La visita a Pakistán del presidente interino de Afganistán, Hamid Karzai, abrió un nuevo capítulo en los vínculos bilaterales, en un contexto regional e internacional muy cambiado tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
En ese proceso de cambio, ambos países lograron exorcizar los demonios que amenazaban su relación.
Aunque la visita de Karzai el viernes 8 fue corta en cuanto a su duración y al tiempo de viaje desde Kabul, estuvo marcada de simbolismo.
Durante más de dos décadas, Pakistán fue el principal actor externo en la política de su vecino, al albergar a más de dos millones de refugiados y a numerosos líderes exiliados afganos, que alternaban períodos de poder en Kabul y de influencia en otras partes de Afganistán, con la bendición de Islamabad.
Pakistán se ganó entonces la ira de muchos afganos que se sintieron perjudicados en su juego de promover favoritos y excluir a otros líderes que alguna vez fueron sus amigos.
Durante el gobierno del grupo fundamentalista islámico Talibán (1996-2001), que se había formado en Pakistán y estaba respaldado por este país, la opositora Alianza del Norte estaba en el grupo de los excluidos y culpaba a Islamabad y sus protegidos por todos los males que afligían a Afganistán.
Luego del 11 de septiembre, Pakistán desechó el «lastre» del Talibán y abandonó su antigua política según la cual el vecino del oeste era casi su quinta provincia, donde debía haber un «gobierno amigo», es decir, integrado por sus propios favoritos.
Sin embargo, Pakistán se alarmó cuando la Alianza del Norte ingresó a la capital afgana liberada el pasado noviembre, una vez derrocado Talibán por los masivos bombardeos aéreos de Estados Unidos y los ataques terrestres de la Alianza.
Parece que los políticos pakistaníes no eran del todo concientes de que Estados Unidos había apoyado en forma encubierta a la Alianza desde 1998, un hecho que sólo se publicó hace poco en el diario estadounidense The Washington Post, o no tomaron eso en serio.
Al comienzo, la Alianza del Norte y en particular los ministros tajikos de Relaciones Exteriores, Defensa e Interior se enfrentaron a Islamabad, cuando los tres realizaron visitas a la capital de India, rival tradicional de Pakistán, tras asumir sus cargos, un hecho que Pakistán calificó de «interferencia».
Sin embargo, Hamid Karzai, designado primer ministro interino afgano en diciembre durante una conferencia de Bonn con auspicio de la Organización de las Naciones Unidas, es una figura conocida en Pakistán, donde vivió exiliado casi dos décadas.
Karzai destacó ese hecho en la conferencia conjunta que brindó en Islamabad con el gobernante militar pakistaní, Pervez Musharraf.
«Los afganos recordamos que el pueblo pakistaní fue extremadamente generoso y ofreció refugio a millones de los nuestros. En Pakistán nos sentimos tan libres como cualquier pakistaní, de lo cual soy testigo», declaró.
Karzai realizó su visita acompañado del canciller Abdulá Abdulá, quien había criticado con dureza a Islamabad por su apoyo al Talibán y a quien el general Musharraf llamó el viernes «nuestro hermano».
Ambos países acordaron cooperar en un proyecto para el transporte de combustibles fósiles desde Asia Central, a través de Afganistán y hacia Pakistán, que es la salida al mar más cercana para la región.
La voluntad de colaborar, sobre el principio de «no permitir que desde el territorio de uno se desestabilice al otro», se basa en la presencia de Estados Unidos en la región, porque ambos son aliados fundamentales de Washington en su «guerra contra el terrorismo».
Hace dos semanas, el presidente estadounidense George W. Bush mencionó sólo a dos mandatarios extranjeros en su informe al Congreso sobre la situación del país y los planes del gobierno. Los nombrados fueron Karzai (quien estaba presente en Washington) y Musharraf, calificados como socios y aliados.
Bush habló también de un «eje del mal» formado por Corea del Norte, Irán e Iraq.
Dado que Irán es vecino de Afganistán y de Pakistán, en el nuevo contexto regional a Kabul le será más conveniente mirar hacia el este (Pakistán) que hacia el oeste (Irán) en busca de apoyo.
La nueva presencia militar de Estados Unidos en Asia Central preocupa en especial a Rusia, importante aliada del nuevo gobierno afgano, y a China, vecina y socia clave de Pakistán.
El jefe de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, George Tenet, dijo al Congreso el 6 de febrero que China «es escéptica sobre las intenciones de Estados Unidos en Asia Central y Meridional, porque teme que Washington quiera ganar influencia en la región a sus expensas».
Moscú comparte esa preocupación. Por eso, en la reunión en Washington del Grupo de Trabajo Ruso-Estadounidense sobre Afganistán, realizada el sábado, Estados Unidos aseguró que «no busca establecer bases militares permanentes en Asia Central».
Musharraf compartió los temores chinos y rusos, al criticar por primera vez la referencia de Bush al «eje del mal», en una entrevista publicada por el diario estadounidense The Washington Post el sábado, día de la llegada del mandatario pakistaní a Estados Unidos en una visita oficial.
El discurso de Bush «generó muchas reacciones negativas», señaló Musharraf, quien anunció que recomendará al presidente estadounidense evitar acciones que puedan crear más incertidumbre «dada la actual inquietud en todo el mundo, y en especial en el mundo islámico».
En otras palabras, Musharraf urgirá a Bush, cuando se reúna el miércoles con él, a desistir de cualquier acción militar o presión política sobre Iraq e Irán, dado que no quiere verse obligado a elegir entre Washington y Teherán, su viejo amigo.
Pakistán también teme que la presencia militar de Estados Unidos en la región acerque a China a India, que ya tiene estrechas relaciones con Rusia.
Un nuevo juego está por empezar en Asia Central y será decisivo para las relaciones entre Islamabad y Kabul, dos actores clave de la nueva situación regional. (FIN/IPS/tra-en/mh/ral/mlm/ip/02