ECONOMIA: El Salvador mira de reojo a Argentina

La debacle de Argentina es seguida con atención y preocupación en El Salvador, que presenta una de las economías de mayor empuje de América Latina a un año de haber iniciado su proceso de dolarización.

La caída del régimen argentino de convertibilidad cambiaria, tras 10 años de mantener la paridad de un peso igual a un dólar, no desvela a los economistas defensores de la dolarización, pues confían en la estabilidad económica del país.

Pero otros expertos más recelosos advierten que El Salvador debe centrar sus esfuerzos en mejorar la competitividad y la productividad si no quiere seguir los pasos de Argentina.

«Estamos muy satisfechos, la dolarización ha traído grandes beneficios en su primer año», dijo a IPS Rafael Barraza, presidente del Banco Central de Reserva (BCR), la entidad encargada de la política monetaria de El Salvador.

Barraza, uno de los arquitectos del nuevo régimen monetario, apuntó que «el principal beneficio obtenido es la estabilidad».

Entre las mejoras de los indicadores económicos del año pasado atribuidos a la dolarización se cuenta la rebaja de las tasas de interés de 14 a 7,5 por ciento y la radicación de inversiones directas extranjeras por 200 millones de dólares, 25 millones de dólares más que en 2000.

Sin embargo, analistas económicos entienden que aún es muy temprano para determinar si el proceso implementado en El Salvador será un buen ejemplo a seguir en la región.

En cambio, todos coinciden que, a diferencia de Argentina, este país dolarizó su economía en el marco de una gran estabilidad y austeridad fiscal.

El nuevo régimen fue puesto en marcha el 1 de enero del año pasado, tras varios meses de elaboración de un plan en absoluto secreto por parte del gobierno de Francisco Flores y de que fueran aprobadas en el Congreso unicameral una reforma de la Constitución y la llamada ley de Integración Monetaria.

Esa norma establece la circulación simultánea del dólar y el colón, la moneda local, y un tipo de cambio fijo de 8,75 colones por cada divisa estadounidense.

También se dispuso que el dólar fuera la unidad exclusiva de intercambio en los bancos y se prohibió la emisión de moneda nacional.

Barraza informó que ya circulan en divisa estadounidense casi 55 por ciento de la masa monetaria del país, que es de 600 millones de dólares.

«El sistema elegido por El Salvador tiene cinco grandes diferencias respecto del implementado en Argentina» entre 1992 y los primeros días de este mes, detalló el funcionario.

Argentina instauró un régimen financiero con dos monedas, el peso atado al dólar, mientras que los bancos de El Salvador operan sólo con la divisa estadounidense, lo cual elimina el riesgo cambiario, indicó.

El segundo elemento que separa a ambos modelos es el aspecto fiscal. Barraza precisó que Argentina utilizaba 80 por ciento de las exportaciones para pagar los intereses de su deuda de 147.000 millones de dólares y, en cambio, El Salvador sólo necesita 10 por ciento de sus ventas para hacer frente a ese servicio.

La tercera diferencia entre los dos modelos monetarios examinados es el alto grado de riesgo inversión que presentaba Argentina antes del colapso, y la cuarta es la prohibición de El Salvador de emitir moneda, a diferencia del país sudamericano que podía hacerlo hasta cubrir sus reservas en dólares.

El presidente del BCR apuntó que la «quinta y última gran diferencia son las remesas familiares» enviadas por los emigrantes salvadoreños, en especial los residentes en Estados Unidos, que el año pasado alcanzaron la cifra récord de 1.900 millones de dólares.

Los expertos precisan que al hacer la comparación entre ambos sistemas monetarios aplicados no se deben olvidar las grandes disparidades entre los dos países en términos geográficos, demográficos y de desarrollo.

El Salvador tiene 21.041 kilómetros cuadrados, donde viven seis millones de personas, y ocupa el puesto 95 entre los países con mejor desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, mientras que Argentina es 180 veces más grande, tiene 37 millones de habitantes y está en el lugar 34.

Expertos consultados por IPS explicaron que es difícil examinar los resultados del primer año de dolarización salvadoreña, pues ocurrieron hechos que distorsionaron la economía, como los terremotos de enero y febrero de 2001 que causaron muerte, destrucción y cuantiosas pérdidas.

«El gobierno sostiene que, si el país no se hubiera dolarizado, el impacto de los terremotos hubiese sido mayor, pero yo no estoy de acuerdo con esa afirmación», dijo a IPS el economista Juan Héctor Vidal.

El experto añadió que otros elementos que impiden evaluar íntegramente el modelo salvadoreño son la intensa sequía que afectó la agricultura y la caída de los precios internacionales del café.

«Sin embargo, hay que reconocer que el dólar le da al país una estabilidad monetaria envidiable», admitió. Datos del gobierno indican que el año pasado la inflación fue de apenas 1,4 por ciento, aunque sin crecimiento del producto interno bruto.

Es necesario «analizar si el modelo de dolarización es sostenible o no», dijo a IPS el economista Roberto Rubio, director de la no gubernamental Fundación Nacional para el Desarrollo (Fundes).

Rubio, tras explicar que la caja de convertibilidad argentina fue efectiva en el corto plazo pero después se volvió insostenible, advirtió que El Salvador deberá mejorar su productividad y competitividad para no caer en el mismo error.

La reflexión de Rubio se basa en que los ingresos fiscales del país sólo representan 11 por ciento del producto interno bruto, uno de los más bajos de América Latina y muy distante del 40 por ciento que presentan varios países de Europa.

El gobierno de Flores enfrenta esas críticas señalando que la estabilidad financiera que vive el país provocará una reacción en cadena y el primer eslabón será una mayor atracción de inversiones, luego un aumento del flujo de capital y, por último, la reactivación y consolidación de la economía.

«El Salvador le ha apostado a la apertura, así que, con o sin dolarización, la apuesta es la misma, por eso hay que mejorar la productividad y la competitividad», indicó a IPS el economista independiente Francisco Molina.

Las exportaciones sumaron 2.960 millones de dólares el año pasado, pero Molina teme que, ante la estabilidad macroeconómica, el aparato productivo «se duerma en sus laureles». (FIN/IPS/nms/dm/if/02

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