El ataque de Estados Unidos contra Afganistán tiene el respaldo de la mayoría de los gobiernos asiáticos, pero cada vez más activistas por la paz cuestionan la política de combatir la violencia con la violencia.
Organizaciones no gubernamentales (ONG), grupos religiosos y ecologistas y partidos de izquierda de toda Asia temen que la guerra en curso sólo aporte más pobreza a la región y aumente las tensiones sociales y políticas.
«No creemos que la guerra pueda ser una solución al terrorismo. La guerra es una forma de terrorismo organizado en gran escala, con mayor número de víctimas», dijo Sonny Melencio, líder del Partido Socialista Laborista, de Filipinas.
Organizaciones filipinas de izquierda, religiosas y estudiantiles protestaron ante la embajada de Estados Unidos en Manila casi todos los días desde los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
Los manifestantes condenaron el terrorismo, pero también se oponen a que Estados Unidos recurra a la guerra para combatir el problema.
Más de 756 organizaciones de la sociedad civil de Corea del Sur, entre ellas la poderosa Confederación Coreana de Sindicatos, firmaron el 10 de este mes una solicitud al gobierno para negar ayuda a Washington en su campaña contra Afganistán.
«El terrorismo no se puede justificar de ninguna manera. Tampoco la guerra de represalia. La matanza de civiles inocentes en Afganistán debe detenerse de inmediato», declararon los firmantes de la petición.
Hubo declaraciones similares y manifestaciones de protesta contra la guerra frente a las embajadas de Estados Unidos en Hong Kong, Bangkok, Tokio, Kuala Lumpur, Nueva Delhi e Islamabad.
En Pakistán, la atención internacional se concentró en cientos de musulmanes radicales que protestan contra el respaldo del gobierno de facto de Pervez Musharraf a la campaña militar de Estados Unidos, pero también hubo numerosas manifestaciones por la paz organizadas por sindicatos y grupos civiles no religiosos.
Miles de mujeres activistas participaron en una concentración por la paz en Lahore, el 25 de septiembre, entonando cánticos contra el terrorismo y el fundamentalismo religioso, pero también para pedir a Estados Unidos que no bombardee las ciudades afganas.
En la ocasión, la antigua presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, Asma Jahangir, dijo que el pueblo paquistaní no necesita consejos de Estados Unidos para combatir el terrorismo.
«Como víctimas del terrorismo desde hace tiempo, sabemos muy bien lo que significa para la humanidad. Nos solidarizamos con las víctimas del 11 de septiembre, pero no queremos más derramamiento de sangre de gente inocente», declaró Jahangir.
En la vecina India, donde el gobierno nacionalista hindú apoyó la política de Estados Unidos contra Afganistán, grupos pacifistas se pronunciaron contra la guerra.
En Calcuta, bastión del movimiento izquierdista indio, miles de activistas protestaron frente al consulado de Estados Unidos tras los primeros bombardeos sobre Afganistán, exigiendo el fin de la guerra y una solución política al problema del terrorismo.
Manifestaciones similares se realizaron en otras grandes ciudades de India, como Nueva Delhi, Bombay y Madrás.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre y la subsecuente campaña militar estadounidense son considerados por los grupos de la sociedad civil de Asia como un gran revés para los derechos humanos.
«Creemos que nuestro gobierno usará el terrorismo como una excusa para profundizar la represión de los grupos disidentes de todo signo, además de incrementar la ya elevada militarización del país», advirtió Rasti Delizo, dirigente de la organización social Sanlakas, de Filipinas.
Muchos temen que el gobierno filipino, que enfrenta una larga y cruenta rebelión separatista en el sur en el que tiene fuerte influencia un grupo fundamentalista islámico, aproveche la oleada internacional contra las actividades terroristas para reprimir a minorías.
En India, los activistas que ya afrontan la animadversión gubernamental hacia las minorías esperan una persecución más severa hacia la población musulmana, que constituye 11 por ciento de los 1.000 millones de habitantes del país.
Cinco integrantes del Foro de Resistencia de Pueblos de Toda India fueron detenidos la semana pasada en Nueva Delhi por distribuir folletos contra la guerra.
A los activistas de Corea del Sur y Japón les preocupa la creciente «derechización» del gobierno japonés. Tokio ofreció el envío de soldados con fines «humanitarios» para ayudar a Estados Unidos y sus aliados en la guerra contra Afganistán, lo cual hace temer la militarización del país.
La decisión de Estados Unidos de emplear medios militares para resolver un problema «esencialmente político», seguramente determinará «el incremento de la militarización de la región», señaló el socialista filipino Melencio. (FIN/IPS/tra-en/ss/mmm/aq dc/ip/01