ESTADOS UNIDOS: La clave es saber qué aviva las llamas

Los atentados que hoy derribaron las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y alcanzaron al Pentágono en Washington, los peores en la historia de Estados Unidos, tendrán secuelas en la política antiterrorista de Washington y en las finanzas internacionales.

En lo inmediato, la atención general se concentrará en la búsqueda de los culpables.

Luego surgirán interrogantes sobre la eficacia de los sistemas antiterroristas y los servicios de inteligencia del gobierno, que no impidieron que al menos tres aviones de líneas comerciales fueran secuestrados e impactaran contra las torres y el Pentágono, que resultó parcialmente demolido.

Todas las sospechas iniciales apuntan a los fundamentalistas islámicos como responsables de los ataques.

Pero los atentados también tendrán impacto en los planes del gobierno para instalar un escudo nacional de misiles, en su capacidad para fomentar una mayor cooperación internacional en materia de defensa y política exterior, y en los derechos civiles de la población estadounidense de origen árabe.

El número de víctimas a raíz del colapso de las torres gemelas de Nueva York aún no se conoce, pero el golpe que recibieron los mercados financieros podría ser muy fuerte, ya que se cree que entre los muertos hay personal jerárquico de bancos con oficinas en los edificios derribados.

Así mismo, destacadas empresas marítimas, jurídicas y del sector fabril tenían sus oficinas en las torres.

Los mercados financieros de Estados Unidos se cerraron este martes y no abrirán hasta el jueves. Todos los aeropuertos civiles permanecen clausurados, al menos hasta el mediodía del miércoles, informó la Autoridad Federal de Aviación.

El atentado contra el Pentágono (Departamento de Defensa) pondría en tela de juicio la eficacia de los sistemas para impedir ataques aéreos y de otra índole contra edificios del gobierno. Entre esos sistemas se encuentra una compleja red de radares y misiles tierra-aire.

Si, como se supone, esos episodios -y el supuesto secuestro de un cuarto avión que cayó en Pittsburgh, Pennsylvania- fueron el resultado de un plan terrorista coordinado, entonces los organismos de inteligencia tendrán que rendir cuentas por no haberlo descubierto.

Los hechos de este martes tuvieron lugar mientras funcionarios de inteligencia aseguraban tener cada vez más acorralados a grupos islámicos asociados con el presunto terrorista saudita Osama bin Laden, el hombre más buscado por Estados Unidos.

"Es una grave humillación de Estados Unidos y demuestra que nuestros servicios de inteligencia no son tan buenos", comentó Emilio Viano, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de la American University de Washington.

Washington soportará presión política y psicológica para reaccionar con decisión. Cuando sus embajadas en Kenia y Tanzania fueron atacadas en 1998, el gobierno bombardeó con misiles objetivos en Afganistán y Sudán, donde presuntamente se encontraba Bin Laden.

Ahora Bin Laden se encuentra refugiado en Afganistán, protegido por el movimiento fundamentalista islámico Talibán, que controla más de 90 por ciento del territorio afgano.

La entonces secretaria de Estado (canciller) Madeleine Albright dijo que se trataba de "la guerra del futuro" de Estados Unidos contra los "países delincuentes" y las redes terroristas que éstos fomentan.

Pero analistas sostienen que poner énfasis en la naturaleza "delincuente" de los enemigos de Estados Unidos excluye la posibilidad de realizar un análisis más profundo y limita las opciones de Washington a tomar ataques de represalia.

"En lugar de calificar nuestros enemigos de delincuentes y locos, que Bin Laden podría ser perfectamente, debemos saber cómo consiguen sus seguidores. ¿Qué aviva las llamas?", señaló a IPS el profesor de política en la Universidad de San Francisco, Stephen Zunes.

Por ejemplo, los líderes terroristas explotan la percepción generalizada de que Estados Unidos mata de hambre a los niños iraquíes porque Washington defiende las sanciones económicas contra el régimen de Saddam Hussein, explicó Zunes.

Al mismo tiempo, Washington es criticado por apoyar la ocupación militar israelí de los territorios palestinos y los asesinatos de palestinos y árabes a manos de fuerzas israelíes, así como por su respaldo a regímenes autocráticos en Medio Oriente y otras regiones.

A pesar de estas cuestiones, el gobierno estadounidense tiene argumentos para sostener que los hechos de este martes exigen una cooperación internacional mucho más estrecha en la lucha contra el terrorismo.

"Esto exige una respuesta única de la comunidad internacional", dijo Richard Holbrooke, ex embajador estadounidense ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

No está claro si Washington obtendrá la cooperación que aspira, en particular a la luz de su creciente y criticado distanciamiento del sistema multilateral.

En pocos meses el gobierno de George W. Bush dio la espalda a tratados internacionales sobre armas pequeñas, misiles antibalísticos, pruebas de armas nucleares, guerra biológica, cambio climático y racismo.

La valoración estadounidense del peligro experimentó un cambio enorme. El Pentágono comenzó a revisar la concepción tradicional de fuerzas nacionales entrenadas y desplegadas para sostener dos conflictos simultáneos de una magnitud similar a la guerra del Golfo, de 1991.

El presidente Bush inició una campaña para financiar su sistema nacional de defensa con misiles, así como planes de defensa misilística en Asia y otras regiones.

Por una parte los incidentes de este martes respaldará a quienes sostienen que ese sistema, concebido para repeler ataques misilísticos, no podrá proteger efectivamente a Estados Unidos y sus aliados de atentados terroristas.

Por otra parte, si se prueba que gobiernos extranjeros tuvieron alguna participación en los ataques, los promotores de la defensa misilística sostendrán la confirmación de la amenaza que constituyen las "naciones delincuentes" y, por tanto, la necesidad de un amplio escudo misilístico nacional.

Cuando algunos medios de prensa cuestionaron la efectividad de intervenciones de largo alcance, como las represalias con misiles, los funcionarios del Pentagóno aprovecharon para defender la necesidad de una presencia militar estadounidense "previamente desplegada" en el exterior.

El impacto de los acontecimientos de este martes será extraordinario no sólo en términos políticos, sino en los sentimientos de la ciudadanía sobre su propia seguridad y los peligros que enfrenta, sobre todo desde el exterior.

El antecedente más citado por los analistas fue el sorpresivo ataque japonés de diciembre de 1941 contra la flota estadounidense del oceáno Pacífico apostada en Pearl Harbour.

Ese ataque impulsó el ingreso pleno de Estados Unidos en la segunda guerra mundial, pero sus efectos permanecieron durante mucho tiempo.

Durante más de 50 años la frase "recordemos Pearl Harbour" fue el lema preferido de los promotores de la seguridad nacional y un poderoso argumento para gastar trillones de dólares en el mantenimiento de las fuerzas armadas y la estructura de inteligencia más poderosas del mundo.

Pearl Harbour condujo directamente a la reclusión de los ciudadanos estadounidenses de origen japonés en campamentos de detención. Los ciudadanos de origen árabe y las organizaciones musulmanas han manifestado su preocupación sobre las posibles consecuencias de los atentados de este martes.

"Pedimos a nuestros conciudadanos que no se apresuren a juzgar y a acusar a sus vecinos y colegas arabe-estadounidenses que están sufriendo, como todos los estadounidenses, por estos despreciables actos", dijo el Instituto Arabe Estadounidense con sede en Washington.

"No importa quiénes sean los responsables últimos de estos asesinatos terroristas, ninguna comunidad religiosa o étnica debería ser considerada sospechos o culpada colectivamente", exhortaron.

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