El gobierno de China y el Vaticano tendrán este mes una oportunidad de mejorar sus relaciones, tras décadas de hostilidad, al conmemorarse el 400 aniversario de la admisión del sacerdote católico Matteo Ricci en la Corte Imperial china.
Nadie espera una rápida reconciliación, pero se confía en que el gobierno chino nicie modestos contactos con la Iglesia Católica.
Beijing rompió relaciones diplomáticas con el Vaticano y expulsó a todos los misioneros extranjeros tras el acceso al poder del Partido Comunista en 1949, y el Vaticano es el único gobierno europeo que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, donde las fuerzas derrotadas por los comunistas se proclamaron aquel gobierno legítimo de toda China.
Hace cinco décadas que el gobierno instauró una versión del catolicismo controlada por el Estado mediante la Asociación Patriótica Católica (APC), que designa a sus propios sacerdotes y obispos, y cuyos integrantes juran obediencia al Partido Comunista.
Es ilegal mantener vínculos con el Vaticano y la Iglesia Católica, muchos de cuyos obispos y sacerdotes han sido perseguidos y encarcelados.
Unos cuatro millones de chinos están registrados como integrantes de la APC, y la Iglesia Católica afirma que tiene el unos ocho millones de fieles clandestinos. China tiene unos 1.300 millones de habitantes.
En los años 50, el papa Pío XII decretó que la APC no podía ser considerada católica, y el Vaticano se mantuvo hostil a Beijing hasta los últimos años, cuando el actual papa Juan Pablo II comenzó a trabajar con el objetivo de reconciliar a la Iglesia Católica con la APC.
Ricci (1552-1610), un jesuita italiano que vivió 28 años en el país y adoptó el nombre local Li Matou, es venerado en China por sus logros académicos, que incluyen libros escritos en mandarín, la lengua oficial china, y por su actividad misionera respetuosa de los valores y tradiciones nacionales.
El sacerdote adaptó el catolicismo a los valores y prácticas culturales del país, y permitió que los conversos chinos mantuvieran ritos tradicionales para honrar a sus antepasados y al filósofo Confucio.
El emperador Wan Li, de la dinastía Ming, eligió en persona el sitio en que fue enterrado Ricci, en el lado exterior de las antiguas murallas de Beijing.
La tumba no fue dañada por la insurrección antioccidental de la sociedad secreta de Los Puños Armónicos, llamados boxers por los europeos, a fines del siglo XIX, ni por la Revolución Cultural (1966-1976) impulsada desde el Partido Comunista en nombre de la pureza ideológica.
En la actualidad, el sepulcro de Ricci está dentro del edificio de la Escuela Central de Cuadros del Partido Comunista.
"Li Matou es conocido por todos los niños de las escuelas chinas. Es probable que sea la personalidad extranjera mejor conocida del país", señaló con orgullo Yang Rong, encargado de un programa especial de investigación sobre Ricci de esa institución.
Ser recibido por el emperador era "un honor que no se otorgaba a cualquier extranjero, y Wang Li estaba tan impresionado por los logros de Ricci que le permitió vivir cerca de la Ciudad Prohibida, el palacio imperial", enfatizó.
La práctica misionera del jesuita en China fue muy discutida por las autoridades de la Iglesia Católica, y en 1704 el Vaticano prohibió los ritos católicos adaptados que había ideado Ricci.
El emperador chino Kang Xi, de la dinastía Qing, respondió con un edicto de intolerancia contra la Iglesia Católica.
El legado de Ricci comenzó a ser reconocido por el Vaticano desde fines de los años 40 del siglo XX, y Juan Pablo II comenzó en 1982 los trámites para declarar santo al jesuita.
Una portavoz del Vaticano dijo que "no hay nada seguro" en las perspectivas de reconciliación con Beijing, e indicó que aún no se ha decidido quién representará a la Iglesia Católica en una conferencia sobre Ricci que se realizará en Beijing este domingo, y continuará en Roma los días 24 y 25 de este mes.
La Fundación Matteo Ricci de Italia enviará a Beijing una delegación de alto nivel encabezada por Giulio Andreotti, ex primer ministro de ese país, y se espera que Juan Pablo II hable en la sesión romana.
El vicepresidente de la APC de Beijing, Liu Bainian, dijo a IPS que no estaba al tanto de gestiones para la reconciliación con la Iglesia Católica, y señaló que "cualquier cosa que ocurra deberá ser iniciada por el Vaticano".
Las relaciones entre Beijing y el Vaticano empeoraron el año pasado, cuando la APC designó en enero a cinco nuevos obispos, y la Iglesia Católica declaró santos el 1 de octubre, festividad nacional del país, a 120 chinos a los cuales considera mártires.
Beijing protestó con dureza y afirmó que los 120 nuevos santos habían sido "pecadores y malhechores" al servicio del imperialismo occidental.
"Ricci fue un pionero ejemplar al separar la religión de la política. El Vaticano sirve a la política, no a la religión, al mantener relaciones diplomáticas con Taiwán y santificar a personas recomendadas por la Iglesia Católica taiwanesa", sostuvo Liu.
"El espíritu de Ricci puede ser una buena inspiración para muchos" en la "delicada cuestión" de las relaciones entre el Vaticano y Beijing, opinó el obispo católico Joseph Zen, de Hong Kong.
"Sin embargo, temo que persisten demasiadas restricciones políticas para que haya un gran avance" en esas relaciones, añadió. (FIN/IPS/tra-eng/ab/js/mp/cr ip/01)