AMBIENTE-ANTARTIDA: Aves al borde de un ataque de nervios

El estrés dejó de ser exclusivo de los humanos, que se han encargado de transmitirlo a los animales, en especial a especies que hasta hace poco vivían en parajes aislados, ahora invadidos por el turismo, como la Antártida.

El petrel gigante antártico y el gaviotín antártico son dos de las aves, propias del continente helado, víctimas de la contaminación acústica introducida por los hombres que llegan en ruidosos barcos o aviones.

Científicos del Instituto Antártico Chileno y de la Universidad de Jena, de Alemania, iniciarán en diciembre una singular investigación, que permitirá medir las afecciones nerviosas y cardíacas que afectan a esas dos aves y las obligan a alterar sus costumbres, poniendo en riesgo su supervivencia.

La indagación tendrá como instrumento básico cuatro huevos artificiales, que se instalarán en nidos del petrel y el gaviotín, para registrar sus reacciones ante ruidos ajenos en el periodo de incubación.

Cada huevo contiene un estetoscopio de alta sensibilidad, conectado a un micrófono, que a su vez transmite a una grabadora la evolución de las pulsaciones cardíacas de las aves, para registrar así científicamente sus grados de tensión o estrés.

El experimento se realizará en la isla Rey Jorge, el punto más cercano al continente de la península Antártica, situada 1.200 kilómetros al sur de Punta Arenas y a unos 3.700 kilómetros de Santiago.

La isla Rey Jorge constituye el espacio más habitable del inhóspito continente antártico, con una profusión de bases y estaciones militares y científicas de Alemania, Argentina, Brasil, Chile, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Perú, Polonia y Rusia.

Por la facilidad de acceso que ofrece, esta isla es el destino preferido de las expediciones turísticas que se llevan a cabo a partir de diciembre, en el verano austral, coincidiendo con los periodos de reproducción de las aves antárticas.

El biólogo chileno Javier González señaló al diario El Mercurio, de Santiago, que el ruido y los movimientos veraniegos cambian radicalmente las condiciones en que la fauna de ese sector de la Antártida vive el resto del año.

El petrel, que empolla un único huevo entre octubre y diciembre, abandona el nido apenas escucha un ruido extraño y vuela durante una media hora, regresando al nido cuando se ha alejado el peligro.

Ese lapso puede ser mortal para el embrión que se gesta dentro del huevo, si sobreviene por ejemplo una ventisca o se produce una brusca baja en la temperatura.

El petrel gigante antártico es considerado el ave más vulnerable a la «contaminación turística» entre la numerosa fauna de aves y mamíferos marinos que viven en ese continente.

Es un ave de grandes dimensiones, puede llegar a medir 88 centímetros de largo y sus alas abiertas alcanzan un diámetro de dos metros. Se le encuentra en su versión subantártica en toda la costa de Chile e incluso hasta en Perú, porque se desplaza con las aguas frías de la corriente de Humboldt.

Es un ave voraz, agresiva y omnívora, que se alimenta de carroña y de otras aves, pichones o huevos, incluyendo a pingüinos. Llega a devorar a ejemplares de su misma especie, heridos o cansados, y entre los varios nombres locales que recibe está el de «jote (buitre) de mar».

Esta especie, aparentemente poderosa, está amenazada por la llamada «industria sin chimeneas» del turismo, ya que tiende también a alimentarse de desechos en la cercanía de las bases, lo cual repercute negativamente en el desarrollo de sus crías.

La investigación de los científicos alemanes y chilenos permitirá establecer, tanto en el caso del petrel como del gaviotín antártico, los efectos más invisibles de la presencia de extraños en su hábitat, a través de índices sobre su producción de hormonas y latidos en esas circunstancias.

El gaviotín, con un largo promedio de 43 centímetros, tiene también su hábitat en la isla Rey Jorge, con sus nidos expuestos igualmente a las incursiones de turistas o a los desplazamientos del personal de las bases, en verano, en lanchas a motor, avionetas o helicópteros.

Existe igualmente preocupación de los científicos por el skúa o salteador polar, otra ave de la isla Rey Jorge, cuya costumbre de robar huevos ajenos lo convierte en el único pájaro depredador del petrel gigante.

La investigación chileno-alemana tiene previsto concluir su trabajo en recomendaciones para crear zonas protegidas, que permitan a las aves poner sus nidos en un mejor ambiente, similares a las que ya existen en la pequeña isla Ardley, a escasa distancia de la bahía Fildes de la isla Rey Jorge.

Las iniciativas de protección ecológica en la Antártida están respaldadas por el Protocolo de Madrid, suscrito en 1991 en el marco del Tratado Antártico Internacional para precisar las responsabilidades de la comunidad mundial en ese continente.

La Antártida es, a la vez, patrimonio de toda la humanidad y un continente abierto, lo cual significa que cualquier país puede instalar allí bases con fines científicos, pero sin reclamar ni proclamar soberanía sobre ninguna porción de su territorio.

En ese espacio de convivencia internacional, que convierte al extremo norte de la isla San Jorge en una suerte de Torre de Babel, el Protocolo de Madrid mantiene la prohibición de explotar recursos naturales con fines económicos, pero permite el turismo dentro de los parámetros de la preservación ambiental. (FIN/IPS/ggr/dm/en/01

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