El gobierno de India retomó este miércoles su discurso bélico con Pakistán en reacción al ataque suicida del martes en la disputada región de Cachemira, que causó la muerte de 34 personas, la mayoría mujeres y niños.
Tres atacantes vestidos con ropas de fajina ingresaron en un ómnibus al campamento militar de Kaluchak y abrieron fuego con rifles de asalto y granadas, alcanzando a muchos familiares de los soldados.
El primer ministro de India, Atal Bihari Vajpayee, aseguró este miércoles ante el parlamento que responderá el atroz ataque y reclamó el respaldo de la oposición a las medidas que adopte.
Varios canales de televisión mostraron al ministro de Defensa, George Fernandes, en el lugar del atentado, mientras observaba los cadáveres de los atacantes, finalmente abatidos por soldados indios.
El presidente militar de Pakistán, Pervez Musharraf entrena obviamente a gente para que mate a mujeres jóvenes y niños inocentes. Esto es lo que se ha hecho aquí, dijo Fernandes.
Inmediatamente después del ataque, el ministro sostuvo que su gobierno quiere que se celebren las elecciones legislativas de septiembre en el septentrional estado de Jammu y Cachemira, y que por tanto no piensa iniciar una guerra con Pakistán antes de que las mismas se lleven a cabo.
Pero la masacre del martes reclama una represalia, agregó.
Desde 1947, cuando se independizaron del imperio británico, ambos estados se disputan el control de Cachemira, una zona con riquezas petroleras donde la mayoría de la población es musulmana, al igual que en Pakistán.
El diferendo dio lugar a tres guerras entre India y Pakistán, que poseen armas nucleares desde la pasada década. La Organización de las Naciones Unidas estableció una frontera provisional —la línea de control— a través de la cual el intercambio de fuego es frecuente.
En la parte bajo control de India, integrada al estado de Jammu y Cachemira, actúan grupos rebeldes separatistas, que han perpetrado en los últimos años varios ataques terroristas.
Luego del atentado suicida contra la sede del parlamento, el 13 de diciembre, Nueva Delhi emplazó casi un millón de efectivos en la frontera con Pakistán y se niega a retirarlos mientras Islamabad no pruebe que ha puesto fin al terrorismo transfronterizo.
El ataque del martes coincidió con la llegada a la capital india de la secretaria de Estado adjunta para Asia Meridional de Estados Unidos, Christina Rocca, quien procura bajar la temperatura del diferendo.
Washington está preocupado por la tensión militar en la frontera, dijo Rocca en una conferencia de prensa que brindó este miércoles, antes de partir rumbo a Islamabad.
La continua movilización de tropas constituye un serio riesgo, pues puede encender un conflicto no deseado, sostuvo.
Fuentes de la cancillería de India sostuvieron que el ataque del martes prueba que el terrorismo sigue activo en Cachemira, pese a que Musharraf prometió en enero que no lo toleraría más.
Nueva Delhi informó a Rocca que India no está preparada para sufrir el dolor infligido por el terrorismo alentado por Pakistán, agregaron las fuentes.
El gobierno de India espera que los hechos de violencia aumenten en los próximos meses, cuando el verano boreal derrita las nieves en las zonas montañosas por donde cruza la línea de control.
Nueva Delhi teme así mismo que integrantes de la red Al Qaeda — a la que Washington responsabiliza de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra su territorio— estén planificando acciones en Cachemira.
La guera no está descartada, pero la decisión debe tomarla el gobierno. Se necesita una acción firme para enfrentar el terrorismo, sostuvo el líder parlamentario del hinduista y gobernante Partido Bharatiya Janata (BJP), Vijay Kumar Malhotra.
Estados Unidos tiene un doble discurso ante el terrorismo, por un lado habla sobre el combate global a este flagelo, y por otro no hace nada para detener la promoción del terrorismo transfronterizo de Pakistán, sostuvo Malhotra.
El gobierno debe dirigir un ataque sobre la Cachemira ocupada (la zona bajo control de Pakistán) y destruir los campos de entrenamiento de terroristas. Esto satisfaría el viejo anhelo del pueblo, dijo el fundamentalista Ashok Singhal, líder del extremista Consejo Mundial Hindú.
Su organización no ha negado responsabilidad en los ataques religiosos contra la minoría musulamana en el occidental estado de Gujarat, que comparte una larga frontera con Pakistán, iniciados cuando los pasajeros hindúes de un tren fueron quemados vivos el 27 de febrero.
Desde entonces, al menos 900 personas murieron en Gujarat, la mayoría musulmanas, y más de 100.000 fueron desplazadas de sus hogares.
En lugar de alimentar el griterío por Gujarat, los partidos políticos (opositores) deberían tomar conciencia de los nefastos designios pakistaníes y ayudar a contrarrestarlos, sostuvo el extremista hindú.
India está más preparada para una guerra que Pakistán, pues triplica su capacidad de armamento convencional. Pero Musharraf ha advertido que podría contestar con un ataque nuclear.
A comienzos de este mes, Musharraf llevó a cabo un referendo, considerado inconstitucional por la oposición, para legitimar su presencia en el poder por cinco años.
Vajpayee, por su parte, encabeza un gobierno minoritario acosado por poderosos partidos regionales y la principal fuerza opositora, el Partido del Congreso, y por los fanáticos del Consejo Mundial Hindú.
Pese al clamor de la oposición, de sus aliados y de organizaciones de derechos humanos, Vajpayee se negó a destituir a su correligionario, el ministro jefe de Gujarat Narendra Modi, acusado de hacer la vista gorda ante la masacre perpetrada en su estado, el único que aún controla el BJP. (FIN/IPS/tra- eng/rdr/js/dcl/ip/02