EEUU: Campaña antiterrorista repite errores de guerra fría

Estados Unidos comete los mismos errores que en América Latina durante la guerra fría, al aliarse con dictadores en su campaña contra el terrorismo, advirtió un grupo crítico de la política de Washington en esa región.

«Tenemos la persistente sensación de que ya vivimos esto antes», expresó Joy Olson, director del Grupo de Trabajo sobre América Latina (LAWG), que el jueves publicó un informe sobre el tema.

Al igual que en la guerra fría, ahora Washington resta importancia a los derechos humanos al forjar nuevas alianzas con regímenes autoritarios y proveerles armas y entrenamiento militar, dice el informe.

Además, «en esta administración participan algunos de los actores que cometieron claros errores durante la guerra fría», señaló Olson, en referencia a políticos que ocuparon altos cargos durante el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989).

«Tenemos más confianza en el Congreso», declaró el analista.

El nuevo informe, titulado «We will be known by the company we keep» (Dime con quién andas y te diré quién eres), presenta ocho lecciones que Washington debió aprender de su experiencia de la guerra fría en América Latina y ahora podría aplicar a la guerra contra el terrorismo.

La lección más importante es evitar el apoyo a regímenes autoritarios. «La gente siempre se pregunta por qué Estados Unidos es odiado en el exterior. Parte de la respuesta está en las compañías que se ha buscado», dice el informe.

LAWG no es el primero que ha notado similitudes entre las alianzas de Washington durante la guerra fría y en lo que va de la campaña antiterrorista lanzada hace seis meses, a raíz de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

El presidente George W. Bush advirtió que esa campaña determinaría la relación de Estados Unidos con otros países. «O están con nosotros o con los terroristas», amenazó poco después de los atentados.

«Hubo un cambio paradigmático en la política exterior, por el cual el principio organizador central pasó a ser la campaña contra el terrorismo», observó Thomas Donilon, quien fuera jefe de personal del ex secretario de Estado (canciller) Warren Christopher.

Además de librar una campaña militar en Afganistán, desde el 11 de septiembre Washington envió unos 650 soldados y asesores militares a Filipinas, y pronto enviará cientos más a Yemen y Georgia.

El Pentágono (Departamento de Defensa) también lanzó o amplió programas de entrenamiento militar en Djibouti, Omán, Eritrea y Etiopía, además de proveer nuevos equipos militares a varias repúblicas de Asia central y a Pakistán.

Así mismo, Washington considera nuevas solicitudes de armas desde Argelia hasta India, así como el pedido de ayuda de Nepal para aplastar a los rebeldes autodenominados maoístas.

Estos nuevos acercamientos provocaron nerviosismo en algunos sectores, entre ellos organizaciones de defensa de los derechos humanos como Human Rights Watch, que advirtió contra las alianzas con gobierno represivos.

El gabinete de estrategia Cato Institute previno sobre peligros similares.

«Si Estados Unidos tiene sobre el terrorismo la misma visión de túnel que tuvo en su lucha contra el comunismo durante la guerra fría, las consecuencias pueden ser desastrosas», dijo Charles Pena, analista de políticas de defensa de Cato, en diciembre.

«Las alianzas con regímenes corruptos y autoritarios podrían alentar el terrorismo más que prevenirlo», advirtió.

Hugh Byrne, autor del informe de LAWG, estuvo de acuerdo. «De la experiencia en América Latina durante la guerra fría aprendimos que, cuando existe un objetivo supremo, se puede desarrollar una visión de túnel», señaló.

El resultado en América Latina, agregó, fue que Washington reprimió «todos los movimientos democráticos» con tal de combatir el comunismo.

El informe de LAWG incluye análisis de la política de Estados Unidos en los años 70 en Guatemala y Chile, donde ayudó a instalar gobiernos militares que expulsaron a otros elegidos en forma democrática.

También analiza la política de esos años en El Salvador, donde Washington brindó ayuda masiva a un régimen militar represivo para evitar la victoria de la guerrilla izquierdista, y en Nicaragua, donde participó de una guerra encubierta para derrocar al gobierno sandinista.

Esas políticas «tuvieron un alto costo político», porque hicieron que Estados Unidos «fuera identificado con la dictadura y la represión, con regímenes corruptos y con violaciones masivas a los derechos humanos», sostiene el informe.

Washington entrenó fuerzas militares y policiales que perpetraban masacres y organizó a los servicios de inteligencia que las coordinaban, y como resultado «se perdieron cientos de miles de vidas, y la gente vivió por décadas bajo regímenes despóticos», agrega.

Políticas similares fueron aplicadas fuera de América Latina, en particular en Africa, durante el mismo período, señaló LAWG.

Para evitar consecuencias similares, el grupo sugirió que Washington se guíe por lecciones clave de su experiencia en América Latina.

En primer lugar, debe evitar vínculos estrechos con gobiernos represivos «para no ser considerado un aliado de dictadores» y dar prioridad a los derechos humanos en sus alianzas, dado que «la creación de sociedades abiertas que respetan los derechos es el mejor antídoto contra movimientos extremistas».

Además, debe haber una estricta supervisión parlamentaria de las actividades del gobierno y evitarse que éste dé «carta blanca» a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para cometer violaciones a los derechos humanos.

Washington también debe «cuidar lo que deja tras de sí», para evitar que las armas y el entrenamiento que provee sean utilizados en el futuro para objetivos políticos opuestos a los propios, advirtió LAWG.

Así mismo, debe proteger y respetar el disentimiento interno respecto de sus políticas, y no ser «mezquino» con la paz.

El apoyo a la reconstrucción y el desarrollo en Afganistán, como en otros países devastados por conflictos, «puede hacer la diferencia entre la paz y la guerra», dice el informe.

Por último, Estados Unidos debe atacar las causas profundas del terrorismo, como la pobreza, la falta de desarrollo económico y social y los regímenes antidemocráticos y autoritarios, recomienda.

Hasta ahora, parece que el Congreso y el gobierno sólo aprendieron algunas de esas lecciones, y en forma parcial, lamentó Olson. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/aa/mlm/ip-hd/02

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