Los puestos de trabajo en la industria de Brasil cayeron nueve por ciento entre 1985 y 1999, lo que equivale a casi medio millón de trabajadores, pese a que la cantidad de empresas creció 21 por ciento, según datos divulgados este viernes.
Ese retroceso es producto de la reestructuración del sector, profundizada entre 1995 y 1999, cuando la economía tuvo una rápida transformación, forzada por la apertura del mercado, la brusca reducción de la inflación y el aumento de importaciones favorecidas por la sobrevaluación de la moneda local respecto del dólar.
La industria perdió tamaño, pero se hizo más fuerte y competitiva, dijo Silvio Sales, jefe del Departamento de Industrias del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), organismo del Ministerio de Planificación.
El promedio de empleados en cada empresa del sector bajó de 56,4 a 42,5 en los 14 años estudiados. Esos datos se corresponden con el crecimiento del número de empresas, que pasó de 97.221 en 1985 a 117.838 en 1999, mientras que los trabajadores ocupados bajaron de 5.483.921 a 5.003.642 en el mismo lapso.
Pero el despido de tantos no significó un descenso de la producción. A pesar de que Brasil afrontó algunos años de recesión, la producción de la industria creció 24,73 por ciento entre 1991 y agosto de 2001, según estadísticas coyunturales del IBGE.
Estas cifras reflejan una gran expansión de las pequeñas y microempresas, en un sector donde la política anterior concedía prioridad a las grandes plantas, como las fábricas de vehículos.
La industria de pequeño tamaño (hasta 100 empleados), que en 1985 representaba 91,5 por ciento del sector y sólo absorbía 13,8 por ciento de los empleos ofrecidos, alcanzó en 1999 una participación de 93,7 por ciento y empleó a 37,8 por ciento de los trabajadores del área.
Esos datos muestran que las pequeñas y microempresas aumentaron su oferta laboral, mientras las grandes industrias redujeron su personal de manera dramática, ante los recortes de costos exigidos por la apertura comercial brasileña, tras una rápida rebaja de la protección arancelaria y de otras barreras.
Brasil adoptó hasta 1990 la estrategia de sustitución de importaciones, con un mercado muy protegido por elevados aranceles e incluso la simple prohibición de importar miles de productos, entre los cuales se contaban automóviles y bienes electrónicos.
En 1990 se inició un proceso de apertura, que se acentuó en 1994, cuando finalmente se logró reducir y controlar la inflación, a través del llamado Plan Real de estabilización económica.
La fuerte valorización de la moneda local, el real, que estimuló las importaciones, fue una de las medidas implementadas para contener la presión inflacionaria.
Así, Brasil, que hasta entonces era una «máquina» de obtener superávit comercial, con un récord de 15.308 millones de dólares en 1992 y 13.117 millones en 1993, invirtió la balanza a partir de fines de 1994.
Al finalizar 1994 todavía Brasil presentaba un superávit comercial de 10.390 millones de dólares, pero en 1995 ya descendió hasta cruzar la barrera y registrar un déficit de 3.352 millones de dólares, que duplicó en los tres años siguientes.
La industria fue obligada a realizar un gran esfuerzo para aumentar su productividad en pocos años, debido a la competencia de las importaciones.
La industria automovilística, por ejemplo, que en los años 80 empleaba casi 150.000 trabajadores para producir un millón de vehículos, redujo su personal a menos de 100.000 para alcanzar el doble de la producción en 1997.
La producción de bienes de capital fue una de las áreas de mayor dinamismo, al crecer 43,03 por ciento entre 1991 y agosto de este año. A ello contribuyó la agricultura, que también registró impresionante aumento de la productividad en la década pasada.
Las compras de máquinas y nuevos equipos por agricultores interesados en mecanizar su actividad representó un gran aporte para la industria de bienes de capital, apuntó Mariana Rebouças, experta del IBGE.
La tendencia de reducción de empleados se concentró hasta ahora en las grandes empresas industriales, que emplean a más de 500 trabajadores cada una.
Las pequeñas y microempresas recién han iniciado una búsqueda activa de incremento de la productividad, por mejora de procesos y modernización de los equipos, explicó Rebouças.
En términos de ventas, las grandes empresas siguen acaparando la facturación, con 60,3 por ciento del total en 1999. Las pequeñas compañías lograron un pequeño avance, de 13,8 a 15,2 por ciento de participación en los ingresos totales, de 1985 a 1999. (FIN/IPS/mo/dm/if lb/01