La comunidad internacional vuelve sus ojos a Somalia, un país que hace una década fue abandonado a la violencia de los señores de la guerra, ante la sospecha de que allí están refugiados miembros de la red terrorista Al Qaeda, del saudita Osama bin Laden.
El estreno de una película que recuerda la tragedia de las tropas estadounidenses en Somalia, en 1993, coincidió con las especulaciones que señalan al país como próximo objetivo de la guerra antiterrorista emprendida por Washington tras los atentados terroristas del 11 de septiembre.
En efecto, cuando Estados Unidos concluye su campaña en Afganistán, sin haber capturado a Bin Laden, a quien acusa de los ataques en Nueva York y Washington, el estreno de la película «Blackhawk Down» (Caída del halcón negro), revive los hechos que colocaron a Somalia en el primer plano internacional.
El filme relata la desastrosa misión de tropas estadounidenses que procuraban capturar a señores de la guerra en la capital, Mogadiscio, y que concluyó con la muerte de 25 efectivos de paz pakistaníes y de 18 comandos estadounidenses a manos de milicias somalíes.
Desde el mes pasado, son insistentes los rumores sobre un ataque de Washington a Somalia.
Las cadenas internacionales de noticias Cable News Network (CNN) y Fox News Cable Network llegaron en las dos últimas semanas a Mogadiscio, desde donde trasmiten informes diarios sobre «la guerra contra el terrorismo» en ese país del Cuerno de Africa.
El temor a un posible ataque causó un éxodo desde los centros urbanos hacia zonas despobladas.
«Hay una creciente preocupación en la población. Desde diciembre, muchas personas han enviado a sus familias al campo por razones de seguridad», señaló el ministro del Interior, Dahir Shaykh, a la agencia Red de Información Regional Integrada.
El caos se apoderó del país tras el derrocamiento del dictador Siad Barre, en 1991. Las milicias tribales dirigidas por señores de la guerra se disputaron el territorio, enfrentándose en duros combates por el control de ciudades, caminos y puertos.
Una fuerza de mantenimiento de la paz que la Organización de Naciones Unidas (ONU) envió al país en 1993 para controlar la violencia y asistir a la población abandonó el territorio en 1994, con un saldo desastroso.
Entre 1991 y 1992, mientras la nación se desintegraba, Bin Laden envió «misioneros» islámicos desde Sudán, para fundar la institución benéfica Al-Itihad, explicó el ex embajador estadounidense en Somalia, Herman J. Cohen, quien se retiró en 1993, en un ensayo publicado en la direción www.allAfrica.com, de la red informática Internet.
Al-Itihad instaló centros de salud y escuelas, y organizó milicias armadas en la zona donde confluyen las fronteras de Somalia, Kenia y Etiopía, para atacar «a los enemigos de la revolución islámica, según la definición de Bin Laden», aseguró Cohen.
Estos grupos llevaron a cabo ataques en Etiopía, cuyas tropas respondieron con la invasión de aldeas somalíes en busca de los combatientes de Al-Itihad y para destruir sus estructuras administrativas, según Cohen.
«A mediados de los años 90, los etíopes habían infligido un daño significativo a la organización Al-Itihad», aseguró el diplomático.
Pero la anarquía impuesta en Somalia puede haber favorecido la presencia de Al Qaeda en el país. Además, sus combatientes, que huyen de Afganistán, pueden intentar el ingreso en territorio somalí «para reagruparse y reanudar su guerra contra Estados Unidos», agregó.
Los señores de la guerra, opuestos al gobierno nacional de transición establecido en Mogadiscio en 2000, acusan a las autoridades de albergar células terroristas y de proteger a integrantes de Al Qaeda que lograron escapar de Afganistán.
El presidente Abdulqassim Salat, que invitó en diciembre a un equipo de expertos estadounidenses a investigar las acusaciones, afirmó que no fueron halladas pruebas que vincularan a su gobierno con la red de Bin Laden.
«Muy pocas personas habían oído hablar de Al Qaeda antes del 11 de septiembre», dijo esta semana el ministro del Interior, Dahir.
Dahir admitió que Al-Itihad funcionó en Somalia a comienzos de 1990. La organización «puede haber sido una fuerza reconocible en los años 90, pero ahora ya no existe como una fuerza creíble», sostuvo.
La credibilidad del gobierno y de las milicias es baja, apuntó el analista independiente Phillip Kichana, residente en Kenia. Sin embargo, el gobierno tiene más para perder si se coloca del lado equivocado en la guerra contra el terrorismo, estimó.
«Sería iluso descartar la presencia de elementos proclives, no necesariamente terroristas en Somalia, por la escasa legalidad. Pero creo que el gobierno quiere estar en buenos términos con la comunidad internacional y con su pueblo», opinó Kichana.
En caso de que Washington decidiera lanzar algún tipo de ataque contra el país, seguramente «preferirá bombardeos por aire y evitará el despliegue terrestre, para no repetir los tristes hechos de 1993», afirmó el analista a IPS.
Tanto Eritrea como Djibouti expresaron su preocupación por un posible ataque de Washington contra Somalia, y advirtieron sobre el «oportunismo» de las acusaciones de los señores de la guerra.
Pero sin gobierno en control del territorio, el país sigue siendo vulnerable a la manipulación exterior, tal como lo fue Afganistán durante los años del derrocado régimen Talibán, señaló el embajador Cohen.
«La esperanza es que pese a su sufrimiento, el pueblo somalí rechace los intentos de Al Qaeda de explotar su debilidad y utilizar su país como base de operaciones contra Estados Unidos y Occidente», concluyó. (FIN/IPS/tra-eng/ja/mn/dc/ip/02