el economista y experto en política agrícola, Akira Kondo.

Pero los casos de EEB no son las primeras irregularidades de la industria de la alimentación que pusieron en evidencia las debilidades del sistema.

En abril la prensa divulgó que la compañía Snow Brand, la sexta empresa distribuidora de carne, había ocultado el origen importado de la carne que fraccionaba para acceder a fondos estatales.

Los informes periodísticos sostuvieron que las autoridades no llevaron a cabo las inspecciones necesarias para descubrir el engaño.

”Estos escándalos se convirtieron en un catalizador de reformas muy necesarias en Japón. Esto es particularmente importante pues sigue creciendo la cantidad de alimentos importados”, dijo Kondo.

Otra consecuencia es el creciente interés por los productos orgánicos.

El propietario de la empresa Green Products, Hiroshi Shimomura, aseguró que este año dejó la venta minorista para convertirse en abastecedor mayorista.

”Cuando comencé el negocio hace 10 años, sólo éramos mi esposa y yo vendiendo té orgánico a los vecinos. Ahora tenemos 10 empleados que se ocupan de la creciente demanda”, relató Shimomura.

Las organizaciones de consumidores esperan que el interés en los productos alimenticios libres de agrotóxicos consolide una industria agrícola que no dañe el ambiente.

La venta de productos orgánicos oscilará este año entre 4.000 y 5.000 millones de dólares, mientras en 1999 fue de 3.000 millones, según datos de la industria de alimentos.

”Los japoneses son lo suficientemente prósperos y conocedores de la calidad como para pagar más por lo que quieren, y esto se refleja en el interés por los productos orgánicos”, sostuvo el empresario Hijiri Nishizono, importador de boniatos de Fiji.

Muchos consumidores se vuelcan a alimentos más sanos para distanciarse de la dieta moderna, que incluye más carne y comidas rápidas, al contrario que la alimentación tradicional japonesa, basada en vegetales y pescado.

Los hábitos de alimentación occidentales se asocian a la mayor incidencia de enfermedades como el cáncer y la diabetes, sostuvo el nutricionista Toshiko Sunada, autor de varios libros sobre la cuestión. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/lp/dcl/he/02

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