COMERCIO-BRASIL: Proteccionismo castiga productividad agrícola

Brasil duplicó la cosecha de granos en los últimos 18 años sin ampliar el área sembrada, en un empuje de productividad que choca con el proteccionismo de los mayores mercados externos.

Los cálculos indican que la cosecha brasileña de este año alcanzará a 100 millones de toneladas, superando ampliamente el estancamiento de la producción que se registraba hasta casi la mitad de los años 80, cuando sumaba sólo 50 millones de toneladas anuales en promedio.

El área sembrada en estas dos últimas décadas registró una ligera caída de dos por ciento, limitándose a 39,2 millones de hectáreas el año pasado, según datos del Ministerio de Agricultura.

Pero la productividad alcanzó a casi 2,6 toneladas por hectárea en la última cosecha, exactamente el doble de hace 18 años.

La mayor parte de ese avance se registró en los años 90 y se debe en especial a la producción de soja y de maíz, dos granos que responden hoy por más de tres cuartos de la cosecha de cereales y oleaginosas.

A eso se suman productos, como el café, el azúcar y el jugo de naranja, de los que Brasil es en algunos de esos casos tradicionalmente primer exportador mundial y en otros tomó el liderazgo últimamente en producción y exportación.

El negocio agrícola constituye la gran fuente de divisas para el país. Ese sector obtuvo el año pasado un superávit comercial de 19.000 millones de dólares, casi anulado en las cuentas generales del Estado debido al déficit registrado por el sector industrial, en especial el de productos electrónicos y químicos.

Ese cuadro empuja a Brasil a luchar con mayor firmeza contra las barreras y subsidios agrícolas de los países ricos, que de esa manera protegen su producción rural y provocan la caída de los precios internacionales de muchos productos.

El gobierno brasileño de Fernando Henrique Cardoso decidió demandar ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) los subsidios concedidos por Estados Unidos a sus productores de soja y algodón, en un intento por contener esa política negativa para los demás países.

Pero la aprobación en el Congreso estadounidense de una nueva ley, promulgada el 13 de este mes y que elevó a más de 180.000 millones de dólares los subsidios agrícolas para los próximos 10 años, provoca un impacto mundial que hace temer un retroceso en la liberalización del comercio mundial.

La Confederación Nacional de Agricultura (CNA), que representa a los grandes productores brasileños, calculó en 2.400 millones de dólares anuales las pérdidas que tendrá el país a causa de esa nueva norma estadounidense, también conocida como ”Farm Bill”.

La soja brasileña será la más afectada, con pérdidas de 1.600 millones de dólares al año, según Antonio Donizeti, director de Comercio Internacional de la CNA, la organización que intensificó por eso sus presiones para que el gobierno cuestione la política estadounidense en la OMC.

El gobierno mantendrá su decisión de pedir un proceso en la OMC contra los subsidios a la soja, advirtió el canciller Celso Lafer, después de que Washington amenazar con iniciar acciones similares contra la piratería y presuntas violaciones generalizadas de los derechos intelectuales en Brasil.

El Ministerio de Agricultura de Brasil estudia además aplicar un sobrearancel para el ingreso de algodón estadounidense, para neutralizar así los subsidios de ese país que alcanzarían dos tercios del valor bruto de la producción en 1999.

Las disputas en el comercio agrícola mundial son vitales para Brasil, ante su necesidad de reducir la dependencia de capitales externos para hacerse menos vulnerable a las crisis financieras internacionales que vienen atormentando la economía del país desde 1995.

El gran aumento de la productividad agrícola, alcanzada con el empleo intensivo de fertilizantes, agrotóxicos y semillas mejoradas, incrementó la competitividad y capacidad exportadora del país.

La Empresa Brasileña de Pesquisas Agropecuarias, una red estatal de 40 centros de investigación dedicados a productos o ecosistemas específicos, contribuyó decisivamente a ese proceso, desarrollando semillas más productivas, más resistentes o adecuadas a climas y tierras del país.

La soja, una grano oleaginoso de clima temperado, es hoy cultivado en casi todas regiones de Brasil, incluso en las zonas tropicales de alta temperatura de la Amazonia.

La tecnología permitió también cultivar áreas del centro del país, antes consideradas impropias por su baja fertilidad y humedad.

Eso agregó a la producción 90 millones de hectáreas, más del doble de la superficie sembrada actual, sin necesidad de talar bosques, destacó el ministro de Agricultura, Marcus Pratini de Moraes.

Sin embargo, esas potencialidades y la productividad de una agricultura volcada a la exportación dependen de la apertura de los mercados mundiales para efectivarse.

Críticos del actual gobierno defienden además un cambio en la política agrícola y en el modelo económico del país.

Por ejemplo, proponen conceder mayor atención a la agricultura familiar y a la producción destinada al mercado interno, en lugar de la total prioridad a la exportación para solucionar el desequilibrio de las cuentas externas. (FIN/IPS/mo/dm/if/02

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