La reedición en Chile de «La revolución de la escuadra», de Patricio Manns, vuelve a llamar la atención sobre un acontecimiento ocurrido hace 70 años, que ilustra las paradojas de la marina de guerra y que ha sido ignorado por la historia oficial.
El libro vuelve a nacer casi 30 años después de su primera edición en 1972 y trae ahora como anexo un documento histórico invaluable: el diario del almirante Edgardo von Schroeders, uno de los protagonistas centrales de los hechos.
Fue el 2 de septiembre de 1931, cuando Chile se debatía en la crisis económica y social desatada por la «gran depresión» de Estados Unidos, que suboficiales y soldados de la armada se amotinaron y tomaron los barcos.
Más de 20 unidades ancladas en las bahías de Coquimbo, 460 kilómetros al norte de Santiago, y Talcahuano, 520 kilómetros al sur, fueron ocupados por los marineros, que redujeron a los oficiales para recluirlos en los calabozos de los propios barcos.
La insurección, que se prolongó por seis días, tuvo su detonante en la negativa de la marinería a aceptar una rebaja salarial de 30 por ciento, dispuesta para todo el país por el gobierno provisorio de Manuel Trucco con el fin de evitar la bancarrota del Estado chileno.
La rebelión fue «una revolución social, de izquierda, democrática y pacífica, con absoluto respeto para los oficiales, entre los cuales se registró sólo un herido, que intentó resistir el arresto», señaló Manns.
Al contrario, la respuesta del gobierno de Trucco, con el apoyo de la oficialidad naval, el ejército y la aviación militar, fue cruenta, sobre todo en Talcahuano, donde la marinería amotinada fue virtualmente masacrada.
Manns describe el enfrentamiento entre los marinos y las tropas del ejército en Talcahuano como la mayor batalla librada en Chile en el siglo XX, con un saldo de un millar de prisioneros.
La cifra de muertos nunca fue revelada, ni por las autoridades ni la prensa de la época.
El libro reconstruye paso a paso las negociaciones del almirante Von Schroeders, delegado del gobierno, con los amotinados que encabezaban el cabo Manuel Astica Fuentes y el suboficial preceptor Ernesto González Brion.
Luego de cuatro días de conversaciones en Coquimbo, la negociación se rompió y los barcos amotinados en esa bahía fueron atacados desde el aire, en un combate aeronaval sin mayores consecuencias, pues los pilotos no se atrevían a bombardear desde menos de 2.500 metros de altura para no ser alcanzados por el fuego de los barcos.
El libro revela que mientras Von Schroeders parlamentaba, el ministro del Interior, Luis Izquierdo, comprometía el apoyo de Estados Unidos para acabar con la rebelión si el gobierno chileno no lograba controlarla.
Las maniobras dilatorias del negociador lograron romper la unidad de los rebeldes y la desercion de los marineros de dos barcos en Coquimbo, mientras se preparaba la ofensiva militar contra el apostadero naval en Talcahuano.
El movimiento de la marinería tuvo un gran respaldo popular, sobre todo entre el proletariado minero de las salitreras del norte, cerradas tras la «gran depresión», y de las minas de carbón de Lota y Coronel, en la zona de Talcahuano.
La Federación Obrera de Chile preparaba una huelga nacional en apoyo a los marinos, que, a su vez, habían hecho suyas las demandas de los trabajadores, pero la iniciativa no alcanzó a cristalizar antes de que las autoridades controlaran la rebelión.
Fue un hecho que pudo cambiar la historia de Chile, lo cual explica el velo oficial de silencio sobre este episodio, señaló la periodista Mónica González durante el lanzamiento de la reedición de la obra, el día 27.
«La revolución de la escuadra» se registró en uno de los tramos más agitados de la historia de Chile en la primera mitad del siglo XX.
Trucco encabezaba un gobierno provisional tras el derrocamiento en 1930 de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo. Un año después de la rebelión de la escuadra, en junio de 1932, este país vivió una efímera república socialista de 12 días, presidida por el comodoro de aviación Marmaduque Grove.
Fue Grove quien indultó a González Brion, Astica Fuentes y otros marinos condenados a muerte o presidio perpetuo por el amotinamiento de 1931.
Estados Unidos estuvo dispuesto a intervenir en 1931 para impedir la expansión del ejemplo de la revolución bolchevique de 1917, pese a que entonces en Chile el Partido Comunista, fundado en 1922, era aún pequeño y el Partido Socialista solo nacería en 1933.
Para el ex senador y ex dirigente socialista Carlos Altamirano, la furia con que se combatió a los amotinados de la escuadra es una muestra más del carácter excluyente y conservador de la oficialidad de la armada chilena, donde era inconcebible una rebelión de la marinería.
En contraste, los suboficiales y marinos rasos, discriminados por una fuerza naval que se considera heredera de la mejor escuela británica, han dado frecuentes testimonios de su identificación con los procesos populares.
Las analogías de este episodio chileno con el amotinamiento de acorazado Potemkin en la fallida revolución rusa de 1905, inmortalizado por la famosa película de Serguei Eisenstein, o con el papel de los marinos bolcheviques en 1917 es inevitable, señaló el escritor y ex senador comunista Volodia Teitelboim.
Altamirano recordó que en agosto de 1973 él fue acusado de sedición al interior de la Armada, porque tomó contacto con suboficiales que buscaban denunciar la conjura golpista contra el gobierno de la izquierdista Unidad Popular y que un mes más tarde puso fin al gobierno de Salvador Allende, iniciado en 1970.
Cuando Manns publicó en 1972 la primera versión de «La revolución de la escuadra» fue también objeto de una acusación por «sedicioso» ante la Fiscalía Naval, lo cual lo obligó en 1973 a salir de Chile para evitar un arresto.
«Eso me salvó la vida, ya que para el golpe del 11 de septiembre no estaba aquí», dijo este creador, autor de notables ensayos históricos sobre las luchas sociales, de novelas de marca mayor como «El corazón a contraluz» y cantautor aplaudido por varias generaciones, con temas como «Arriba en la cordillera» o «El cautivo de Til-Til».
Como lo describiera Teiltelboim, Manns es un «hombre orquesta, un creador múltiple y un luchador que dispara con las palabras y con el arma de la verdad». (FIN/IPS/ggr/mj/ip cr/01