FRANCIA: Gobierno reabre heridas de la guerra de Argelia

El gobierno de Francia reabrió heridas de la guerra de independencia de Argelia (1954-1962) al rendir homenaje a argelinos que combatieron bajo la bandera francesa.

El presidente Jacques Chirac encabezó el primer homenaje desde el fin de la guerra a los harkeños argelinos, que lucharon contra el Frente de Liberación Nacional (FLN) de su país.

Los harkas fueron fuerzas irregulares indígenas creadas por Francia y España en sus campañas coloniales en Africa del norte. Estuvieron bajo órdenes de oficiales de la potencia colonial, que les proporcionaba armas y municiones y les pagaba con dinero o en especie.

Los harkeños argelinos son considerados traidores por el gobierno de su país, y el homenaje aumentó recientes tensiones entre Argel y París.

Chirac afirmó que Francia tiene «una deuda moral» con los harkeños, y que la ceremonia de homenaje, realizada en París el martes, era un «reconocimiento» de su «sacrificio y dignidad».

La mayoría de los harkeños argelinos fueron evacuados de su país poco después del fin de la guerra de independencia, junto con los soldados franceses, pero muchos quedaron a merced del FLN.

El FLN ejecutó en forma sumaria a numerosos harkeños, unos 150.000 según informes no verificados, y descendientes de las víctimas han acusado a Francia de complicidad con la masacre.

Chirac arguyó el martes que París no pudo evitar los «actos de barbarie» cometidos hace 39 años por el FLN contra los harkeños que permanecieron en Argelia.

Además, los harkeños evacuados a Francia fueron recluidos en instalaciones militares, y no se les permitió mezclarse con la población francesa.

El diario argelino editado en árabe Saout Al Ahrar, del aún gobernante FLN, sostuvo que el homenaje equivalía a «pedir a Argelia que perdone a los traidores».

Otro diario argelino, Le Quotidien d'Oran, editado en francés, sostuvo que la ceremonia del martes fue «una afrenta histórica», y acusó a Chirac de mantener «prejuicios» acerca de la guerra de independencia.

«Francia no ha admitido en forma oficial las terribles masacres que acompañaron su colonización de Argelia, cometidas en nombre de la civilización y la paz», señaló.

Incluso el liberal periódico argelino El Watan criticó a París, y afirmó que «los harkeños eligieron su bando, sus enemigos y su destino, y fueron abandonados por sus amos».

La cuestión de los harkeños no la única pendiente entre París y Argel. Otra es el presunto asesinato en París, en octubre de 1961 y por parte de la policía francesa, de varios cientos de árabes.

En aquel momento, las autoridades de la capital francesa habían impuesto un toque de queda a la población árabe, con la intención declarada de evitar que el FLN cumpliera una presunta amenaza de realizar atentados terroristas en esta ciudad.

Historiadores y cientistas sociales franceses, entre ellos Pierre Vidal-Naquet, han afirmado con base en documentos que la policía de su país capturó y ejecutó a «varios cientos de personas», cuyos cadáveres arrojó al río Sena.

El actual gobierno municipal de París planea erigir este año un monumento en memoria de aquellas víctimas, en el centro de la ciudad.

Por otra parte, testimonios e investigaciones han confirmado en los últimos años que las fuerzas de ocupación francesas en Argelia torturaron y ejecutaron en forma sumaria a cientos de personas durante la guerra de independencia de ese país.

Entre esos testimonios están los de los generales retirados Jacques Massu y Paul Aussaresses, conductores de las fuerzas militares francesas en Argelia de 1955 a 1961, quienes admitieron que se cometieron esos crímenes para «restaurar la ley y el orden».

En la actualidad, Massu afirma que está arrepentido y sostiene que París debe pedir perdón al pueblo argelino, pero Aussaresses reivindica aquellos actos.

«Mis acciones en Argelia fueron actos de lealtad hacia mi país. Era mi deber, aunque no me gustara. No hay que arrepentirse de un deber cumplido», sostuvo en un libro.

Las formas de tortura aplicadas a argelinos incluyeron choques eléctricos, violaciones, falsas ejecuciones y sofocamiento mediante mascarillas de plástico que contenían sustancias cáusticas, admitió.

En los años 70, Aussaresses entrenó en Argentina a fuerzas contrainsurgentes de ese país.

El general retirado ha reconocido en entrevistas que ejecutó en persona a civiles argelinos sospechosos de ser integrantes del FLN, y al dirigente guerrillero Larbi Ben M'hidi, asesinado el 4 de marzo de 1957.

«Lo ahorcamos de modo que pareciera que se había suicidado. Después de asegurarme de que había muerto, ordené que su cadáver fuera llevado al hospital, llamé por teléfono a Massu y le dije: 'Mi general, Ben M'hidi acaba de suicidarse. Le enviaré mi informe sobre el caso mañana por la mañana'», contó.

«Massu se limitó a gruñir antes de colgar, porque sabía que mi informe había sido preparado dos días antes», agregó.

Las revelaciones de Aussaresses causaron numerosas protestas de franceses y argelinos, pero ya en 1954, poco antes de que comenzara la guerra de independencia, intelectuales de Francia habían advertido acerca de la brutalidad de las fuerzas coloniales de su país en Argelia.

«Es absolutamente necesario evitar que la policía y el Ejército franceses torturen a personas (en Argelia), cueste lo que cueste», escribió el 2 de noviembre de 1954 el escritor francés François Mauriac.

Un año después, el director de la policía francesa, Jean Mairey, comparó los métodos de las fuerzas de sus país en Argelia con «los de la Gestapo», la policía secreta nazi.

«Todas las acciones militares de Francia en Argelia, desde la ocupación de ese país en 1830, se caracterizaron por extrema violencia contra la población autóctona. Las torturas no fueron excesos aislados sino un sistema», afirmó en 1996 el historiador francés Raphaelle Branche.

El debate sobre esos crímenes se reabrió en Francia en junio del año pasado, luego de que ciudadanos argelinos presentaran en París una demanda judicial contra oficiales franceses, a quienes acusaron de cometer en Argelia crímenes contra la humanidad.

Entre los demandantes estuvo Louisette Ighilahriz, activista por la independencia argelina torturada en 1957, quien contó su experiencia en una carta abierta.

Ighilahriz fue capturada en Argel, y oficiales franceses la torturaron y violaron en forma reiterada durante tres meses, hasta que un desconocido médico francés salvó su vida, al encontrarla moribunda en la prisión y llevarla al hospital.

La Fiscalía francesa arguye que todos los crímenes cometidos durante la guerra de independencia de Argelia fueron abarcados eb 1962 por una Ley de Amnistía francesa. (FIN/IPS/tra- eng/jg/mn/mp/ip hd/01

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