IRAN-EEUU: Una relación inconstante

Las relaciones entre Estados Unidos e Irán están marcadas por las continuas marchas y contramarchas de ambas partes, en especial desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

Por parte de Estados Unidos, las contradicciones tienen que ver con la importancia estratégica de Irán y la oposición de Washington al radicalismo islámico, y por parte de Irán, con la lucha interna entre conservadores y reformistas.

La inclusión de Irán en un ”eje del mal” por el presidente estadounidense George W. Bush, a fines de enero, sorprendió a muchos, dado el apoyo tácito de Teherán a la campaña de Washington para destruir al régimen Talibán en Afganistán y su papel de aliado de hecho en ese conflicto.

Pero los vaivenes en la política de Washington hacia Irán se remontan a bastante antes del lanzamiento de la ”guerra contra el terrorismo” de Bush.

En marzo de 2000, bajo el gobierno de Bill Clinton, la secretaria de Estado (canciller) estadounidense, Madeleine Albright, intentó distender las relaciones con Irán al expresar ”pesar” por el papel de su país en la desestabilización del gobierno de Mohammed Mossadeq.

Mossadeq, que había nacionalizado el petróleo, fue derrocado en 1953 en un golpe de Estado organizado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, que devolvió al sha un poder casi absoluto. Esta intervención fortaleció el sentimiento anti- estadounidense entre los iraníes.

En mayo de 2001, el presidente Bush anunció que su propuesto sistema nacional de defensa antimisiles estaría dirigido contra los que considera ”estados renegados”, es decir, Irán, Iraq, Libia y Corea del Norte.

Pero después de los atentados del 11 de septiembre, Washington expresó su deseo de contar con el apoyo de Irán en su propia campaña contra el terrorismo, y Teherán colaboró con los esfuerzos para derrocar al grupo extremista islámico Talibán, con el que había estado al borde de la guerra en septiembre de 1998.

Sin embargo, poco después de la expulsión de Talibán y de la conferencia de Bonn, en diciembre, en la que Irán prometió cooperar con la instalación en Afganistán del gobierno interino encabezado por Hamid Karzai, Bush volvió a colocar a Irán entre sus enemigos.

El mandatario estadounidense incluyó a Irán en un ”eje del mal”, junto con Iraq y Corea del Norte, que supuestamente amenazan a Estados Unidos al fabricar armas de destrucción masiva.

La incoherencia en la política exterior no es exclusiva de Estados Unidos. Irán también ha tenido contradicciones.

En primer lugar, Irán rechazó las acusaciones de desestabilización del gobierno de Karzai y expulsó al ex primer ministro afgano Gulbadin Hekmatyar, exiliado desde hacía cinco años en Teherán, por sus declaraciones contra Estados Unidos y Karzai.

Después, mientras Teherán negaba las acusaciones de Estados Unidos de protección a miembros de la red terrorista Al-Qaeda y pedía pruebas, la mayoría del parlamento iraní dio crédito a esos cargos al exhortar al gobierno a investigarlos.

El 17 de marzo, el gobierno iraní anunció que no se opondría a una iniciativa de legisladores estadounidenses de entablar conversaciones directas con sus homólogos iraníes para ”discutir sobre las tensiones bilaterales”.

Pero un día después, el líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, rechazó la propuesta al afirmar que ”las negociaciones no son ninguna solución”.

Este enfrentamiento entre los clérigos conservadores encabezados por Jamenei y los reformistas encabezados por el presidente Mohammed Jatami explica la aparente incoherencia en la política exterior iraní.

Por otra parte, las contradicciones de Washington deben analizarse a la luz de la importancia estratégica de Irán.

Irán es vital para Estados Unidos por varias razones, en especial por su proximidad a Iraq, Afganistán y otros países de Asia central en que Washington tiene intereses, ya sean relacionados con la política o con el petróleo.

Por otra parte, la ideología de los radicales islámicos genera resistencia en Estados Unidos a la normalización de los vínculos con Teherán.

Irán también influye en la economía occidental mediante sus exportaciones de petróleo, que Jamenei exhortó este mes a suspender como medida de apoyo a la causa palestina, algo que Iraq ya hizo.

En lo político, Irán también está vinculado con Medio Oriente, dada su proximidad con el grupo fundamentalista islámico Hizbolá, de Líbano, al que ayudó a fundar en 1982 y financia desde entonces, y con el presidente palestino Yasser Arafat.

A fines de marzo, el diario estadounidense The New York Times afirmó que Arafat ”forjó una nueva alianza con Irán que involucra embarques de armas pesadas y el envío de millones de dólares iraníes a grupos palestinos que luchan contra Israel”. Tanto Irán como Arafat negaron esa acusación.

Irán también tiene la capacidad de afectar la campaña militar y la presencia de Estados Unidos en Afganistán mediante su influencia en la región occidental de ese país a través del comandante Ismail Khan.

Al mismo tiempo, el creciente sentimiento anti-estadounidense en Medio Oriente, debido a las consecuencias negativas de la ”guerra contra el terrorismo” y la virtual pasividad de Washington ante la agresión de Israel a los palestinos, proporciona a Teherán mayor espacio de maniobra e influencia en la región.

En lo diplomático, Irán también parece haberse fortalecido en Medio Oriente luego de ser incluido por Bush en el ”eje del mal”.

Por ahora, el conflicto palestino-israelí distrae la atención de Washington de Irán e Iraq. Después, quién sabe qué rumbo puedan tomar las relaciones bilaterales. (FIN/IPS/tra-en/mh/js/mlm/ip/02

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe