Un sector de la población palestina reaccionó este jueves con protestas y enfrentamientos a los operativos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) contra el Movimiento de Resistencia Palestina (Hamas) y Jihad (Guerra Santa) Islámica.
Cientos de palestinos desafiaron el estado de emergencia impuesto por la ANP y protestaron en Gaza, arrojando piedras y efectuando disparos, por la detención domiciliaria del líder espiritual de Hamas, jeque Hamed Yassin.
Un joven de 21 años resultó muerto en los enfrentamientos. Hamas instó a desobedecer un llamado al cese del fuego, realizado por el presidente de la ANP, Yasser Arafat.
Las autoridades palestinas efectuaron 180 detenciones tras los atentados explosivos suicidas del pasado fin de semana en Jerusalén y Haifa, en los que murieron 25 israelíes, en su mayoría contra integrantes de Hamas, grupo que se atribuyó los ataques.
El gobierno de Israel emplazó el miércoles a Arafat, para que detuviera a 36 dirigentes extremistas.
El primer ministro de Israel, Ariel Sharon, suspendió los bombardeos que durante dos días alcanzaron una escuela, edificios de gobierno y seguridad de la ANP, el aeropuerto de Arafat y dos de sus helicópteros, y en los que murieron dos palestinos y decenas resultaron heridos.
El enviado especial de Estados Unidos a Medio Oriente, general Anthony Zinni, se entrevistó este jueves por separado con Arafat y con el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Shimon Peres.
Pese a la inestable situación entre los sectores extremistas y Arafat, «no habrá guerra civil, la gente sabe que un enfrentamiento interno haría un tremendo daño al interés nacional», opinó Nabil Kokali, director del Centro Palestino sobre Opinión Pública.
Menos de un cuarto de los tres millones de palestinos respaldan a Hamas y Jihad en conjunto y son muchos menos los militantes activos, sostuvo Kokali. «Los ataques israelíes expusieron a la población la desesperante situación y ésta entiende la difícil posición de la ANP», afirmó.
Arafat «aún es el hombre» clave y el pueblo se identifica inclusive más con él desde que se convirtió en blanco de los israelíes, agregó.
El líder palestino y sus colaboradores permanecen dentro de sus oficinas, ubicadas fuera del centro de Ramallá, una ciudad que desierta en la última jornada. A un lado del portón de entrada un enorme hueco señala el lugar donde el martes impactó un misil israelí.
La ANP prohibió a sus funcionarios el diálogo con la prensa. Un oficial de seguridad, sin embargo, dijo que las medidas de Israel no facilitan la política de Arafat hacia los sectores extremistas.
«Podemos manejar a Hamas y a Jihad, pero se hace más duro si debemos enfrentar a la vez al resto del público palestino. Si actuamos ahora (contra los grupos fundamentalistas) nos mostraremos cediendo ante las demandas de Sharon», sostuvo.
Eso es exactamente lo que está ocurriendo, sostuvo Shawan El Jabarin, de la organización de derechos humanos Al-Haq, con sede en Ramallá. «La ANP está llevando a cabo detenciones arbitrarias bajo la presión de Israel y de Estados Unidos», afirmó.
Más de 70 de las 120 detenciones efectuadas en Cisjordania se llevaron a cabo en el área de Ramallá, según El Jabarin. «Conocemos a la mayoría de esas personas. Muchos están en efecto involucrados con Hamas y Jihad, pero otros son sólo religiosos o tienen malas amistades», dijo.
La organización Al Haq no se opone al derecho de la ANP a realizar detenciones, pero objeta la ausencia del debido proceso, agregó.
El estado de emergencia no tiene sentido. «Las detenciones arbitrarias se hacían antes, se están haciendo ahora y continuarán cuando se levante», estimó.
Los arrestos en Ramallá generaron el lunes por la noche enfrentamientos entre la policía palestina y los habitantes de un campamento de refugiados. Pero las fuerzas de seguridad restauraron rápidamente el orden.
Mientras tanto, la situación de la población en los territorios ocupados se agrava. Varias decenas de personas esperaban este jueves en el puesto de control de Kalandiya, entre las ciudades de Ramallá y Jerusalén. Pero muchos no pudieron pasar.
«Estoy varado aquí con mis tres hijos, mientras mi esposa está en casa del otro lado», dijo Ahmad Hamad, un obrero constructor que vive en Jerusalén.
Hamad fue a Ramallá a visitar a sus padres, y los niños debían volver a la escuela. «Como me mudé hace poco mis documentos dicen que vivo en Ramallá, por eso no puedo pasar», explicó.
«Si viven en Jerusalén, ¿entonces qué tienen que hacer en Ramallá?», protestaba un soldado israelí.
La carretera estaba vacía, pues Israel prohibió el cruce de automóviles. Hamad aseguró que éste es el segundo bloqueo tan amplio desde que se inició hace 14 meses la intifada (levantamiento palestino) contra la ocupación.
«No tenemos otra elección que luchar. Les dimos el proceso de paz y lo arruinaron, ahora todo lo que podemos hacer es resistir la ocupación», afirmó. (FIN/IPS/tra-eng/fb/sm/dc/ip/01