SALUD-AMERICA LATINA: ONG construyen políticas antisida (*)

Organizaciones de homosexuales de Brasil iniciaron un movimiento de combate al sida en pleno retorno a la democracia, en los años 80. Desde entonces, la sociedad civil de toda América Latina fortalece su papel en la toma de decisiones en torno a la enfermedad.

Muchos en Brasil se quejan de la precariedad del sistema público de salud. Como en otros países de la región, las empresas y las clases medias se ven obligadas a adoptar costosos seguros de salud privados. Sin embargo, hay una excepción, que muchos consideran ejemplar: el Programa Nacional de Sida.

Creado en 1985, apenas tres años después de que se registrara el primer caso de sida en el país, la política oficial ha logrado resultados sin parangón: redujo 50 por ciento la mortalidad por la enfermedad entre 1995 y 1999 y disminuyó 80 por ciento los internamientos hospitalarios relacionados con ella entre 1997 y 2000.

En este éxito tuvieron mucho que ver las organizaciones no gubernamentales (ONG). El papel de más de 600 grupos de la sociedad civil que trabajan en el combate contra el sida fue fundamental para fortalecer la respuesta brasileña a la epidemia, según reconocen las propias autoridades sanitarias.

Las ONG aportaron al programa oficial «valores como la solidaridad, la inclusión, la no discriminación y el combate al prejuicio», sostuvo Veriano Terto Junior, psicólogo e investigador de la no gubernamental Asociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida, creada en 1986.

Las primera respuesta al sida surgió de grupos organizados de homosexuales, que comenzaron a divulgar información, promover debates y presionar al Estado para que adoptara medidas.

El gobierno del meridional estado de Sao Paulo inició en 1983 el diseño de un programa local y en 1985 surgió allí la primera ONG específicamente vinculada a la enfermedad, el Grupo de Apoyo a la Prevención de Sida (GAPA).

La adhesión a la democracia y a los derechos humanos del programa oficial se vio influenciado por el protagonismo de esos grupos homosexuales, cuando Brasil se democratizaba tras un régimen militar de 21 años, argumentó Terto Junior.

«Ni los enfermos fueron solo pacientes ni la sociedad civil fue pasiva en ese proceso», destacó.

El reconocimiento oficial del papel de la sociedad civil se consolidó cuando el Ministerio de Salud apoyó la realización del quinto Encuentro Nacional de ONG/Sida en 1992 y pasó, a partir de 1994, a financiar proyectos de esas organizaciones, seleccionados por licitación.

Los representantes de las ONG participan actualmente en la Comisión Nacional de Sida, creada en 1986 para asesorar el gobierno en la definición y ejecución de su programa de combate al VIH.

«Las ONG tienen mayor acceso a comunidades específicas que los órganos gubernamentales, ya que están más cerca, conocen sus subculturas, su lenguaje y costumbres», observó la socióloga Rosemeire Munhoz, coordinadora adjunta del Programa de Enfermedades de Transmisión Sexual y Sida del Ministerio de Salud.

La experiencia brasileña ha inspirado a movimientos de la sociedad civil en otros países de América Latina, donde poco a poco se abren mayores espacios.

«El gobierno peruano debería seguir el ejemplo de Brasil, que financia el trabajo de las ONG y distribuye medicinas antirretrovirales a los enfermos», dijo el abogado Julio César Cruz, presidente del Programa de Soporte a la Autoayuda de Personas Seropositivas, de Perú.

Apenas en 1996 se inició en Perú la cooperación entre gobierno y ONG, según el médico infectólogo Marcos Cueto.

Los primeros años de la lucha nacional contra el sida (1983- 1987) fueron de «pánico apocalíptico» y de represión a homosexuales y prostitutas, y en los siguientes (1988-1995), bajo la dirección del Programa Especial de Control del Sida, se fracasó al concentrar su acción en «grupos de riesgo», dijo.

En 1997 se aprobó una ley que castigó la discriminación contra los seropositivos y estableció reglas de conducta médica ante el VIH. Sólo entonces una mejor información permitió que en los hospitales se supiera que el virus no se transmite por el simple contacto físico.

«El cambio de actitud de los organismos oficiales fue promovido por la labor de las ONG», según Ana Rosasco, ex directora de la Red Sida Perú, que integra a 11 asociaciones autónomas.

El combate a los prejuicios de la población ganó fuerte empuje en 1998, cuando el artista de televisión Ernesto Pimentel y el futbolista Eduardo Esidio, muy conocidos, admitieron públicamente ser portadores del VIH y decidieron proseguir normalmente sus actividades.

Pero los peruanos enfermos de sida aún tienen un largo camino que recorrer para que sus derechos sean reconocidos, afirmó Rosasco.

Julio César Cruz, seropositivo hace 10 años, advirtió que el gobierno peruano «no proporciona los medicamentos antirretrovirales y regatea los destinados a las infecciones asociadas al sida».

La falta de prevención y de tratamiento representa un fuerte riesgo de expansión de la epidemia, cuando hoy en Perú se encuentran registrados 11.602 enfermos y 60.000 portadores asintomáticos de VIH.

Las ONG en la región tienen diversos ejes de acción. Sin embargo, la labor de prevención, junto con la demanda de «medicamentos para todos», es uno de sus principales objetivos.

Organizaciones feministas, de jóvenes, de prostitutas y de niños abandonados, por ejemplo, promueven campañas educativas en torno del sida destinadas a su propio público. También ONG conformadas por homosexuales, lesbianas y travestis multiplican sus acciones para informar a círculos específicos sobre la enfermedad.

En Brasil, el GAPA se convirtió desde su inicio en una referencia de la batalla antisida. Hoy existen 20 GAPAs en el país. Y pese a la permanente escasez de recursos financieros, las ONG multiplican sus tareas.

El GAPA de Florianópolis, capital del meridional estado de Santa Catarina, mantiene un orfanato para 72 niños y niñas, un asilo para adultos, un servicio telefónico de apoyo sicológico a seropositivos, un programa de distribución de condones y orientación preventiva a profesionales del sexo, masculinos y femeninos, mencionó Mary Almeida, coordinadora de la ONG. (FIN/IPS/mo-al/mj/he dv/01)

(*) Con la colaboración de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (Onusida

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