AGRICULTURA: Activistas piden prohibición de transgénicos

Organizaciones no gubernamentales (ONG) acordaron solicitar a la FAO una moratoria mundial del comercio de productos transgénicos, luego de conocerse informes sobre el cultivo ilegal en México de maíz genéticamente modificado.

Un encuentro de ONG paralelo a la Cumbre Mundial de la Alimentación, que se realizará en Roma del 10 al 13 de junio, pedirá que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) que impulse la moratoria, dijo a IPS Luca Colombo, de la ONG ambientalista internacional Greenpeace.

Grupos de la sociedad civil mundial están muy preocupados por la denuncia sobre cultivo ilegal de maíz transgénico en México, realizada por dos científicos estadounindenses, y pidieron al gobierno mexicano, a través de su embajada en Italia, que adopte todas las medidas necesarias para que cese ese cultivo, señaló.

El peligro para México es que se produzca una contaminación de otras variedades de maíz, con graves consecuencias para los campesinos, afirmó el activista, responsable de la campaña de Greenpeace contra los organismos genéticamente modificados.

Unas 170 organizaciones sociales mexicanas pidieron a la FAO que detenga el cultivo de maíz transgénico en ese país, pero esa medida sólo puede ser adoptada por el gobierno de México, dijeron a IPS altos funcionarios de la agencia.

La FAO es un foro de intercambio de información y puede propiciar reuniones para tratar la cuestión, si los gobiernos representados en ella lo piden, pero no es un poder ejecutivo ni puede indicar qué hacer a autoridades de un país, explicó Peter E. Kenmore, uno de los expertos en transgénicos de la agencia.

Por ejemplo, ese organismo de las Naciones Unidas no puede obligar a países ajenos a la Unión Europea (UE) a acotar el uso de pesticidas con los criterios aprobados por ese bloque, sino sólo informarlos sobre la decisión de la UE, comentó Ricardo Labrada, funcionario de la FAO.

De todos modos, eso implica indicar que deben cumplir con ciertas exigencias para que la UE compre sus productos agrícolas, agregó.

El asunto puede ser discutido en la Cumbre Mundial de la Alimentación, cuya agenda aún no se fijó, si eso es aceptado por los jefes de Estado y de gobierno que asistirán, destacó Nuria Urquia, experta de la FAO en recursos fitogenéticos.

También es posible que se trate en la conferencia regional para América Latina de la FAO, que se prevé realizar en La Habana del 22 al 26 de abril, añadió.

Dos científicos estadounidenses hallaron el año pasado evidencias de cultivo de maíz transgénico en dos estados mexicanos, el meridional de Oaxaca, sobre la costa del Océano Pacífico, y el centromeridional de Puebla, fronterizo con Oaxaca y cercano a la capital.

Ese maíz era cultivado por campesinos que ignoraban su modificación genética, con semillas que ingresaron a México en cargamentos sin etiquetas que indicaran esa característica.

El gobierno de México prohibió el cultivo de transgénicos en 1998 y siempre ha negado su existencia, pero reconoció el año pasado la validez de la información aportada por los científicos denunciantes.

La FAO, con sede en Roma, fijó en marzo de 2000 su posición sobre la biotecnología, a la cual definió como «toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos».

Esas aplicaciones son «instrumentos poderosos para el desarrollo sustentable de la agricultura, la pesca y la actividad forestal, así como de las industrias alimentarias», sostuvo.

«La biotecnología puede contribuir en gran medida a satisfacer las necesidades de una población en crecimiento y cada vez más urbanizada, cuando se integra en la forma debida con otras tecnologías para la producción de alimentos, productos agrícolas y servicios», afirmó.

La agencia reconoce que la ingeniería genética puede contribuir a aumentar la producción y la productividad de la agricultura, la silvicultura y la pesca, e incrementar el rendimiento de tierras que en la actualidad son poco aptas para producir alimentos, en países sin autosuficiencia en la materia.

Sin embargo, recomienda emplearla con precauciones, para prevenir sus potenciales efectos nocivos sobre el ambiente y la salud de seres humanos y animales.

Entre los riesgos para la salud, destaca los de transferir toxinas o alergenos de una forma de vida a otra, y el de crear nuevas toxinas.

Entre los peligros para el ambiente, señala la posibilidad de cruzamientos no deseados que den origen al desarrollo de malas hierbas con mayor agresividad o resistencia, y en general las de de perjudiciales alteraciones de los ecosistemas.

La FAO también aboga por la adopción de medidas que permitan a los países en desarrollo, y en especial a los agricultores con escasos recursos, beneficiarse más de la investigación biotecnológica, con apoyo de fondos públicos y mediante acuerdos entre los sectores público y privado.

«Reconocer el potencial y las contribuciones, hasta ahora presuntas, de los productos genéticamente modificados a la producción alimentaria mundial, no significa pasar por alto sus posibles riesgos», advirtió el director general de la FAO, Jacques Diouf.

Esos riesgos incluyen la eventual producción de alimentos perjudiciales para la salud y «peligros imprevisibles para el ambiente», explicó.

Los procedimientos transgénicos, «como todas las nuevas tecnologías, son instrumentos que se pueden usar con fines buenos o malos, regulados de forma democrática en beneficio de las personas más necesitadas, o manipulados para favorecer a grupos que controlan el poder político, económico y tecnológico», dijo.

Hasta ahora, los principales beneficiarios del uso de esos instrumentos han sido las firmas privadas dedicadas a la biotecnología y los grandes productores agrícolas, en su mayoría de países industrializados, destacó. (FIN/IPS/jp/mp/dv/02

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