A principios de cada año, los diarios de Sudáfrica se llenan de historias sobre jóvenes negros que lograron egresar de la escuela secundaria pese a tener todos los factores en contra.
Una de esas historias es la de los 52 estudiantes de Ithuteng Trust School en Soweto, el histórico barrio negro de Johannesburgo.
Para cada uno de ellos, terminar la enseñanza secundaria fue casi un milagro, dado que su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por abusos, violaciones, abandono, prostitución, violencia doméstica o delincuencia, todo con el denominador común de la pobreza.
Así, Ithuteng se transformó en un símbolo de lo que puede lograrse cuando se inyectan recursos adecuados en una comunidad.
Para esos estudiantes y para todo el país, los resultados del examen de finalización de secundaria o «matric» son un recordatorio de cuánto ha progresado la sociedad sudafricana desde el fin del apartheid o régimen de segregación racial en 1994, pero también de cuánto camino le queda por recorrer.
La educación es un sector esencial del cambio social, porque uno de los pilares del apartheid era el sistema de enseñanza bantú, con su objetivo declarado de convertir a los negros en «cortadores de leña y cargadores de agua».
Con la democratización del país, las cosas comenzaron a cambiar. Los resultados del «matric» mejoran lentamente, en reflejo de la mejora del sistema educativo en general.
Este año, 61 por ciento de los 478.000 estudiantes que dieron el examen lo aprobaron, lo que representa un aumento de 3,8 por ciento frente al año pasado.
El presidente Thabo Mbeki y el ministro de Educación, Kader Asmal, celebraron esa mejora y expresaron que es un paso en la dirección correcta.
Ahora, el desafío consiste en mejorar el número de ingresos a la universidad. Sólo 15 por ciento de los estudiantes que aprobaron el «matric» obtuvieron resultados lo suficientemente buenos para entrar a una facultad, y un porcentaje aun menor podrá inscribirse en escuelas técnicas superiores.
El objetivo a mediano plazo consiste en cerrar la brecha educativa entre la población blanca y la negra, que constituyen respectivamente 13 y 76 por ciento de los 45 millones de habitantes.
Hasta ahora, el gobierno sólo logró reducir esa brecha a la mitad.
Más de nueve de cada 10 escuelas todavía no cuentan con biblioteca o laboratorio de ciencia, mientras una de cada cuatro no posee servicios higiénicos.
Asmal destacó que la relación entre el número de profesores y el de alumnos está disminuyendo, así como la cantidad de escuelas declaradas «no aptas para la educación».
Pero la globalización ha cambiado el mercado laboral de Sudáfrica, y la aprobación del «matric» ya no es suficiente para encontrar un empleo.
A principios de la década de 1990, la escuela secundaria completa bastaba para que un joven encontrara al menos un trabajo en una fábrica o un comercio, pero esto ya no es así, señaló Haroon Bhorat, director de la Unidad de Investigación sobre Políticas de Desarrollo de la Universidad de Ciudad del Cabo.
Sudáfrica eliminó sus aranceles industriales después de 1994, y la llegada de importaciones baratas arruinó a numerosas industrias manufactureras nacionales.
Además, a medida que el oro perdía valor y los bancos centrales vendían sus reservas, la contribución de este metal precioso al producto interno bruto fue cayendo más y más.
Desde 1993, el mercado de trabajo comenzó a cambiar y ahora sólo los trabajadores altamente especializados se benefician de su crecimiento.
«El mercado de trabajo de Sudáfrica se ajusta a la tendencia internacional: hay una creciente demanda de trabajadores en la parte superior de la pirámide y una disminución en la base», explicó Bhorat.
Esta realidad se hizo evidente en un estudio realizado en 2000 por la Agencia Comunitaria de Investigaciones Sociales (CASE). De 2.500 jóvenes que habían completado la enseñanza secundaria, 1.750 o 70 por ciento estaban desempleados.
La proporción caía a 41 por ciento entre los jóvenes que tenían otra preparación además de la escuela secundaria.
«Los jóvenes africanos que tienen el certificado de matriculación no parecen haber aumentado significativamente sus probabilidades de conseguir un empleo», concluyó CASE.
El estudio reveló que 62 por ciento de los cinco millones de jóvenes están desempleados, uno de cada cinco cree que nunca encontrará trabajo y un tercio nunca ha tenido un empleo. (FIN/IPS/tra-en/fk/mn/mlm/ed-dv/02