/Perspectivas 2002/ COMERCIO-AMERICA: Difícil vigilia del ALCA

La marcha hacia el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) es una de las tres sensibles bajas que, en materia de crecimiento económico e intercambio comercial, dejaron en América Latina y el Caribe los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.

La baja inmediata ha sido el ingreso, decreciente a causa de la recesión que socava las importaciones del Norte industrial y de la caída de los precios de las materias primas.

Otra baja es la propia integración regional, enlentecida porque vive en un constante juego de espejos con las señales que recibe desde Washington.

La última, este fin de año, fue la aprobación en la Cámara de Representantes de Estados Unidos de la potestad presidencial de la «vía rápida» («fast track») para la negociación comercial hemisférica hacia el ALCA.

La vía rápida recorta la facultad del Poder Legislativo para introducir modificaciones a los acuerdos negociados por el presidente, los que sólo se podrá aprobar o rechazar en bloque, pero los legisladores excluyeron 282 productos agrícolas de las reducciones arancelarias a acordarse en el proceso del ALCA.

Como atrapadas por un síndrome de seguridad que se apoderó del país, prioridades tradicionales de Estados Unidos quedaron súbitamente relegadas por el combate contra el terrorismo y contra quienes le sirven de paraguas.

Entre esas prioridades que debieron descender al menos un escalón figuran la promoción de la democracia representativa, el impulso a las inversiones para apuntalar el crecimiento económico, y la formación de bloques comerciales que agranden los mercados.

El Plan de Acción adoptado en abril por la tercera Cumbre de las Américas en Québec, Canadá, dio al presidente estadounidense George W. Bush una herramienta adicional para solicitar al Congreso autoridad para negociar acuerdos comerciales por la vía rápida.

Treinta y cuatro países participan de la negociación del ALCA, propuesta impulsada por las Cumbres de las Américas que debe ponerse a punto antes de 2005 y que, según se prevé, plasmará compromisos sobre una decena de asuntos en unas 1.000 páginas con centenares de artículos. Cuba está excluida del proceso.

Más aún, Bush planteó en septiembre, apenas unos días antes de los atentados y en presencia de su homólogo de México, Vicente Fox, la necesidad de «construir el siglo de las Américas», comenzando con una ejemplar relación de justicia con su vecino del sur.

«No existe una relación más importante en el mundo que la que tenemos con México», dijo el Bush, comprometiéndose a trabajar en lo inmediato en la regularización de la residencia de los cuatro millones de mexicanos radicados irregularmente en Estados Unidos.

A raíz de los atentados, «muchas aspiraciones» de Washington «están muertas, pero ninguna lo está más que la propuesta de fronteras abiertas» con México, observó Larry Birns, director del estadounidense Consejo para Asuntos Hemisféricos.

«Históricamente, América Latina ha sido la segunda opción en la política exterior estadounidense. Bush ha querido ponerla en el primer lugar, pero ahora está mirando a donde siempre ha mirado: Europa, Medio Oriente, China y Rusia», añadió Birns.

Planteadas las relaciones internaciones como una dicotomía «con nosotros o con los enemigos», el comercio puede ser visto como un canal para oponer, ante la necesidad de seguridad de Estados Unidos, obstáculos ya no sólo laborales, ambientales o de términos de intercambio, sino incluso de defensa.

Se potencian así los requerimientos estadounidenses de mercados abiertos para su producción, su necesidad de suministro seguro de energía y barata, y la prioridad de asegurar puestos de trabajo a sus nacionales antes que a los inmigrantes.

Se explica así que los conservadores, frente a una apertura comercial que favorezca a los vecinos del hemisferio, más pequeños y pobres, se anoten un tanto con la vía rápida convertida en muro agrícola.

Brasil, país que apuesta al éxito de sus exportaciones agrícolas, ya contestó el golpe. El presidente Fernando Henrique Cardoso advirtió que la iniciativa del ALCA es inviable con la peculiar vía rápida recién conocida.

Varios estados de la cuenca del Caribe también introdujeron una cuña en el proceso del ALCA, una vez que el presidente Hugo Chávez advirtió que, para Venezuela, «ése no es el camino».

Algunos líderes que le acompañaron en la tercera Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, el 11 y 12 de este mes en la venezolana Isla Margarita, dijeron que su ingreso en el ALCA dependerá de cómo se manejen las necesidades de las economías más pequeñas y vulnerables.

«Todos nos comprometimos con el ALCA antes de esta Cumbre, pero en el Caribe y en América Central muchos países tienen claro que, a menos que haya un trato diferenciado para los pequeños, hay que revisar» el proceso de integración continental, dijo en Margarita el presidente de Guyana, Bharrat Jagdeo.

Como telón de fondo, se prevé para América Latina y el Caribe un crecimiento inferior a dos por ciento en su producto bruto (PIB) al cabo de este año, frente al cuatro por ciento de 2000, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), una agencia de la Organización de las Naciones Unidas.

Esa desaceleración se acompaña de una consolidación del desempleo, de 8,5 por ciento promedio en la región, y una expansión del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, de 2,5 a tres por ciento del PIB regional, es decir, una descapitalización neta cercana a los 60.000 millones de dólares.

Otras variables clave en la región apuntan también a saldos en rojo.

El comercio se enfría al decrecer los mercados del Norte industrializado, y, salvo en el sector alimentos, caen o se estancan los precios de materias primas y semielaboradas, como es el caso del petróleo, con una caída de 15 por ciento, y de los minerales y metales, de cuatro por ciento.

Por añadidura, la tercera economía de la región, Argentina, presenta un cuadro desalentador marcado por una crisis financiera asociada al servicio de su deuda pública. Existe aprensión por una posible metástasis, como ocurrió en los años 90 con las crisis de México, Rusia y de Asia sudoriental.

La deuda ya no opera como factor desarticulador de la coyuntura económica de la región, pero su cuantía, 740.000 millones de dólares, mantiene intacto su peso sobre la estructura de cuentas, pues representa 39 por ciento del PIB y 178 por ciento de la suma de las exportaciones regionales anuales.

La tercera baja tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington es la búsqueda de la integración sobre la base de los acuerdos comerciales regionales entre países en desarrollo de América, pues la contracción económica potencia roces.

Como ejemplos pueden mencionarse los existentes entre Argentina y Brasil, en el Mercado Común del Sur (Mercosur), y entre Colombia y Venezuela, en la Comunidad Andina de Naciones.

También se postergan esquemas ensayados con la mira puesta en el ALCA, como la propuesta brasileña de integración económica sudamericana a partir de la aceleración de proyectos de infraestructura, puesta a avanzar en Brasilia en 2000 con una cumbre de 12 presidentes.

José Flavio Sombra Saraiva, ex director del Instituto Brasileño de Relaciones Internacionales con fuerte influencia sobre Brasilia, advirtió sobre el «suicidio» que para América del Sur sería ir al ALCA sin fortalecer su propia integración primero.

Además, priorizar el ALCA sobre los procesos sudamericanos «pone en riesgo el capital político representado por 40 años de esfuerzos integracionistas», dijo Sombra Saraiva.

Más allá del comercio, la Declaración y el Plan de Acción adoptados en abril en Quebec constituyen un rosario de buenas intenciones sobre los asuntos de la agenda internacional.

Cada intención sobre cada tema será contrastada por Washington con la definición de su interés nacional tras los hechos del 11 de septiembre, repiten los analistas con una unanimidad que abruma. (FIN/IPS/jz/mj/if/01

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