El regreso a la política del dirigente palestino moderado Sari Nusseibeh, convocado por el presidente Yasser Arafat, plantea a israelíes y palestinos una pregunta crucial: ¿quieren en verdad la paz?
Nusseibeh, filósofo y presidente de la Universidad Al-Quds de Jerusalén, pasó ocho años en silencio sobre asuntos políticos, hasta aceptar la invitación de Arafat para representar a la Organización por la Liberación de Palestina en asuntos de Jerusalén.
Su actual mensaje es simple: afirma que palestinos e israelíes deben llegar a acuerdos en forma urgente, sobre la base de la coexistencia de dos Estados y sin pretensiones ulteriores, antes de que el continuo crecimiento del extremismo en ambos bandos haga imposible alcanzar un compromiso.
Eso significa que los palestinos abandonen la idea de un retorno en gran escala a sus antiguos hogares en Israel de actuales refugiados, y que los israelíes acepten el completo cese de la ocupación de territorios en Cisjordania y Gaza.
Nusseibeh, egresado de la británica Universidad de Oxford, desea que ambos bandos afronten una negociación bilateral de sus principales discrepancias, sin intervención de terceros, en vez de reiterar ceses del fuego que no tienen posibilidades de durar.
No hay indicios de que esa propuesta tenga eco favorable. Dirigentes de grupos de refugiados palestinos piden que Nusseibeh se retracte, mientras funcionarios de Israel lo elogian por su enfoque de la cuestión de los refugiados, pero no flexibilizan su postura sobre asentamientos israelíes en Cisjordania y Gaza.
«Muchos en Israel dicen que Nusseibeh es una 'excepción que confirma la regla'. Afirman que la paz sería posible si hubiera más personas como él, pero aprovechan su caso para fortalecer el mito de que los palestinos quieren destruir a Israel», dijo Meron Benvenisti, escritor y columnista del diario israelí Ha'aretz.
«Si tuviera que elegir hablar con Nusseibeh o con Arafat, preferiría a Nusseibeh, un hombre culto que reconoce límites, y no busca la destrucción de Israel», declaró el alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert, integrante del derechista partido Likud al igual que el primer ministro israelí, Ariel Sharon.
Nusseibeh proviene de una familia que reside en Jerusalén desde la conquista de la ciudad por los árabes, hace más de 13 siglos, fue dirigente de la primera intifada (insurrección) palestina contra Israel, de 1987 a 1993, y dice que se sintió urgido a volver a la política por la actual crisis.
«Necesitaba volver a participar en la definición de lo que debe hacerse para salir del enredo en que estamos. Quizá sea la última oportunidad para una solución con dos Estados», afirma.
Asegura que dejó la política porque pensaba que el proceso de paz había llegado a su madurez en 1993 con los acuerdos de Oslo, pero el periodista israelí Pinhas Inbari, quiene ha seguido de cerca la trayectoria de Nusseibeh, sostiene que la verdadera causa fue desilusión por el rumbo antidemocrático tomado por la ANP.
Para lograr un acuerdo con Israel, es preciso abandonar la tradicional reivindicación del derecho de los refugiados palestinos a retornar a Israel, ya que ese país «no aceptará el ingreso de más de cuatro millones» de palestinos, dijo Nusseibeh en una conferencia de prensa.
Por otra parte, «es claro que los palestinos no aceptarán formar un Estado que sea de hecho otro Israel, con recursos y fronteras controlados por los israelíes, de 20 a 30 por ciento del territorio en poder de Israel, y una población israelí en asentamientos», apuntó.
«Israelíes y palestinos comparten intereses y deben arreglar sus problemas en forma racional», sostuvo.
«Esos intereses compartidos determinan que seamos aliados, y debemos darnos cuenta de eso. Nuestros enemigos son nuestros aliados, y es con nuestros enemigos con quienes compartiremos el futuro, no con los estadounidenses», agregó.
Pero Nusseibeh comienza a tener enemigos entre los palestinos. «Se ha apartado del campo nacional. Trata de lograr apoyo de israelíes y estadounidenses, pero perderá el de su propio pueblo», comentó Hossam Khader, legislador palestino proveniente del Campo de Refugiados Balata, en Cisjordania.
«Nadie debería renunciar al derecho al retorno, que es el centro de nuestra lucha, nuestra identidad y nuestra alma, enfatizó.
La tesis del derecho al retorno se basa en la Resolución 194 de la Organización de las Naciones Unidas, adoptada tras la guerra árabe israelí de 1947-1949, durante la cual unos 700.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus hogares en lo que hoy es Israel.
Esa resolución dispuso que se permitiera, «en la fecha viable más temprana, regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos» a los refugiados que desearan hacerlo, y que se pagaran compensaciones a quienes optaran por no regresar.
Gran parte de los israelíes asocian ese derecho al retorno con la destrucción de Israel, con el argumento de que el ingreso masivo de árabes determinaría que ese país deje de ser un Estado judío.
«Lo que dice Nusseibeh es un auténtico avance hacia un entendentimiento, pero quiero saber si expresa su opinión personal o transmite un mensaje oficial palestino», comentó el ministro de Comunicaciones israelí, Reuven Rivlin.
Nusseibeh no ha respondido a esa pregunta, y dijo a periodistas que le resulta difícil hacerlo.
«Los milagros suelen ser obra de Dios, pero si Dios no los hace, también pueden ser realizados por seres humanos. Quizá los seres humanos que sufren de ambos lados puedan hacer un milagro, y quizá lo hagan juntos, al atreverse a hablar con franqueza, al ampliar el marco de referencia de la discusión», opinó.
«Sea como fuere, es preciso hacer algo para empjarnos hacia adelante. Si puedo sentir que lo hago, y que creo un debate, estoy haciendo algo», añadió. (FIN/IPS/tra-eng/bl/mn/mp/ip/01