La XVII Bienal del Libro, clausurada el domingo en Sao Paulo, atrajo a 200.000 estudiantes y a unos 400.000 visitantes adultos, 35 por ciento más que en 2000, pero su éxito no oculta que en Brasil, la lectura se concentra en una minoría.
Las nuevas instalaciones de la feria y sus 698 actividades variadas, con la participación de 109 escritores locales y 12 extranjeros, contribuyeron durante 11 días a aumentar la cantidad de público este año.
Los 200.000 estudiantes participaron de la Bienal, convocados por encuentros con escritores en una iniciativa que involucró a las escuelas públicas cercanas.
El crecimiento del público en general demuestra que los brasileños leen poco cuando no tienen acceso al libro, dijo a IPS Raul Vassermann, presidente de la Cámara Brasileña del Libro (CBL), promotora de la Bienal de la meridional ciudad brasileña de Sao Paulo.
Las ventas se limitaron el año pasado a 299,4 millones de ejemplares, según la CBL, lo cual representa sólo 1,75 libros por persona y una caída de 10 por ciento respecto del año anterior.
El bajo indicador de lectura se hace más evidente si se considera que casi 60 por ciento de las publicaciones son didácticas, gran parte de la cual es adquirida por el gobierno para distribución a los alumnos pobres de las escuelas públicas.
Es una vergüenza, que se debe principalmente a dos factores, como son la falta de librerías y de bibliotecas públicas, que limitan así el acceso de la población a los libros, opinó Vassermann, basado en un estudio realizado el año pasado por la CBL y otras instituciones del sector.
Los diagnósticos sobre la capacidad intelectual de los brasileños acompañan esa pobreza de lectura. Brasil quedó en último lugar entre los 32 países que participaron en el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos, promovido en 2000 por la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico.
Entre los estudiantes de 15 años evaluados, los brasileños revelaron la mayor dificultad de comprender un texto escrito, siendo superados por los mexicanos y largamente por los europeos.
Los programas nacionales de evaluación, que el Ministerio de Educación comenzó a aplicar en los últimos años, demostraron también el alto índice de analfabetismo funcional e insuficiente comprensión de los textos por parte de las personas que finalizaron la enseñanza secundaria.
Sólo 26 por ciento de los alfabetizados dominan efectivamente la lectura y la escrita, concluyó un estudio efectuado en Brasil por dos organizaciones no gubernamentales, Acción Educativa e Instituto Paulo Montenegro.
Esos indicadores alarmaron al gobierno de Fernando Henrique Cardoso en un momento de creciente importancia del conocimiento como factor clave del desarrollo económico.
Por esa razón el Ministerio de Educación puso en marcha en abril el Proyecto Literatura en mi Casa, que distribuirá 60,9 millones de libros de cuentos, poesía, teatro, novela y otros a 8,5 millones de alumnos de cuarto y quinto grado de la enseñanza básica.
La idea del plan es estimular el hábito de lectura de los estudiantes y también de sus familias y allegados, al donar los libros a los alumnos de las escuelas públicas.
Pero Wassermann defiende una política más amplia para el libro en Brasil, la cual debería ser ejecutada por un organismo que reúna los esfuerzos de varios ministerios.
Propone diseminar bibliotecas públicas, pues es una medida indispensable, incluso por ser más democrática y alcanzar la población que no está en la escuela, argumentó.
Con el gobierno comprando libros para esas bibliotecas y las escuelas, el mercado adquiere una escala que abarataría el precio de cada ejemplar, favoreciendo así el acceso a sectores pobres, acotó.
Los libros son muy caros en Brasil, que se limitan a ediciones de 2.000 o 3.000 ejemplares para la población de mayores ingresos, una muestra de la desigualdad social del país.
El estudio de la CBL, en conjunto con asociaciones de editoriales y de la industria de papel, concluyó que sólo 26 millones de brasileños mayores de 14 años leen libros con frecuencia, es decir 30 por ciento de esa faja de población.
Los encuestados indicaron que habían leído por lo menos un libro en los tres últimos meses.
Esa cantidad es mayor a los 23,5 millones de franceses, cuya población total es sólo un tercio de los 162 millones de brasileños.
Sin embargo, la mitad de los lectores brasileños no habían comprado sus libros, sino obtenido por préstamo o donación.
El mercado efectivo se constituye de los 17 millones de personas que adquirieron por lo menos seis libros en 2000. Son los mismos consumidores, comprando más libros, los que hacen aumentar las ventas, apuntó Wassermann.
De todas formas, el mercado brasileño es prometedor, a juzgar por el interés de editoriales extranjeras que adquieren empresas locales. Por ejemplo, la firma española Santillana, del grupo Prisa, asumió el año pasado el control de las editoriales brasileñas Moderna y Salamandra.
La Bienal de Sao Paulo reveló también que eventos similares pueden conquistar muchos nuevos lectores. Casi 52 por ciento de los visitantes estuvieron por primera vez en esa feria de libros.
Otro dato indica un enorme desbalance de género en el interés por literatura. Las mujeres constituyeron nada menos que 63 por ciento de las personas que visitaron la Bienal. (FIN/IPS/mo/dm/cr/02