/AMPLIACION/AFGANISTAN: El paso del tiempo conspira contra EEUU

La guerra antiterrorista de Estados Unidos no marcha según lo planeado, a casi dos semanas del comienzo de la campaña militar contra Afganistán.

Los líderes de Estados Unidos y Gran Bretaña procuran proyectar determinación y confianza, pero la preocupación por la falta de avance en varios frentes aumenta en Washington y en Europa, donde cada vez más organizaciones humanitarias exigen el rápido fin de los bombardeos.

Tampoco ayudó que aviones de guerra estadounidenses acertaran en blancos erróneos. En un caso destruyeron una aldea próxima a un antiguo campamento de entrenamiento. En otro, arrasaron un depósito de suministros de ayuda que tenía una gran cruz roja pintada en el techo.

Militarmente, el movimiento fundamentalista Talibán, que controla la mayor parte de Afganistán, resultó un escollo mayor de lo previsto.

En el terreno diplomático, las gestiones para forjar una coalición que gobierne tras el pretendido derrocamiento del Talibán también se frustraron, por los intereses en conflicto de las diversas facciones afganas y de algunos países.

«Aunque aún existe la esperanza de que el Talibán se desmorone en los próximos días, parece resistir mejor de lo que esperábamos. Y cuánto más resista, más difícil será expulsarlo», comentó un funcionario en Washington.

Simultáneamente, los diplomáticos estadounidenses intentan atenuar la creciente tensión por la región de Cachemira entre India y Pakistán, dos vecinos rivales y con armas nucleares, y entre la Autoridad Nacional Palestina e Israel, donde el ministro de Turismo fue asesinado el miércoles.

Así mismo, el conflicto de Cachemira o la escalada de la violencia israelí-palestina seguramente habrán de exacerbar el sentimiento antioccidental en el mundo islámico, mientras el gobierno de George W. Bush procura convencer a los musulmanes de que sólo lucha contra el terrorismo, y no contra el Islam.

«Tenemos más crisis de las que podemos manejar por el momento. Los funcionarios del Departamento de Estado (cancillería) se sienten como un cuerpo de bomberos», dijo un auxiliar del congreso.

El frente militar ha sido especialmente frustrante. Washington esperaba que la primera semana de bombardeo devastara la infraestructura y la moral del Talibán, causara deserciones en masa en todo el país y el colapso del poder del movimiento fundamentalista afgano a fines de mes.

Altos funcionarios del Pentágono (Departamento de Defensa), insistieron esta semana en que los bombardeos habían «destripado» la capacidad de combate de Talibán, luego que se informara la deserción de 3.000 combatientes talibanes en el norte durante el fin de semana.

Pero el miércoles, las fuerzas de Talibán hicieron retroceder a los rebeldes de la Alianza del Norte, que pretendían ocupar la meridional y estratégica ciudad de Mazar-i-Sharif.

Mazar-i-Sharif es considerada un punto clave para los planes de Washington. Su captura desalojaría al Talibán de todo el norte del país, salvo Kabul, y el Pentágono pretende utilizar su aeropuerto – que no ha sido tocado por bombas ni misiles- como base para las fuerzas terrestres de Estados Unidos.

Washington esperaba que Mazar-i-Sharif estuviera en poder de la Alianza del Norte en esta etapa, para permitir el avance de las fuerzas rebeldes hacia el oeste, hasta Herat. Esa ofensiva presionaría al bastión de Talibán en Kabul.

Ahora esos planes podrían retrasarse. Incluso comandantes rebeldes reconocen que podría llevar semanas antes de que puedan recabar la fuerza suficiente para tomar la ciudad.

Washington también tiene grandes dificultades en el frente político para reunir una coalición multiétnica que reemplace al Talibán.

Esa coalición se elegiría mediante una Ioya Jirga, o consejo tribal tradicional, reunido en torno de la autoridad del rey exiliado Zaher Shah, e integrada por tajikos, uzbekos, hazaras y otras facciones étnicas que conforman la Alianza del Norte, además de patanes (pashtún) contrarios al Talibán, muchos de cuyos dirigentes viven en Pakistán occidental.

Los patanes son la base étnica del Talibán y el mayor grupo étnico de Afganistán, con 40 por ciento de la población.

Como las rivalidades étnicas son tan profundas, Estados Unidos pretende asegurar que la Alianza del Norte no ocupe la capital antes de que se logre armar una coalición más amplia.

Por eso los aviones estadounidenses aún no desataron todo su poder contra las defensas talibanas 60 kilómetros al norte de Kabul.

Esta semana, el secretario de Estado (canciller) Colin Powell se reunió en Pakistán con el presidente Pervaez Musharraf, quién le exigió que dirigentes talibanes «moderados» tuvieran un papel destacado en un gobierno posterior al Talibán, como garantía de los intereses paquistaníes y patanes.

Powell habría accedido al pedido, lo cual agrega más complicaciones a la búsqueda de una coalición viable que reemplace al Talibán.

Los dirigentes de la Alianza temen quedar al margen y dan señales de no querer cooperar con esa estrategia estadounidense. Los patanes antitalibán que cooperaban con Washington antes de esta semana también manifestaron su inquietud por el acuerdo entre Powell y Musharraf.

Así mismo, Estados Unidos suponía que la ONU enviaría a Afganistán fuerzas de mantenimiento de la paz tras la derrota o el colapso del Talibán. Sin embargo, el propio enviado especial de la ONU a Afganistán, Lakhdar Brahimi, puso en duda esa posibilidad.

«Afganistán es un país muy difícil. Es un pueblo muy orgulloso y no le gusta recibir órdenes de extranjeros. No les gustan los extranjeros, sobre todo con uniformes militares», sostuvo. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/01

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