Las mujeres del norte de Nigeria comenzaron a dejar de lado los velos sobre la cabeza y a vestirse al modo occidental, dos años después de la introducción de la ley islámica (shariá) en la zona.
En barrios de trabajadores como Tudun Wada, en Gusau, capital del septentrional estado de Zamfara, se ven menos mujeres envueltas con el chador, velo con que algunas vertientes del Islam las obliga a cubrirse la cabeza y el rostro dejando al descubierto sólo los ojos.
Las prostitutas retornan a las calles de Gusau. Aún temen ofrecer sus servicios, pues las autoridades locales comenzaron a someterlas a una fuerte represión hace dos años. Por eso, limitan su actividad al céntrico barrio de Till Dawa, cuarteles del ejército, el recinto universitario o el mercado.
Todos esos sitios son frecuentados por musulmanes y no musulmanes, pero soldados, policías, estudiantes y vecinos ignoran al Grupo de Vigilancia del Estado, una milicia creada para asegurar el cumplimiento de la shariá. Algunas de las trabajadoras sexuales, incluso, beben alcohol y fuman marihuana.
La milicia, que es de carácter voluntario, tuvo escaso impacto pues la población ignora la ley islámica, derivada del Corán. Los jóvenes que la integran portan armas y visten un uniforme rojo que los distinguen de los policías y militares.
La mitad de los 120 millones de habitantes de Nigeria son musulmanes y 40 por ciento son cristianos. En el norte la mayoría de la población es islámica. En el sudeste es mayoritario el cristianismo, y en el sudoeste conviven ambas religiones con cultos tradicionales africanos.
La shariá fue impuesta en estados del norte a pesar de que la Constitución nigeriana establece que no habrá en el país una religión oficial. En Zamfara, la ley islámica rige desde el 1 de enero de 2000.
El sistema de transporte especial creado en el norte para que mujeres y hombres viajaran en autobuses separados tampoco ha funcionado. Las mujeres volvieron a utilizar motocicletas-taxi, violando la norma islámica que las obliga a abstenerse de utilizar esos vehículos entre otros en que viajen hombres.
La enfermera Assata Aliyu debe caminar cuatro kilómetros a pie para llegar a su trabajo. A diferencia de los hombres, las mujeres tienen prohibido viajar en motocicleta. Aliyu hubiera querido que la nueva línea de autobús creada por el gobierno del estado pasara por su barrio.
«En este país quieren que las mujeres se queden en su casa y esperen a los hombres. Se supone que no puedes desear nada por tí misma», protestó la enfermera.
Alrededor de un millón de personas viven en Gusau. El servicio de transporte local se limita a 120 autobuses, 300 taxis y 6.000 motocicletas.
Las mujeres no musulmanas aseguran que el cumplimiento de la shariá se limita a regir cuestiones de imagen.
La cristiana Delphine Nobime, estudiante universitaria del Politécnico Federal de Gusau, dijo que los líderes musulmanes «son verdaderos hipócritas», pues «predican la shariá durante el día, y por la noche nos acosan en el recinto universitario».
«Tienen fama de bebedores. Si quiere pruebas, vaya al mercado», agregó.
Según Nobime, las universitarias musulmanas solo cumplen las leyes islámicas cuando están con sus familias o en la calle. «Cuando llegan a la universidad, se sacan los velos y se visten bien. También se ponen nombres cristianos para eludir el control de sus padres, y fuman y toman alcohol», afirmó.
Emmanuella Onorah, quien cursa el servicio militar en el estado de Zamfara, aseguró que la shariá «sólo existe para los pobres».
«Es fácil cortarle la mano a un desgraciado que roba un pollo o comete adulterio, pero nadie se atreve a preguntar qué sucede tras los vidrios oscuros de los Mercedes de los funcionarios del gobierno o las autoridades religiosas», afirmó Onorah.
En el estado de Zamfara, como en los otros estados del norte que adoptaron la shariá, hoteles, bares y centros de entretenimiento son atendidos por hombres. Las mujeres que trabajaban en este sector fueron despedidas cuando entró en vigor la ley islámica.
El abogado Clement Nwankwo, director ejecutivo del no gubernamental Proyecto de Derechos Constitucionales, sostuvo que, de acuerdo con la constitución nigeriana, la shariá sólo es aplicable en derecho civil, y no en aspectos penales.
Pero la ley islámica prevé castigos como los azotes, la lapidación y las amputaciones para sus infractores.
Bello Jangedi, acusado del robo de una vaca, sufrió en abril del año pasado la amputación de un brazo en el noroccidental estado de Zamfara, el primero en adaptar en 1999 su legislación penal a las disposiciones del Corán.
En febrero de 2000, las protestas contra la imposición de la shariá causaron 300 muertes en la septentrional ciudad de Kaduna, según fuentes oficiales. Y en septiembre, tres integrantes de un tribunal islámico fueron acusados de recibir sobornos.
Un comité del Senado sostuvo el año pasado que la ley islámica constituye una amenaza para la integridad nacional. «El silencio del gobierno federal y su indecisión ante este problema constitucional ha contribuido a la crisis», sostuvo el comité.
Activistas afirman que el presidente Olusegun Obasanjo, que es cristiano, eludió un pronunciamiento al respecto para evitar un enfrentamiento con las provincias septentrionales. (FIN/IPS/tra- en/tp/mn/lp-mj/cr/01