La reconstrucción de Afganistán luego de dos décadas de guerra debe incluir los deseos de la población afgana y apoyo político y económico permanente, advirtieron participantes de una conferencia en la capital pakistaní.
La reunión de Islamabad para discutir la reconstrucción de la infraestructura social y económica de Afganistán comenzó el martes, paralelamente a la conferencia en Bonn sobre el futuro político de ese país centroasiático.
De los más de 300 delegados reunidos en la capital de Pakistán, la mayoría son afganos pertenecientes a organizaciones no gubernamentales (ONG). También hay representantes de varios gobiernos, organismos humanitarios e instituciones financieras multilaterales.
La conferencia, de tres días de duración, forma parte de una estrategia internacional para reconstruir Afganistán mediante un liderazgo político competente, fondos adecuados y cooperación entre distintas instituciones donantes.
Paul Oquist, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, advirtió contra las «reparaciones en el acto» y la «fatiga de los donantes», y afirmó que debe haber instituciones especiales y recursos «de posguerra» durante un plazo prolongado.
En la reconstrucción, los gobiernos y organismos donantes deben permitir que los afganos moldeen el futuro de su país, señalaron delegados.
«No vine a esta conferencia para decirles de qué manera el Banco Mundial y otros donantes reconstruirán Afganistán», declaró Mieko Nishimizu, vicepresidente del Banco Mundial.
«No podemos pensar en reconstruir Afganistán sin escuchar a su pueblo soberano. No podemos continuar la misma exclusión que arruinó la vida de los afganos por tanto tiempo», agregó.
Oquist citó los ejemplos de Japón y Alemania, que renacieron de sus cenizas después de la segunda guerra mundial y pudieron transformar su destruida infraestructura industrial en otra insfraestructura moderna y económicamente competitiva.
Afganistán no posee un aparato gubernamental, pero eso puede transformarse en una oportunidad para crear un estado moderno, participativo y responsable, arguyó.
Organizaciones internacionales estimaron la cifra necesaria para reconstruir Afganistán en 10.000 millones de dólares. La respuesta de los donantes, y si ésta tendrá en cuenta las necesidades y aspiraciones de los afganos, se verá en los próximos meses y años.
En la última década, la asistencia internacional a Afganistán sumó entre 200 y 300 millones de dólares anuales, principalmente para fines humanitarios, y gran parte bajo la forma de alimentos u otra ayuda en especie.
La mayor parte se canalizó a través del Llamado Anual para Afganistán, además del periódico Llamado de la Sequía. Para el período octubre 2001-marzo 2002, se convocó a un «alerta de donantes» de 584 millones de dólares.
Hasta ahora, el mayor donante bilateral ha sido Estados Unidos, seguido por la Unión Europea.
La mayor parte de la ayuda internacional a Afganistán se entrega a través de ONG. Hay unas 40 con un gasto anual superior a un millón de dólares cada una, además de numerosas organizaciones pequeñas.
Las agencias de las Naciones Unidas suelen canalizar su ayuda a través de esos grupos. Las ONG más importantes, principalmente internacionales, atraen grandes donaciones directas.
En ausencia de un gobierno efectivo y de liderazgo, las ONG se han transformado en los principales actores en materia de educación primaria (especialmente para niñas), suministro de agua potable en las áreas rurales, unidades de atención primaria de la salud y remoción de minas antipersonales.
Un documento del Banco Mundial advirtió que la situación económica de Afganistán repercute en toda la región a través del contrabando, el narcotráfico, el terrorismo, el extremismo, los flujos financieros y el movimiento de personas.
Por esa razón, se prevé que los países vecinos también se beneficiarán del proceso de reconstrucción de Afganistán.
«Cualquier esfuerzo de rehabilitación y reconstrucción en Afganistán requerirá un enfoque de largo plazo para todos los países limítrofes», destacó Yoshihiro Iwasaki, director del Banco Asiático de Desarrollo.
Pakistán, en la esperanza de que la reconstrucción del vecino Afganistán beneficie a su maltrecha economía, ya preparó a su comunidad empresarial para participar en los trabajos de rehabilitación.
Por ejemplo, suministró trigo a crédito al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y ofreció ayuda técnica para construir una infraestructura de irrigación y remover minas en Afganistán.
Sólo la remoción de minas costará unos 500 millones de dólares, se estima.
Además, debe reconstruirse la base de producción agrícola para que pueda sustentar a más personas, y reparar y construir caminos para llegar a partes inaccesibles del país, entre otras tareas.
Pero los esfuerzos de reconstrucción física en Afganistán «no pueden separarse del desarrollo económico y social a largo plazo», advirtió el Banco Mundial.
«La mera restauración de la situación previa a 1978 dejaría a Afganistán como uno de los países más pobres del mundo. Esto dificultaría mucho la estabilidad política y la integración nacional, y volvería al país muy vulnerable al resurgimiento de conflictos», previno la institución financiera.
«El crecimiento de la población desde los años 70 hace que la base económica y la estructura preexistentes no puedan en ningún caso sustentar a la actual población, menos si los (millones de) refugiados en países vecinos vuelven a Afganistán», destacó el Banco.
Por lo tanto, concluyó, «la reconstrucción deberá incluir un esfuerzo masivo de desarrollo», y «los servicios de educación y salud, que nunca alcanzaron a la mayoría de la población, deberán ampliarse significativamente». (FIN/IPS/tra-en/ni/js/mlm/dv/01