Mujeres de origen árabe, español, griego, italiano, judío, portugués y ruso y de lengua creóle, se unieron en esta ciudad canadiense para luchar contra la violencia doméstica.
La unidad mostrada por este grupo tan diverso de mujeres contrasta con la ola de recelo y violencia contra las comunidades árabe e islámica desatada en este país tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.
La coalición de organizaciones femeninas publicó folletos sobre violencia doméstica escritos en siete lenguas, dirigidos a mujeres de Montreal, la segunda ciudad de Canadá, con más de tres millones de habitantes pertenecientes a 80 grupos étnicos diferentes.
«No sabemos si hay más o menos violencia en estas comunidades. El asunto es relativamente desconocido», señaló Melpa Kamateros, de la Mesa de Concertación sobre Violencia Conyugal de la Comunidad Urbana de Montreal, una organización creada en 1986.
La intención del proyecto es proteger a las mujeres que no hablan francés ni inglés, primera y segunda lengua nacionales.
Los folletos fueron impresos en la lengua que hablan las distintas comunidades y adaptados a sus costumbres, por ejemplo, con citas de la Torá para la comunidad judía o pasajes de los Evangelios para la cristiana.
Las particularidades culturales de Canadá se multiplican en Montreal, que cada año recibe unos 25.000 nuevos inmigrantes. En 1996, 26 por ciento de los residentes del centro de la ciudad se identificaban como inmigrantes, según estadísticas oficiales.
Los incidentes de violencia doméstica denunciados en Québec aumentaron 19 por ciento entre 1997 y 2000, informaron las autoridades de la provincia.
En todo el país, la violencia doméstica costó a la economía unos 2.600 millones de dólares en 1994, en servicios médicos, policiales, judiciales y sociales, horas de trabajo y albergues temporales.
En 1996, siete por ciento de las mujeres residentes en Canadá denunciaron haber sido víctimas de violencia intrafamiliar de algún tipo en los cinco años anteriores, según estadísticas oficiales.
Marie-Helene Blanc, coordinadora de proyectos de la Mesa de Concertación, dijo que las mujeres pertenecientes a minorías étnicas se enfrentan a menudo con la barrera del idioma y de las diferencias culturales a la hora de denunciar casos de violencia doméstica.
«La violencia no es relativa, pero sí es diferente la forma en que cada cultura le hace frente», destacó Kamateros.
La coalición entregó también una guía de servicios para personal de salud y policías de Montreal como parte del proyecto.
La marcha de la iniciativa de las organizaciones femeninas no se alteró por el resquemor contra árabes y musulmanes, originado tras los atentados cometidos en septiembre contra objetivos emblemáticos de las ciudades estadounidenses de Nueva York y Washington.
Portavoces de la comunidad árabe en Canadá, una de las mayores del mundo occidental con 100.000 personas, dijeron que varias personas fueron insultadas y otras sufrieron abusos menores.
Pero solo hubo un par de incidentes serios. Pocas horas después de los ataques, una pequeña bomba fue arrojada en una mezquita abandonada, y el 14 de septiembre un hombre intentó ahorcar a una médica musulmana en un ascensor.
No obstante, la comunidad árabe se siente segura y continúa planificando su segundo Festival del Mundo Arabe, que convocó a 20.000 personas el año pasado.
Aun antes de los ataques en Estados Unidos, Montreal era considerada centro del actividades de radicales islámicos. El diario The Globe and Mail, de Toronto, informó que 104 de los 186 funcionarios del equipo de la Real Policía Canadiense que investiga sospechosos se encuentran en esta ciudad.
En 1999, el ex residente de Montreal Ahmed Ressam fue detenido mientras intentaba ingresar en Estados Unidos con explosivos que pensaba detonar en el aeropuerto de Los Angeles.
En octubre, Abdellah Ouzghar, ciudadano canadiense nacido en Marruecos, fue detenido en la provincia de Ontario. Meses antes, un tribunal en París lo había sentenciado en ausencia a cinco años de prisión por entregar pasaportes falsos a terroristas.
Pero los atentados no afectaron el trabajo del comité femenino, aseguró Diane Sasson, coordinadora de la Mesa de Concertación. (FIN/IPS/tra-en/ml/aa/lp/hd pr/01