La obsesión por la seguridad en Chile redunda en un aumento de la compra de armas por particulares, que en muchos casos son luego robadas por los delincuentes en un verdadero círculo vicioso, advirtió este lunes la policía de Carabineros.
La adquisición de armas de fuego por parte de la ciudadanía no es una estrategia conveniente y segura para combatir la delincuencia, dijo Alberto Cienfuegos, director general del cuerpo de Carabineros.
Cienfuegos agregó que las denuncias por robos en residencias indican que los ladrones tienen como uno de sus botines favoritos las armas, junto con las joyas y el dinero en efectivo.
Estadísticas de Carabineros indican que en Chile, con unos 16 millones de habitantes, existen 700.000 armas en poder de civiles, entre pistolas, revólveres y fusiles.
El informe divulgado este lunes por la policía uniformada también señala que unas 100.000 de esas armas están ahora en poder de delincuentes, que las han arrebatado a sus propietarios, los cuales por lo general no tienen adiestramiento para usarlas ni para resguardarlas.
El aumento de la tenencia de armas por parte de la población civil no es signo de una sociedad civilizada y de un país que goza de un estado de derecho, sostuvo Cienfuegos.
La estadística sobre las 700.000 armas de fuego en manos de civiles corresponde al número de registros y de permisos de porte de armas extendidos por las autoridades.
Sin embargo, fuentes del Servicio de Investigaciones (policía civil) estiman que hay otras 700.000 armas no registradas, que han sido adquiridas en el mercado negro o ingresada de contrabando al país.
La demanda de revólveres y pistolas aumenta en Chile en concordancia con las estadísticas que, incluso más allá de los indicadores de aumento de los delitos, muestran un incremento del temor en la población.
La Fundación Paz Ciudadana comprobó, en un estudio realizado en octubre de 2000, que 66,2 por ciento de los entrevistados en Santiago, con casi seis millones de habitantes, tenían un grado de temor intermedio a ser víctimas de robos o asaltos.
Otro 13,7 por ciento de los entrevistados en la capital chilena evidenciaron un alto temor a ser víctima de delincuentes al regresar a su hogar de noche o caminar sin compañía por su barrio.
Encuestas encargadas por la misma fundación indican que la delincuencia y la pobreza constituyen las principales preocupaciones de los chilenos, por sobre el acceso a la salud, la educación y el empleo.
Esas consultas muestran que en 1990, la delincuencia era considerada un problema grave por 40 por ciento de los consultados y que en 2000 esa apreciación aumentó a 45 por ciento.
Siempre de acuerdo a Paz Ciudadana, entre 1990 y 1999 se produjo un aumento de los robos de 32 por ciento, caracterizado por una creciente violencia de los delincuentes.
En 1995 se registraban 44 denuncias de robo con violencia por cada 100.000 habitantes, cifra que aumentó a 169 por cada 100.000 en el año 2000.
Pía Guzmán, diputada del opositor y derechista Partido Renovación Nacional, señaló que el año pasado uno de cada cuatro habitantes de Vitacura, uno de los municipios más ricos de Santiago, compró un arma de fuego.
La parlamentaria advirtió que esa proliferación no representa una garantía contra la delincuencia y precisó el caso de un empresario de 72 años de Vitacura que en marzo murió apuñalado por dos ladrones, luego de amenazarlos con una pistola que no pudo disparar.
Ese caso es un alerta para todas las personas que compran armas sin saber usarlas, porque genera más violencia cuando esa persona no tiene capacidad de responder, señaló Guzmán.
Antes de que se permita la inscripción de un arma se debe presentar un certificado en que se demuestre que se está capacitado para dispararla, ya sea porque lo demostró en un polígono de tiro o porque tomó un curso, recomendó la diputada.
Ese certificado debe también acreditar que se tiene conocimiento de cómo mantener esa arma, tanto para impedir accidentes por disparos casuales o evitar que sea robada, concluyó la legisladora derechista.
La obsesión por la seguridad y el temor a la delincuencia se traducen en una creciente desconfianza entre la población, que a menudo se entrecruza con la discriminación social.
En numerosas encuestas, alrededor de 70 por ciento de los entrevistados confiesa desconfianza hacia personas extrañas a su barrio, sobre todo si su aspecto evidencia un bajo nivel de ingresos. (FIN/IPS/ggr/ip dm/02