Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar lanzarán una contraofensiva propagandística en respuesta a la peor campaña de críticas occidentales desde la crisis petrolera de 1973.
Los seis países del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC) instalarán tres canales de televisión satelital que trasmitirán en español, inglés y francés, con un costo de cientos de millones de dólares, para alcanzar en forma directa a la opinión pública de América del Norte y Europa.
«Necesitamos medios que lleguen hasta la población que empieza a ver a los árabes como el mal y al Islam como terrorista y promotor del asesinato de personas inocentes», explicó el secretario general del GCC, Jameel Al Hujailan.
Los países miembros del GCC instarán a los medios de difusión de la región a que «rectifiquen la imagen del Islam, dañada por algunas empresas periodísticas (extranjeras)».
Además, un comité especial se encargará de definir una estrategia de defensa de la imagen de la población árabe que vive en Occidente.
Los aliados árabes y musulmanes de Washington enfrentan una «creciente publicidad» en su contra, sumada a una ola de agresiones contra la población árabe y musulmana que reside en Estados Unidos y Europa, desde los ataques terroristas perpetrados el 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Todos los nombres de supuestos sospechosos de esos crímenes son árabes, y más de 50 de los 350 acusados por la justicia son sauditas. En los días posteriores al 11 de septiembre más de 110 ciudadanos sauditas fueron detenidos e interrogados por funcionarios estadounidenses.
Cuando el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, llamó al príncipe Abdulá, heredero de la corona saudita, el diálogo comenzó con una disculpa. «Lo siento», dijo Bush. «¿Por qué?», preguntó Abdulá. «Por lo que publican los periódicos, intentando crear una brecha entre su reino y Estados Unidos», fue la respuesta.
La conversación fue transcripta y publicada en la prensa saudita.
Washington, que intenta sumar al mundo musulmán a su guerra contra el saudita Osama bin Laden, responsabilizado por Estados Unidos de los atentados, y contra el movimiento islámico Talibán, que controla 90 por ciento del territorio afgano, debe lidiar con el rechazo y las críticas de la prensa estadounidense hacia esos mismos países.
«Arabes y musulmanes, en especial los ciudadanos del GCC, se convirtieron, de la noche a la mañana y a los ojos de Occidente, en personas sospechosas y rodeadas por el temor y la desconfianza», dijo Hujailan.
Egipto y Arabia Saudita, aliados esenciales de Estados Unidos, son criticados por su debilidad ante el terrorismo nacional e internacional. La prensa estadounidense y varios políticos influyentes insisten en señalar la negativa de Riyad a ceder sus bases aéreas para el lanzamiento de ataques contra cualquier país musulmán.
«Hace algunos años, hubiera bastado con un par de entrevistas notorias al embajador saudita y varios avisos de página completa en diarios y revistas (para silenciar las críticas de los medios estadounidenses). Pero ahora se requiere una intensa campaña que logre modificar el clima político», estimó James Zogby, presidente del Instituto Arabe Estadounidense, de Washington.
No se trata sólo de mala prensa. El sentimiento antimusulmán se expresa así mismo en agresiones e incluso asesinatos. Sauditas que regresaron a su país desde Estados Unidos relataron episodios de acoso, maltrato y humillaciones tanto del público como de las autoridades.
«Estuvimos sometidos a una tremenda presión y a una investigación continua, sobre todo mientras viajábamos en avión dentro de Estados Unidos», relató Abulá Qattan, un estudiante que debió abandonar su carrera de piloto de aviación por decisión de la institución estadounidense donde estudiaba.
Los funcionarios policiales «usan perros para revisar nuestro equipaje y nuestro propio cuerpo, pero descuidan la investigación de personas de otras nacionalidades», agregó.
Varios de los 19 presuntos secuestradores suicidas que estrellaron tres aviones comerciales contra las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y el edificio del Pentágono, en Washington, llevaban pasaportes egipcios o sauditas.
El gobierno saudita aclaró que varios de esos pasaportes utilizados habían sido robados y anunció normas más estrictas para controlar la entrega de documentos.
«La grave campaña de la prensa occidental contra Arabia Saudita es resultado de un resentimiento oculto contra la doctrina islámica y el compromiso del reino con ella», dijo el príncipe Abdulá. «Preservar la religión y la nación es una cuestión innegociable», agregó.
Las críticas occidentales se fundan en el «desconocimiento y el malentendido» sobre la situación de Riyad, afirmó el ministro del Interior, Nayef bin Abdul Aziz.
Aziz advirtió que si continúa el acoso a los sauditas en Estados Unidos, su gobierno podría pedir a sus compatriotas que retornen al país.
Mientras tanto, la prensa saudita insiste en señalar el «doble discurso» de la política estadounidense en la región, en referencia al respaldo militar y político de Washington a Israel.
«Kabul y Jerusalén son gemelas inseparables en la conciencia política de árabes y musulmanes», sostuvo un editorial del diario árabe Al Watan.
«Del mismo modo que Washington cuenta con respaldo árabe e islámico para combatir al terrorismo en Afganistán, se le pide que detenga el terrorismo sionista en Palestina, pues la opinión pública de la región ya no acepta la política dual de Estados Unidos», agregó el periódico. (FIN/IPS/tra-eng/nj/mmm/dc/ic ip/01