China terminará esta semana un proceso largo y difícil, al transformarse en miembro pleno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero ahora le aguarda la ruta quizá más ardua, la del cumplimiento de sus compromisos internacionales.
Los funcionarios chinos podrían sentir más inquietud que alegría al firmar este domingo los documentos oficiales para la admisión del país en la organización comercial, en el marco de la Cuarta Conferencia Ministerial de la OMC en Doha, Qatar, que se prolongará hasta el martes.
Pese a la declarada inmunidad de China ante la recesión económica mundial, el gobierno se vio obligado a detener capítulos importantes de su programa de reformas, porque la economía no puede hacerles frente.
La suspensión de la venta de acciones de empresas públicas y el congelamiento de la quiebra de grandes compañías estatales indican que las políticas gubernamentales tienen prioridad ahora sobre las fuerzas del mercado.
La transición a una economía de mercado moderna en medio de presiones internas a favor de la reestructuración económica, el combate a la recesión en el exterior y la satisfacción de los compromisos con instituciones internacionales como la OMC serán una tarea dantesca.
Pero las autoridades chinas prometen cumplir sus compromisos con la OMC.
«Luego de su admisión, China cumplirá su palabra hasta el final, porque es uno de los principios morales de nuestra nación», declaró esta semana Long Yongtu, el principal negociador comercial chino.
No obstante, el empeoramiento de la economía mundial y las crecientes presiones internas podrían poner a prueba el compromiso de Beijing.
China sufrió menos turbulencias económicas que sus vecinos asiáticos, pero la reducción de las exportaciones y la acumulación de existencias generan temores para el futuro.
Entre enero y agosto de este año, las exportaciones chinas en todo el mundo crecieron 7,3 por ciento, mientras en igual período de 2000 habían aumentado 34,6 por ciento.
Además, los atentados del 11 de septiembre en Washington y Nueva York y los ataques de represalia de Estados Unidos contra Afganistán podrían frustrar las expectativas de China de un aluvión de inversiones extranjeras tras su acceso a la OMC.
El comercio y la inversión extranjera representan más de 40 por ciento del producto interno bruto de China, por lo tanto una reducción significativa de ambos sectores el año próximo podría poner en peligro el rápido crecimiento económico y afectar la capacidad de Beijing de abatir el desempleo provocado por la reestructuración de empresas públicas.
A juzgar por hechos pasados, Beijing tiende a enlentecer el ritmo de sus reformas más dolorosas cuando el crecimiento económico disminuye y se cierne la recesión mundial.
El programa de reformas más reciente comenzó en 1997 y estableció objetivos ambiciosos de venta de activos públicos y reestructuración mediante fusiones, pero la crisis financiera estallada ese año en Asia paralizó los planes.
En 1998, las autoridades respondieron a la recesión exterior deteniendo las privatizaciones y aumentando la intervención estatal en la economía.
El mes pasado, el gobierno central anunció su decisión de suspender la planeada venta de acciones públicas, apenas tres meses después de lanzado el programa. Diez por ciento de esa venta iba a destinarse a la financiación de un fondo centralizado de seguridad social, todavía inexistente.
Algunos expertos defendieron la decisión del gobierno de salir al rescate de los mercados deteniendo la venta de acciones estatatales.
«La terapia de choque no es adecuada para los mercados de valores chinos», afirmó Zhang Liqun, analista del Centro de Investigación y Desarrollo del Consejo Estatal.
«La transferencia de bienes es uno de los puntos más cruciales de la reestructuración económica. No es posible realizar las otras reformas gradualmente y la del mercado rápidamente», agregó.
Sin embargo, otros expertos consideraron que la reversión de la decisión es un revés para las reformas económicas.
«Es un mal augurio. (La venta de acciones públicas) habría ayudado a reducir el papel del Estado en la economía», opinó Shawn Xu, jefe de investigaciones de China International Capital Corporation Ltd.
Otra nube que ensombrece el panorama económico nacional es la orden de Beijing a los tribunales provinciales de no tomar casos de quiebra por más de 50 millones de yuan (seis millones de dólares).
En los últimos años, la quiebra era considerada una herramienta extrema pero necesaria para reducir la excesiva capacidad de producción nacional.
Aunque los reformadores chinos asumieron esa necesidad, procedieron con cautela, por temor a trastornos sociales.
Ahora, con un virtual congelamiento de las bancarrotas, la transformación de las empresas públicas en firmas modernas y competitivas se hace más difícil.
En teoría, las normas de la OMC ayudarán a China a aumentar la eficiencia y transparencia de su sector público, pero queda por ver si Beijing se atendrá a sus compromisos internacionales frente a la necesidad de preservar la estabilidad social interna. (FIN/IPS/tra-en/ab/ral/mlm/if/01