El proyecto del nuevo aeropuerto de la capital de México, una obra millonaria que despierta el interés de poderosos inversionistas, levanta vuelo sobre un grupo de campesinos que perderán sus tierras.
«De aquí sólo me moverán muerta. Esta es tierra de mi familia y es lo único que tenemos», advirtió Asunción Madero, de 70 años, una campesina analfabeta que deberá abandonar su propiedad de dos hectáreas, según indica un decreto de expropiación promulgado por el gobierno de Vicente Fox.
Madero es habitante de la zona de Texcoco, un lugar de tierras salitrosas y poco fértiles ubicada 15 kilómetros al oriente de la capital, donde los campesinos producen con esfuerzo pequeñas cantidades de avena, alfalfa, forraje para ganado, habas y maíz.
Según resolvió el gobierno a fines de octubre, en Texcoco será habilitado un nuevo aeropuerto internacional, proyecto que cubre 15.000 hectáreas, 5.000 de las cuales serán expropiadas. Unas 4.300 personas serán directamente afectadas, según la Secretaría de Reforma Agraria.
Pero los negocios inmobiliarios que pondrá en marcha indirectamente el proyecto pueden acabar con la forma tradicional de vida y los cultivos de otras 25.000 personas.
Los pobladores de la zona en que se habilitará el aeropuerto, habitada desde hace más de 100 años, prometen evitar la obra.
Doscientos de ellos se manifestaron tres veces en las últimas semanas en calles de la capital portando machetes y herramientas de labranza, para advertir que los constructores deberán pasar sobre sus cadáveres, pues bloquearán el proyecto.
Así mismo, los habitantes del área a expropiarse se organizaron para evitar el ingreso de policías o militares, realizan continuas asambleas y mantienen colocadas mantas con leyendas que rechazan la construcción del aeropuerto.
«No queremos aeropuerto, que nos dejen como estamos, está es nuestra vida. ¿Qué vamos a hacer en otro lugar, dónde vamos a ir?», se preguntó el campesino José Anguiano.
Los habitantes de Texcoco, zona que incluye varios municipios pequeños, no quieren oír ninguna de las ofertas de trabajo y vivienda que les presenta la gobernación del estado de México, distrito al que pertenece el lugar.
«Estamos listos a morir si es necesario. Desde chamacos (niños y jóvenes) hasta los grandes (ancianos) estamos juntos en esto», aseguró Manuel, un joven habitante del lugar, que heredó de su padre una hectárea en la zona con orden de expropiación.
Según explicó el gobierno de Fox, el proyecto tendrá un costo de más de 3.000 millones de dólares. A esa cantidad hay que sumar el pago por expropiaciones, que será de 1.600 dólares por hectárea.
La meta de las autoridades es inaugurar el aeropuerto a fines de 2006. Las nuevas instalaciones, que estarán rodeadas por una reserva natural protegida, permitirán un tránsito anual de 60 millones de pasajeros.
El actual aeropuerto, ubicado dentro de la ciudad de México, fue construido hace 50 años y su capacidad original, para el embarque y desembarco de nueve millones de pasajeros al año, fue aumentada a 21 millones, pero ya no admite más ampliación.
La nueva terminal aérea es el proyecto más importante por tamaño e inversión de los últimos 20 años. Portavoces de firmas constructoras, hoteleros y operadores de aeropuertos se declararon listos para participar en las licitaciones que ofrecerá el gobierno para construir la obra.
El gobierno federal advirtió que la expropiación de tierras se cumplirá, a pesar de la oposición de los habitantes de Texcoco, que recurrieron a la justicia para impedirla.
La mayoría de los propietarios de tierras de Texcoco practican la agricultura de subsistencia.
Varios abogados predijeron que las expropiaciones se realizarán finalmente, a pesar de la oposición generda, pues están basadas en normas existentes y el proyecto se considera de «interés público».
Los planos del aeropuerto no estarán listos hasta principios de 2003, y luego se procederá a las licitaciones. Se calcula que 75 por ciento del costo de las obras será cubierto por inversionistas extranjeros y el resto por el Estado.
La obra permitirá a México tener el aeropuerto más moderno del mundo, con una zona ecológica ejemplar, afirma la Secretaría (ministerio) de Comunicaciones y Transportes.
Aunque políticos opositores y ambientalistas rechazan la decisión de construir el nuevo aeropuerto en Texcoco, el gobierno está dispuesto a mantener su decisión, que fue adoptada luego de 30 años de debates sobre el proyecto.
«Ya estamos trabajando en el proyecto y no hay dudas de que se hará», dijo el viceministro de Comunicaciones y Transportes, Aaron Dychter.
Según el gobierno, los disconformes con la decisión son una minoría y no se cederá a sus presiones.
Mientras avanza el proyecto, portavoces de los campesinos afectados advierten que nada los moverá de sus casas y tierras y que resistirán incluso de modo violento, si es necesario. (FIN/IPS/dc/ff/tr pr/01