AGRICULTURA-ARGENTINA: Producción orgánica, faro en la oscuridad

La producción orgánica en Argentina aparece como una isla de importante proyección en medio de una agricultura tradicional severamente afectada por la recesión, la falta de crédito, las inundaciones y la caída de los precios internacionales.

Una muestra de ese empuje fue el encuentro de productores orgánicos de San Marcos Sierras, en la central provincia de Córdoba, vivido como una fiesta, en contraste con las imágenes diarias de agricultores tradicionales inundados y endeudados, algunos de los cuales llegaron hasta el suicidio este año.

«Esperábamos 120 personas y fueron 500», contó a IPS Rodolfo Tarraubella, presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO).

Tarraubella dijo que la convocatoria los desbordó, al punto que «tuvimos que alojar a muchos en ciudades vecinas, casas de familia y hasta en campamentos».

El Primer Encuentro Nacional de Producción Orgánica, realizado a fines de noviembre en San Marcos Sierras, a unos 800 kilómetros de Buenos Aires, «fue un gozo, pues nos sentimos como un faro en medio de la oscuridad», remarcó.

El balance no es para menos a juzgar por los números. La producción orgánica argentina, que se extendía apenas en 5.000 hectáreas en 1992, hoy llega a casi tres millones, tras el gran impulso registrado a partir de 1998, cuando el país, paradójicamente, entraba en una profunda depresión económica.

La recesión llevó a miles de productores agropecuarios tradicionales a endeudarse fuertemente en los últimos años, muchos de los cuales afrontan la subasta inminente de sus tierras en beneficio de grandes empresas que acumulan establecimientos y producen a escala para abaratar costos.

Pero las jornadas de San Marcos Sierras fueron un remanso ante esa crisis. Allí se realizaron disertaciones, talleres y un festival artístico.

«Es muy alentador ver que es posible una producción sustentable, ecológica y que da trabajo a pequeños productores», explicó Tarraubella.

La agricultura orgánica se basa en la aplicación de los principios de producción sustentable, desechando la utilización de pesticidas y respetando los tiempos y procesos naturales, tanto de los cultivos como de la cría de animales, contribuyendo a un desarrollo de alimentos y productos más sanos.

En Argentina, 90 por ciento de esa producción está en manos de pequeños productores, con un máximo de cuatro empleados.

«Alrededor de 70 por ciento de los establecimientos orgánicos son empresas familiares», anotó el dirigente de MAPO, que nuclea a 1.500 productores, científicos, certificadores y ecologistas.

El sector produce básicamente frutas frescas, cereales y oleaginosas y, en menor medida, carne, lana, té, yerba mate, olivo, tabaco y caña de azúcar.

Los cañeros de la central provincia de Tucumán colocan toda su producción azucarera en Estados Unidos, a un precio 35 por ciento superior al de ese producto convencional.

Los países industrializados están incrementando el consumo de este tipo de producción y, si bien en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón están los principales productores, sus rindes no alcanzan a abastecer una demanda creciente.

La posibilidad de crecimiento de este sector es enorme. «El mercado de frutas y verduras orgánicas ofrece un gran potencial para que los países aumenten sus ingresos de exportación», señala el último informe al respecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

El estudio de la FAO, divulgado en octubre en Trinidad y Tobago, explica que este tipo de producción, al involucrar a pequeños productores y apuntar a una agricultura diversificada, «reviste una importancia enorme para los países en desarrollo».

En ese sentido, la FAO pone el ejemplo de crecimiento, precisamente, que registra el sector en Argentina, que apuntó a desarrollar esta franja del mercado y exporta casi 90 por ciento de lo que produce.

Sin embargo, los costos aún son elevados para el consumo doméstico, debido a que el sistema de producción demanda tres años de adaptación para obtener las certificaciones, que son muy estrictas.

«La producción orgánica es el único sector agroalimentario que creció en forma sostenida 25 por ciento por año en la última década en el mundo», aseguró Tarraubella, quien aclaró que aún se trata de apenas uno por ciento del comercio mundial de alimentos.

En Argentina, las exportaciones provenientes de la producción orgánica crecieron 30 por ciento anual, pero aumentarán en el futuro, luego que nuevas zonas que están bajo control consigan la certificación necesaria, según Tarraubella.

Así, este país se convirtió en segundo productor mundial por cantidad de hectáreas dedicadas, superado por Australia, que destina siete millones de hectáreas a la agricultura orgánica.

Argentina alcanzó los tres millones de hectáreas en la materia gracias sobre todo a la incorporación de la producción ovina de la austral región de la Patagonia.

La lana orgánica es muy requerida en Europa para confeccionar ropa para los recién nacidos.

Sin embargo, en ese caso no se trata sólo de la búsqueda de materiales naturales, sino también una conciencia mayor de la importancia de evitar el sufrimiento animal al que se expone al ganado en la producción convencional, explicó Tarraubella.

«Para que tenga una idea, un pollo que se cría en forma tradicional recibe hormonas, que estimulan su crecimiento, y permanece encerrado comiendo las 24 horas del día. En cambio, el pollo orgánico debe dormir ocho horas de noche para no estar todo el día al sol y debe alimentarse en forma sana», ejemplificó.

Respecto de las críticas que recibe el sector en el sentido de que nunca podrá dejar de ser sólo una franja diferenciada dentro de la producción convencional, Tarraubella señaló que de ninguna manera se conformarán con ser una minoría.

«Queremos que el mundo entero sea orgánico y sustentable», dijo Tarraubella, con entusiasmo.

Las objeciones sobre el alto costo de esta producción y de que no podrá abastecer al mundo son relativizadas por el dirigente.

Por el momento, el sobrecosto está entre 10 y 50 por ciento, pero, a medida que se difunda más el sistema, «confiamos en que los costos se irán reduciendo, algo que de hecho ya ocurrió en los últimos años», comentó.

«La tonelada de soja orgánica comenzó costando 800 dólares por tonelada y hoy está en 400 dólares», apuntó.

Aclaró que esta rebaja no tiene relación con la caída de los precios internacionales en general, ya que siempre los productos orgánicos quedaron fuera de esa rebaja, porque la demanda aún es mayor que la oferta.

Tarraubella también cuestionó a quienes señalan que la producción transgénica (genéticamente modificada) consigue mejores rindes y más baratos, y que es aprovechada por los productores orgánicos para limpiar de plagas las zonas.

Es todo lo contrario, pues «los insectos vienen todos a nuestros campos para resistir, pero nosotros los combatimos con armas biológicas», puntualizó. (FIN/IPS/mv/dm/if dv/01

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