Dos tercios de los dos millones de habitantes de Kuwait proceden de otros países y el ingreso de trabajadores inmigrantes continúa, pese a que la mayoría de ellos son discriminados o maltratados.
Dos enfermeras filipinas de un hospital de Kuwait, a quienes llamaremos María y Lucía, han sido amigas durante más de 10 años y están juntas la mayor parte del tiempo. Iniciaron un negocio de venta de alimentos y se acompañan para almorzar en sus días libres, cuando hacen compras y en la iglesia una vez por semana.
Así se ayudan a vivir en la sociedad kuwaití, muy distinta de la de su país de origen, y en la que no tienen familiares.
«Es difícil estar solas, pero sabíamos en qué nos metíamos cuando salimos de nuestro país. No vinimos a divertirnos, sino a trabajar y ahorrar», dijo a IPS Lucía.
María tiene más de 40 años y reside en Kuwait desde 1978, cuando llegó con el primer grupo de 28 enfermeras filipinas que buscaban mejores ingresos.
«Ni siquiera sabía dónde estaba Kuwait, y en realidad quería ir a Irán, pero supe que el ingreso por habitante de los kuwaitíes era uno de los más altos del mundo», explicó María. Eso ocurrió un año antes de la revolución islámica que cambió en forma radical a Irán.
«Me trataron muy bien cuando llegué, como a una persona muy importante, con alojamiento gratuito y un buen salario», recordó.
María no podía imaginar entonces que pocos años después los kuwaitíes se propondrían compartir lo menos posible de la riqueza del país, y cambiarían su actitud hacia los trabajadores extranjeros, indispensables para el funcionamiento de la economía.
Lucía llegó a mediados de los años 80, cuando tenía 21 años, aconsejada por su hermano, quien residía entonces en Kuwait, pero abandonó luego el país.
«Vivimos en el mismo alojamiento en el que se instaló María hace 20 años, que no ha sido remodelado desde entonces. Se cae a pedazos. No he recibido un aumento de salario desde 1987, pese a que me ascendieron», comentó.
La experiencia y reputación profesional adquirida en Kuwait por las enfermeras filipinas, que siempre fueron la mayoría de quienes ejercían esa profesión en el país, determina que puedan acceder a empleos en Europa, donde los salarios y las condiciones de vida son mucho mejores.
Lucía se prepara para viajar a Irlanda, como lo han hecho muchas de sus colegas filipinas, y en la actualidad es difícil saber cuántas quedan en el país.
En Kuwait viven unos 65.000 filipinos. Cerca de 30 por ciento de las mujeres son empleadas domésticas. El país es el octavo destino preferido por los 840.000 filipinos que emigran cada año para trabajar en otras naciones.
Los trabajadores extranjeros realizan las tareas que los kuwaitíes evitan, o sea, casi todas. La mayoría de las empleadas del servicio doméstico en Kuwait son asiáticas.
«Kuwait no funcionaría sin nosotros», dijo un filipino que no quiso ser identificado.
La petición de anonimato fue casi constante al entrevistar a filipinos, y casi todos los consultados por IPS mostraron poca disposición a señalar si había algo en sus condiciones de vida que los molestara.
Kuwait es un pequeño país, donde todo se llega a saber, y la deportación es un riesgo constante.
La discriminación abarca desde las remumeraciones al derecho a tener hijos, y afecta a casi todos los trabajadores extranjeros. La mayoría de las excepciones se producen en los casos de personas provenientes de paíes de Occidente.
Los trabajadores inmigrantes tienen prohibido afiliarse a sindicatos, y pueden vivir en el país durante 20 años sin que se les permita aspirar a la ciudadanía.
«Deportamos de inmediato a las prostitutas extranjeras que logramos detener», dijo a IPS Abdallah Rashed, subdirector del departamento de investigaciones criminales de la policía.
Cuando la policía detiene a kuwaitíes por vender servicios sexuales, se limita a pedirles que no reincidan y luego las libera.
Las trabajadoras del servicio doméstico son deportadas si quedan embarazadas, aunque el embarazo se deba a una violación.
Muchas de esas mujeres abortan para permanecer en el país, pero es difícil establecer el número de sus casos porque abortar es ilegal, pero una mujer occidental residente en Kuwait dijo a IPS que su marido es propietario de una clínica clandestina de abortos a la cual acuden muchas mujeres todos los meses.
Filipinas entrevistadas dijeron que es frecuente que hombres kuwaitíes se les acerquen en las calles y les digan «dos dinares, dos dinares», para indicar cuánto están dispuestos a pagar por servicios sexuales.
Dos dinares son sólo seis dólares, pero algunas mujeres aceptan la oferta, debido a su acuciante necesidad de dinero.
Otras son explotadas sexualmente por proxenetas, que se quedan con la mayor parte del pago de los clientes y las obligan a brindar servicios sexuales en terribles condiciones, a menudo en pequeñas habitaciones donde atienden varias mujeres.
El centro de Kuwait parece Asia los viernes y los domingos, cuando miles de mujeres provientes de Filipinas o Sri Lanka pasean tras asistir a servicios religiosos.
Durante esos paseos, muchas son abordadas por hombres kuwaitíes o provenientes de otros países, quienes les ofrecen un trabajo biene remunerado que a menudo resulta ser la venta de servicios sexuales.
Es difícil entrevistar a mujeres atrapadas en las redes de proxenetas, y aún más difícil lograr testimonios de las trabajadoras domésticas extranjeras víctimas de abusos, a quienes sus empleadores privan a menudo de días libres o de salir a la calle.
«Muchas asiáticas ingresan al hospital exhaustas por exceso de trabajo, o con marcas de quemaduras en todo el cuerpo», señaló María.
El trabajo doméstico es el peor empleo en Kuwait y en todo el mundo árabe, aseguró.
En 1991, poco después de que Kuwait fuera liberado de la ocupación iraquí, el gobierno de Filipinas llegó a prohibir la emigración de sus ciudadanos al país, debido al aumento de los casos de abuso contra empleadas domésticas, que llevaron a cientos de ellas a pedir asilo en la embajada filipina.
En algunos casos, las empleadas domésticas son víctimas de «una pauta de violación, golpes y otras formas de maltrato que quedan en su mayoría impunes», afirmó la organización no gubernamental humanitaria Human Rights Watch, con sede en Nueva York, en un informe sobre Kuwait pubilcado en 1995.
«La ley kuwaití exacerba el problema, al excluir a las empleadas domésticas de la normas sobre derechos laborales», añadió. (FIN/IPS/tra-eng/kg/js/lb hd/01