El ecoturismo promete mucho: desde la creación de empleos para las comunidades locales hasta recursos para sustentar áreas naturales de América Latina. Sin embargo la fragilidad de las leyes y el escaso impulso a los sistemas de certificación pueden convertirlo en un espejismo.
De momento, el ecoturismo atrae entre tres y siete por ciento de los 680 millones de turistas que viajan cada año por el mundo y produce ingresos de 200 mil millones de dólares anuales.
Se trata de un segmento pequeño aunque de rápido crecimiento del mercado turístico, cuyos retos serán discutidos durante la Cumbre Mundial de Ecoturismo, organizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Pnuma, y la Organización Mundial del Turismo, del 19 al 22 de este mes en Québec, Canadá.
Según el Pnuma, para ser tal el ecoturismo debe contribuir a la conservación de la diversidad biológica, sostener el bienestar de la población local, incluir una experiencia de aprendizaje y la acción responsable de todos los actores, ser suministrado por negocios de pequeña escala a grupos reducidos y requerir el menor consumo posible de recursos no renovables.
Para distinguirlo de presuntas explotaciones que se disfrazan de verde deben ponerse en vigor sistemas de certificación, que controlan los procedimientos en juego para otorgar el certificado ambiental. Pero su implementación es incipiente en América Latina.
En Cuba la contemplación de los mogotes —monolitos verticales cubiertos de vegetación del occidental Parque Nacional de Valle de Viñales—, la recorrida por sus cavernas y la observación de las aves constituyen una opción que compite con las mejores playas de la isla.
Según las autoridades, el ecoturismo crece a un ritmo anual de 12,6 por ciento. En 2001, Cuba recibió 1,7 millones de turistas, de los cuales 32 mil eran ecoturistas, mientras otros 300 mil eligieron excursiones vinculadas a la naturaleza. Al igual que en otros países de América Latina su expansión no está exenta de contradicciones.
Los turistas prefieren alojarse en un buen hotel en la capital y venir aquí por su cuenta, por uno o dos días, dijo a Tierramérica Nena González, de 42 años, quien vive de rentar a los visitantes su casa en una de las comunidades del Valle de Viñales.
Los viajeros aportan ingresos a quienes manejan negocios privados, pero también a guías improvisados que los pasean por el valle sin tener en cuenta cuidados elementales. Arrojan basura dondequiera, se llevan aves raras, cazan animales o encienden fuego en el bosque, dijo González.
En Cuba existen 100 sitios de alto valor natural y cultural para el desarrollo del turismo de naturaleza o aventura, pero su explotación requiere una licencia ambiental y debe llevarse a cabo bajo medidas de conservación.
Sin embargo, no siempre es posible alcanzar los ambiciosos propósitos del ecoturismo, y en ocasiones su promoción pone en peligro los recursos naturales de los cuales depende, advierte el Pnuma, a través de su programa de turismo, dirigido por Oliver Hiller.
Según el organismo, el ecoturismo puede servir como rótulo a promotores públicos o privados que visten de verde cualquier proyecto para impulsar intereses particulares, mientras que la mayoría de turistas es ambigua en cuanto a su compromiso ambiental: le gusta la idea, pero no está dispuesta a pagar por ella, ni a sufrir incomodidades.
La mayoría de países de América cuenta con políticas ecoturísticas básicas, pero carece de instrumentos para su implementación y regulación, según un estudio de la Organización de Estados Americanos.
Por cada 460 dólares que paga un turista para una visita de cuatro días a la reserva amazónica de Cuyabeno, en Ecuador, sólo 40 dólares van a la comunidad local y 22 al Sistema Nacional de Areas Protegidas, según un estudio de la Asociación Ecuatoriana de Ecoturismo.
En el balneario mexicano de Cancún y en el de Punta Cana, República Dominicana, por cada dólar que gasta un turista, apenas 10 centavos se quedan en el país. En Costa Rica, en cambio, los empresarios nacionales obtienen 48 centavos por cada dólar gastado.
Según el independiente Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE), con sede en Costa Rica, los ecoturistas consumen más y dejan más ingresos a las empresas locales que quienes buscan sol y playas.
En 2000, Costa Rica, pionero en ecoturismo, captó 1,1 millones de turistas de los 4,4 millones que recibió América Central. Según datos extraoficiales, esta modalidad atrae entre 65 y 70 por ciento del total de visitantes.
Estamos hablando de no menos de 700 millones de dólares al año, afirmó a Tierramérica Jorge Cabrera, redactor de la ley sobre biodiversidad, en vigor desde 1998.
México recibió 19,8 millones de turistas extranjeros y captó más de 8.400 millones de dólares en 2001. Pero el verdadero ecoturismo representa sólo cinco por ciento del total de visitantes e ingresos, según Héctor Ceballos, director del Programa Internacional de Consultoría en Ecoturismo.
Aunque el potencial del país es enorme, pues cuenta con 127 áreas naturales protegidas, las verdaderas actividades ecoturísticas han sido contadas, dijo Ceballos.
Algo similar sucede en Brasil, país que ocupa casi seis por ciento de la superficie terrestre, y posee la mayor riqueza biológica del planeta.
Una de las mayores dificultades es que las estadísticas no son confiables, dijo a Tierramérica Ariane Janer, estudiosa del mercado de ecoturismo en Brasil.
En 1998, de 38,2 millones de turistas internos, entre 800.000 y 2,3 millones practicaron ecoturismo, y de 4,8 millones de visitantes extranjeros no más de 450.000 eran ecoturistas, sostuvo Janer.
Con respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo, está en marcha un programa para desarrollar el ecoturismo en la Amazonia.
En las orientales costas sobre el océano Atlántico, donde apenas se conserva siete por ciento de bosques originales, hay proyectos para estimular el ecoturismo con el fin de incrementar los ingresos de pequeños y medianos productores y proteger y reforestar la mata atlántica, uno de los ecosistemas más devastados de Brasil.
*Publicado originalmente el 18 de mayo en la red de diarios latinoamericanos de Tierramérica. Colaboraron en este artículo Diego Cevallos/México, Néfer Muñoz/Costa Rica y Mario Osava/Brasil. (FIN/Tierramérica/da/dcl/en/dv/02