La anunciada negativa de Cuba a firmar una condena al terrorismo en la Cumbre Iberoamericana que se realizará en Lima en noviembre amenaza con reproducir los conflictos de la cumbre del año pasado, celebrada en Panamá.
Cuba dijo que coincide con América Latina, España y Portugal en calificar de «execrables e inhumanos» los ataques terroristas cometidos contra Estados Unidos la semana pasada, pero su firma no figurará en la condena que los mandatarios iberoamericanos firmarán en Lima.
«Los cubanos preferimos hacerlo con nuestras propias palabras y por nuestra propia cuenta, porque suscribir ese documento con países que se han negado a condenar execrables actos terroristas contra Cuba no sería honorable ni deseable», dijeron en la noche del jueves portavoces del gobierno.
Esta será la segunda Cumbre Iberoamericana en que La Habana se abstiene de suscribir una declaración conjunta.
Cuba carece de relaciones diplomáticas con Estados Unidos desde comienzos de los años 60 y está excluida desde entonces de la Organización de Estados Americanos (OEA). Por eso, su participación en las Cumbres Iberoamericanas le abrieron un importante frente diplomático a principios de la pasada década.
En noviembre de 2000, en Panamá, la negativa del presidente Fidel Castro a estampar su firma en una declaración contra las «acciones del grupo terrorista (separatista vasco) ETA cometidas en España» desató una fuerte polémica en la Cumbre.
«Reiteramos nuestro compromiso de combatir conjunta y firmemente, a través de todos los medios legales a disposición del Estado de Derecho, cualquier tipo de acción terrorista», sostiene la declaración.
Cuba consideró la declaración «insuficiente, incompleta y selectiva», al no tomar en cuenta «a países que, como Cuba, han sufrido el flagelo del terrorismo por más de 40 años».
El caso provocó un fuerte enfrentamiento verbal entre Castro y el presidente salvadoreño Francisco Flores. Además, causó un enfriamiento de las relaciones entre Cuba y otros países, entre ellos México.
También se originó tensión entre el gobierno cubano y el de Panamá, encabezado por Mireya Moscoso, luego de que Castro denunció que exiliados cubanos preparaban un atentado en su contra durante la cumbre.
Los complotados, encabezados por el anticastrista Luis Posada Carriles, fueron descubiertos y encarcelados, pero Moscoso no accedió a la demanda cubana de extradición.
Cuba acusa a Estados Unidos de persistir en una «política de agresión sistemática» en la cual «no han estado ausentes el terrorismo, los sabotajes y asesinatos».
En la sudoriental ciudad estadounidense de Miami, bastión de los exiliados anticastristas, «se pasean por las calles terroristas confesos, (que) se jactan de sus fechorías, las anuncian y preparan públicamente, sin que las autoridades» traten de impedirlas o castigarlas, sostuvo en agosto el parlamento cubano.
A su vez, el Departamento de Estado (cancillería) estadounidense incluyó este año nuevamente a Cuba en la lista de países que, en su opinión, apoyan al terrorismo internacional, junto con Corea del Norte, Irán, Iraq, Libia, Siria y Sudán.
La Habana «mantuvo vínculos con otros estados que patrocinan el terrorismo y con insurgentes latinoamericanos», entre ellos integrantes de «las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional», indicó en mayo el Departamento de Estado en su último informe sobre terrorismo.
«Varios terroristas del grupo vasco ETA que obtuvieron refugio en Cuba hace años continuaron viviendo en la isla, al igual que varios terroristas estadounidenses», según el informe.
Con tales antecedentes, la onda expansiva de los ataques terroristas contra Estados Unidos podría llegar, si no ahora, en un futuro próximo, a Cuba, alertaron expertos.
«Cuba y Venezuela, cuyo actual gobierno es un estrecho aliado de Castro en América Latina, quedaron desde el 11 de este mes bajo riguroso escrutinio», comentó un diplomático latinoamericano.
Castro condenó los ataques terroristas el mismo día en que fueron cometidos, pero sin dejar de acusar a Estados Unidos de emplear el terrorismo en su conflicto con Cuba.
La crisis no impidió, sin embargo, que ambos países sostuvieran algunos contactos diplomáticos, aunque «esporádicos» y limitados a un mínimo de asuntos».
La portavoz de la cancillería cubana, Aymée Hernández, señaló esta semana que los últimos contactos se refirieron al tráfico de inmigrantes y a «cualquier intento de utilizar» el territorio de Cuba «para actividades terroristas contra Estados Unidos u otros países».
También se consideraron «temas que, con motivo de la situación internacional creada, puedan ser convenientes para el objetivo de luchar contra actividades ilegales», explicó Hernández en una declaración escrita.
Los contactos «carecen de especial significación y no han tenido carácter secreto o anormal», especificó. (FIN/IPS/pg/mj/ip/01