La inminente clausura del vertedero de residuos de Lepanto, en Santiago de Chile, reavivó la discusión sobre el destino de la basura en un país que carece de política general para su tratamiento y reciclaje.
De los 246 vertederos que funcionan en el territorio chileno, 174 ni siquiera son legales, y apenas 11 cuentan con evaluación de impacto ambiental. Sólo en Santiago existen 101 basurales clandestinos, simples depósitos de basura a cielo abierto sin control sanitario ni ambiental.
El intendente de la Región Metropolitana, Marcelo Trivelli, prometió que el cierre de Lepanto se adelantaría del 30 al 25 de abril, cuando las 120 mil toneladas mensuales que recibe se dirigirán a los rellenos sanitarios de La Rinconada y Santa Marta, habilitados por la Comisión Regional de Medio Ambiente, en los municipios meridionales de Maipú y Lonquén.
La decisión fue recibida con alivio por los residentes cercanos a Lepanto pues éste, a punto de colapsar, amenaza la salud de 3,5 millones de personas en la zona sur de Santiago y el equilibrio ambiental de los predios agrícolas de los alrededores.
Pero los habitantes de Lonquén y Maipú están indignados. Esto es pura basura, se quejó Raimundo Lara, vecino de Maipú, al sudoeste de Santiago.
La protesta de Lara aludía al sistemático rechazo judicial a varios recursos de amparo presentados contra la instalación del vertedero y a la negativa de las autoridades a considerar el riesgo que podría constituir el uso del recinto de La Rinconada, ubicado sobre una falla geológica.
Con casi seis millones de habitantes, la capital chilena produce 210 mil toneladas de desechos por mes.
Los residuos de los 13 municipios de la zona sur se envían a Lepanto, mientras la basura de los 20 restantes se traslada a la localidad suburbana de Til-Til, en el norte de la Región Metropolitana.
De hecho, los vertederos siempre se ubican en zonas periféricas, pero sin aplicación de políticas amplias de control y reciclaje de los desperdicios domésticos.
Cada santiaguino produce 1,4 kilogramos de basura diaria, bastante menos que la media estadounidense de 2,5 kilogramos, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
La producción anual de basura en Chile asciende a 3,4 millones de toneladas, 47 por ciento de las cuales se generan en la capital, según la Comisión Nacional del Medio Ambiente.
Apenas cinco por ciento de la población de Santiago que concentra mayores ingresos produce más de 20 por ciento de los residuos, los sectores medios altos 34 por ciento y los medios bajos 32 por ciento, mientras 40 por ciento de los santiaguinos, los pobres, son responsables de algo más de 13 por ciento de la basura domiciliaria. (FIN/Tierramérica/gg/en dv/02)
*Publicado originalmente el 20 de abril en la red de diarios latinoamericanos de Tierraméric