Con tanta gente, un día estas ruinas se van a hundir, comentó a Tierramérica Juan Taco, guía turístico en Machu Picchu, la enigmática ciudad que los incas erigieron hace seis siglos en las montañas del sudoccidental valle de Urubamba, en Perú.
La preocupación de Taco es compartida por ambientalistas y antropólogos de la Universidad Nacional de Cuzco, alarmados ante el exceso de visitantes que provoca movimientos en las piedras de la ciudad sagrada, descubierta apenas en 1911.
Sólo en el año 2000, casi 100.000 personas visitaron el complejo arqueológico de 32.000 hectáreas que es, además, poseedor de una extraordinaria biodiversidad.
Uno de los incidentes más notorios se produjo en enero cuando la piedra principal del reloj solar que existe en Machu Picchu se quebró en una de sus esquinas al caerle encima un brazo mecánico usado durante la filmación de un aviso publicitario.
Expertos y ambientalistas cuestionaron al gubernamental Instituto Nacional de Cultura (INC), encargado de administrar la ciudad inca, por permitir que se lleven a cabo allí operaciones con equipos pesados.
La caminata permanente de tantas personas produce un efecto similar al de un terremoto en pequeña escala, moviendo las piedras y tornando inestables las construcciones, dijo a Tierramérica el ingeniero y geólogo Lucio Cisneros, de la Universidad Nacional de Cuzco.
El INC prohibió el ingreso al Templo del Sol, la construcción ritual más relevante y a otros sitios, en los que las piedras han sido dañadas o los turistas han grabado sus nombres, dijo uno de los guardias, Pedro Santa Cruz.
El exceso de turistas es una seria amenaza al frágil conjunto, según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que lo declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1983 y colabora desde entonces con su conservación.
Luego de varios estudios, la agencia recomendó al gobierno de Perú que redujera las visitas de mil 200 a 500 personas por día. Pero la exhortación no encontró eco en Lima.
En julio del año pasado el presidente Alejandro Toledo realizó en Machu Picchu un acto de promoción al que invitó a 45 operadores turísticos de todo el mundo.
El movimiento de tierra en la zona desplaza las ruinas precolombinas un centímetro por mes y este corrimiento podría provocar uno mayor, capaz de colocar el conjunto al borde del colapso, advirtió en junio de 2001 un estudio del Instituto de Prevención de Desastres de la Universidad japonesa de Kyoto.
Una avalancha podría separar las ruinas en dos partes en cualquier momento, sostiene la investigación.
No sólo Machu Picchu sino toda la zona de Cuzco se encuentra sobre la falla geológica de Tambomachay, cuya actividad ya causó varios sismos.
Las autoridades, sin embargo, advierten que no hay datos comprobados de que este movimiento sea un riesgo inminente.
Los críticos también protestan por la contaminación que causa el turismo masivo. Debido a falta de normas que regulen los paseos por las ruinas y el poco control, muchos turistas tiran desechos en cualquier parte sin importarles las consecuencias, dijo Taco, el guía.
Además, existe un proyecto privado, por ahora detenido, de instalar un transporte teleférico hasta las ruinas -ubicadas a más de tres mil metros de altura- que permitiría aumentar de mil 200 a más de cuatro mil los visitantes diarios.
El teleférico sería una locura porque provocaría el quiebre de Machu Picchu. Pero las autoridades no lo han descartado pues la llegada de más turistas aportaría más divisas al país, sostuvo Cisneros.
El proyecto, al que también se opone Unesco, requiere un basamento de 100 metros de profundidad que destruiría los restos antropológicos que puedan hallarse bajo el santuario, agregó Cisneros.
*Publicado originalmente el 27 de abril en la red de diarios latinoamericanos de Tierramérica (FIN/Tierramérica/kl/dcl/en dv/02