Los comerciantes drusos del norte de Israel, árabes aliados con los sionistas desde comienzos del siglo XX, se han beneficiado desde que los judíos dejaron de concurrir a los mercados palestinos por razones de seguridad.
Los israelíes judíos solían pasar los sábados regateando y comprando en poblados palestinos, pero se volcaron a los drusos desde el comienzo de la segunda intifada (levantamiento popular contra la ocupación de Israel), en septiembre de 2000.
Unos 100.000 drusos, que hablan árabe y practican una religión derivada del Islam que se apartó de la corriente principal en el siglo XI, constituyen 1,8 por ciento de la población israelí. La mayoría viven en el norte del país.
Los drusos suman alrededor de un millón de personas en Jordania, Líbano y Siria. En lo que es hoy territorio israelí sellaron a comienzos del siglo XX una alianza con el movimiento sionista, y se han mantenido leales al estado de Israel. Muchos ocupan cargos importantes en las fuerzas de seguridad.
Largas filas de automóviles congestionan el tráfico en el centro de la septentrional ciudad drusa de Daliat al-Karmel los fines de semana.
Las calles que rodean la montaña están repletas de comercios abiertos los sábados. A pesar de que en sábado, el día más sagrado de la semana judía, está prohibido tocar dinero, se vende de todo, desde alimentos hasta muebles.
Entre los comerciantes drusos, los judíos se sienten seguros.
«Luchamos junto a los judíos para mantener la seguridad de este país», dijo Ayoob Kara, miembro druso del parlamento israelí (Knesset).
Kara integra el partido derechista Likud, al que pertenece el primer ministro Ariel Sharon, y se considera sionista. Para él es natural que los judíos concurran en masa a Daliat al-Karmel. «Estamos construyendo juntos este país», afirmó.
«Este es el único país de Medio Oriente donde una pequeña comunidad como la nuestra se puede sentir segura», dijo Kara.
Un tío suyo fue soldado del ejército israelí y murió durante la primera intifada palestina (1987-1993), y uno de sus hermanos sirviendo en el sur de Líbano. El propio Kara se enorgullece de haber pertenecido al ejército, al igual que más de 80 por ciento de los drusos israelíes.
La mayoría de los drusos permanecen en el ejército tras completar el servicio militar obligatorio de tres años. Otros se suman a la policía y otras fuerzas de seguridad, en especial la guardia fronteriza, considerada de mano dura con la población palestina de los territorios ocupados.
La segunda intifada reafirmó el respaldo de los drusos a Israel, explicó Kara. El legislador afirmó que más drusos votaron por Sharon que por Ehud Barak, del Partido Laborista, en las elecciones de febrero. Esta fue la primera vez que la comunidad drusa apoyó a un candidato de derecha a jefe del gobierno.
A una hora de automóvil más al norte, siguiendo la cadena montañosa de Carmelo hacia el norte de la región de Galilea, en los muros de la localidad drusa de Beit Jann aún abundan los carteles preelectorales de Sharon.
Pero no en la casa de Said Naffa, del partido radical israelí de izquierda Balad, vehemente opositor de Sharon.
«Es cierto que la mayoría de los drusos respaldan a los partidos sionistas», reconoció Naffa, para quien ese apoyo se basa sobre el deseo de progreso material y social. «Pero 50 años de servicio militar no nos dieron la igualdad», afirmó.
Los drusos son árabes, y como tales deberían demostrar su solidaridad con los palestinos, dijo Naffa, que en agosto participó en una reunión en Ammán convocada por el líder druso libanés Walid Jumblatt para debatir sobre la intifada.
Jumblatt, conocido por su actividad insurgente en la guerra civil en Líbano, exhortó a los drusos de Israel a negarse a cumplir el servicio militar y a participar en el ejército.
La intifada ofreció a los drusos la oportunidad de conectarse con las otras comunidades árabes de Israel y en otros países, aseguró Naffa.
Durante el proceso de paz, la reconciliación entre árabes y judíos pareció posible, «pero los drusos estaban fuera del cuadro. Ahora empezamos a sanar esa división», dijo Naffa.
Pero Kara no opinó lo mismo. «Respetamos a Walid Jumblatt como dirigente de nuestra comunidad en Líbano, pero nosotros tenemos nuestra propia vida y tomamos nuestras propias decisiones», dijo. Algunos dirigentes drusos tradicionales criticaron duramente el llamado de Jumblatt a rechazar el servicio militar.
Según Naffa, muchos drusos se suman a las fuerzas de seguridad porque no tienen alternativa. «Nuestras tierras fueron confiscadas por el Estado y no instalaron fábricas en nuestras aldeas», afirmó.
Kara coincidió en que aún no se ha alcanzado la igualdad económica con los judíos. Pero se mostró optimista sobre los logros futuros, y aseguró que la igualdad política ya es un hecho. (FIN/IPS/tra-en/fb/mn/lp-mj/ip/01