Las cartas anónimas con esporas de ántrax siembran el pánico en Estados Unidos y obligan al gobierno a facilitar el acceso de la población al tratamiento y a la vacuna contra la mortal bacteria.
Más de 35 personas en los estados de Florida y Nueva York y en el distrito de Washington estuvieron expuestas al ántrax, entre ellos empleados de correos que manejan los sobres. Cinco personas se infectaron y una ha muerto.
Entre los infectados no hay ninguno de los destinatarios de las cartas, como el líder de la mayoría demócrata del Senado, Tom Daschle, el gobernador de Nueva York, George Pataki, o personalidades de la televisión.
El ántrax se transmite por contacto con la piel, mediante la inhalación de las esporas o a través del consumo de carne de animales infectados. La forma de transmisión más virulenta es la inhalación.
La enfermedad provoca lesiones ulcerosas y síntomas similares a los de la gripe. Resulta mortal en 20 por ciento de los casos en que los infectados no reciben tratamiento de antibióticos, que son eficaces si se toman poco después del momento de la infección.
El antibiótico contra el ántrax, el Ciprofloxacin -conocido como Cipro-, se puede adquirir en la mayoría de las farmacias de Estados Unidos sin receta médica, aunque las existencias actuales del mismo se consideran insuficientes para combatir un brote importante.
También hay una vacuna, pero todas las dosis pertenecen al Departamento de Defensa y no están disponibles para la población civil.
La patente del antibiótico pertenece a la empresa farmacéutica alemana Bayer. Esa compañía asegura que puede cubrir la demanda y triplicar la producción en Estados Unidos a más de 200 millones de unidades, ante la creciente presión para que permita la producción genérica del fármaco.
El gobierno de Canadá anunció el jueves que, ante las actuales circunstancias «extraordinarias», producirá una versión genérica de Cipro y desconocerá la patente de Bayer. India también estaría lista para producir y exportar el antibiótico a un «precio atractivo».
Bayer «toma la violación de su patente con mucha seriedad, y estamos preparados para considerar todas las opciones para defenderla», advirtió un portavoz de la empresa alemana, en referencia a posibles demandas judiciales.
Aunque Estados Unidos no pretende ignorar la patente de Bayer sobre el Cipro, que vence a fines de 2003, el Congreso analiza un proyecto de ley que exigiría a las empresas farmacéuticas revelar, si los hubo, los pagos a firmas competidoras para que no produjeran versiones genéricas de sus medicamentos.
Esos acuerdos violarían las leyes antimonopólicas de Estados Unidos, además de costar cientos de millones de dólares a los consumidores, según la estatal Comisión Federal de Comercio Exterior.
El gobierno de Estados Unidos dispuso en 1998 un programa de vacunación obligatoria de los efectivos de las Fuerzas Armadas, como capítulo de un plan de miles de millones de dólares para la defensa ante la guerra bacteriológica.
Pero la vacunación -inicialmente de seis dosis seguidas de un refuerzo anual- se volvió impopular cuando cerca de tres por ciento de los soldados que la recibieron sufrieron vértigo, dolores de cabeza y otros efectos secundarios, como parálisis gastrointestinal.
Más de 400 integrantes de las Fuerzas Armadas que se rehusaron a vacunarse fueron llevados ante un tribunal militar y dados de baja.
La cuarta parte del personal que abandona la Guardia Nacional Aérea y el cuerpo de reserva de la fuerza aérea menciona aprensión ante el programa de vacunación contra el ántrax como el factor principal de su retiro, según consta en un informe del Congreso.
Los críticos también señalan un vínculo entre la vacuna contra el ántrax y el llamado síndrome de la guerra del Golfo, un término que engloba enfermedades sin explicación comprobadas en veteranos del conflicto de 1991 contra Iraq.
Doce por ciento de los veteranos estadounidenses de la guerra del Golfo perciben o han percibido compensaciones por incapacidad debido al extraño síndrome, según información del Instituto de Medicina Laboral y del Medio Ambiente.
Un comité especial del Congreso aconsejó el año último la suspensión de la vacunación hasta que se demuestre su inocuidad. El Departamento de Defensa rechazó la recomendación, pero en julio fue obligado a suspender el programa debido a la disminución de los suministros.
La única vacuna disponible contra el ántrax es fabricada por el laboratorio BioPort, que esta semana solicitó permiso a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) para distribuir el producto, después de tres años de interrupción a causa de problemas de control de calidad en su factoría de producción.
La FDA demora en promedio cuatro meses para responder, aunque esta vez podría ser más rápida, dada la situación de emergencia.
Los críticos de la vacuna de BioPort, entre los que se cuentan militares en servicio activo y en situación de retiro, presentaron también una petición esta semana a la FDA para clasificar el producto en la segunda categoría, de productos inseguros, ineficaces o falsos, y declarar adulteradas las dosis almacenadas.
Kathryn Hubbell, presidenta de la organización no gubernamental Red de la Vacuna contra el Antrax, de apoyo a integrantes de las Fuerzas Armadas, calificó de «ilegal» la vacuna de BioPort, cuya aplicación no es a su juicio otra cosa que un programa «de experimentación médica».
El laboratorio asegura que la renovación de su planta de producción ha resuelto los problemas que se presentaban. Así mismo, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, afirmó que si bien las cosas «no han salido a las mil maravillas» para BioPort, se le concederá «una nueva oportunidad».
Mientras, otras dos compañías están sacando partido de la pública inquietud ante el bioterrorismo. Se trata de Avant Immunotherapeutics y Corixa Corp., que trabajan en el desarrollo de vacunas contra el ántrax, y cuyas acciones aumentaron 50 por ciento desde principios de este mes.
Los fabricantes de guantes de plástico de Asia también vieron aumentar la demanda de sus productos desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, que propagaron el temor a la guerra bacteriológica.
Las Fuerzas Armadas y los Institutos Nacionales de Salud desarrollan sus propias vacunas contra el ántrax, que aseguran estarán listas para los ensayos clínicos en los próximos meses.
Aún no se sabe quiénes son los responsables de los atentados con ántrax, ni si las cartas proceden de un mismo grupo o individuo.
Hay decenas de laboratorios en Estados Unidos que utilizan esporas de ántrax para su investigación, en su mayoría de carácter veterinario. Al menos 24 países tienen existencias de ántrax, y muchos más lo guardan en forma clandestina.
Algunas de las cartas tendrían referencias a Alá (Dios en árabe), pero el FBI (Buró Federal de Investigaciones) no está convencido de que estén relacionadas con los atentados del 11 de septiembre y «analiza firmemente» la posibilidad de que sean obra de estadounidenses de extrema derecha.
Vincent Cannistraro, antiguo experto en antiterrorismo de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), dijo al diario Washington Post que las cartas con ántrax «no tienen las huellas de una operación (del presunto terrorista) Osama bin Laden».
La red Al Qaeda (La Base) de Bin Laden «quiere provocar la mayor cantidad de víctimas y muertes posibles. Mediante cartas individuales no se logra eso. Esto podría ser alguien más que aprovechó la crisis actual», sugirió Cannistrato. (FIN/IPS/tra- en/ks/aa/aq ff/ip/01