La bicicleta parece en retirada de las calles de la capital cubana, pese a que se recomienda su uso por cuestiones de salud y ambiente y a que aún subsiste el déficit de transporte colectivo automotor.
«En los peores años de la crisis sólo tenía mi bici para ir a la universidad y ahora quisiera seguir utilizándola, pero no consigo las piezas para arreglarla», dijo Mariela Rodríguez, una ingeniera de 31 años.
Al igual que otros miles de universitarios, Rodríguez recibió su vehículo a precio subsidiado por el Estado, que realizó grandes importaciones de bicicletas y las distribuyó entre estudiantes y trabajadores en la primera mitad de los años 90.
Además, las autoridades implementaron una red de talleres de reparación y de estacionamiento de bicicletas y construyeron sendas especiales, en busca de asegurar el tráfico masivo de ciclistas.
«Compré la bicicleta muy barata y me resolvió la vida, pues junto con la desaparición del campo socialista, principal proveedor de Cuba, también desaparecieron las guaguas (autobuses) añadió Rodríguez.
La extinción a principios de los 90 de la Unión Soviética y del socialismo en Europa oriental significó para Cuba un impacto social dramático, debido al brusco descenso de su parque automotor y de la disponibilidad de combustible.
En 1993 circulaban menos de la mitad de los autobuses que había en 1989 y los viajes se redujeron casi a una cuarta parte en ese lapso, de modo que Rodríguez tampoco tuvo otra opción que pedalear alrededor de 15 kilómetros diarios para ir y volver a la universidad.
Expertos señalaron que en ese periodo también disminuyó aproximadamente un tercio la emisión de gases tóxicos de automotores, ya que alrededor de ocho por ciento de los 2,2 millones de habitantes de La Habana se trasladaban en bicicleta diariamente.
En La Habana hay un millón de bicicletas y en todo el país, de 11 millones de habitantes, la cantidad es de tres millones, según cálculos oficiales.
Empero, una buena cantidad permanece en algún rincón de la casa, ya sea porque no hay repuestos para repararlas o porque el relativo repunte económico de los últimos años permitió mejorar el transporte colectivo.
«Mucha gente se cansó de buscar infructuosamente las piezas de repuesto y terminó por vender la bicicleta o dejarla abandonada,», comentó Roberto García, dueño de un pequeño taller de reparación de esos equipos.
García obtuvo la licencia para trabajar por cuenta propia en 1994 y en ese entonces recibía clientes durante todo el día, pero ahora la situación es muy diferente.
«A veces trabajaba hasta las nueve de la noche, en cambio en estos días la clientela se redujo a la mitad y quizás hasta a menos, pese a que en este barrio soy el único», apuntó.
La circulación de vehículos en La Habana aumentó en los últimos años, pues muchas empresas e instituciones estatales trasaldan a su personal en autobuses propios y una línea de taxis colectivos cubre algunas rutas de gran demanda.
Sin embargo, el transporte colectivo aún es insuficiente, por lo cual la bicicleta sigue siendo una necesidad», comentó José Saavedra, coordinador de un grupo interesado en promover las virtudes ecológicas del pedaleo sobre dos ruedas.
Saavedra explicó que la utilización de la bicicleta como alternativa ambiental requiere primero superar las dificultades económicas actuales, que limitan la creación de una infraestructura adecuada para el ciclismo.
«El uso desgasta, y si uno sale a las carreteras fuera de la ciudad hay que hacerlo bien preparado, además de que no hay un abastecimiento estable de repuestos», acotó.
Así mismo, subrayó que tampoco existen señalizaciones específicas de tránsito para el ciclista y que el mercado aún no está en condiciones de ofrecer todo el equipamiento necesario para un tráfico seguro, incluida la ropa adecuada.
Las estadísticas le dan la razón a Saavedra, ya que en los primeros nueve meses del año pasado fallecieron en accidentes de tránsito 158 personas que se movilizaban en bicicleta.
El clima también conspira contra el uso sostenido de la bicicleta en Cuba, donde se registran altas temperaturas, una fuerte humedad relativa y lluvias en alrededor de la tercera parte del año. A todo esto se le debe agregar el mal estado de calles y rutas.
No obstante, los partidarios de la bicicleta la defienden por sus beneficios sobre la calidad de vida de las personas, tanto desde el punto de vista físico como psíquico, especialmente en distancias de entre cinco y 15 kilómetros diarios.
En los últimos años surgieron en este país algunos clubes de cicloturismo, aunque la experiencia no se ha generalizado y en muchos casos se limita a la realización de recorridos con fines educativos y turísticos.
También se desarrollan proyectos ambientales como el de La Habana Vieja, cuyo centro histórico alberga una experiencia de promoción de la bicicleta como «medio de transporte limpio», realizada en colaboración con una organización no gubernamental de Canadá.
Con ese objetivo se abrió hace unos dos meses un taller donde los residentes de la Habana Vieja podrán comprar, alquilar o reparar sus bicicletas, actividad ésta a cargo de cuatro jóvenes mujeres adiestradas por asesores canadienses.
En tanto, el grupo Ciclex, en marcha desde 1995, prevé fabricar en los próximos cinco años unas 150.000 bicicletas, aunque buena parte de la producción se exporta a América Central y el Caribe o se vende en la red interna de tiendas en dólares.
«Esperamos en el transcurso de un tiempo no lejano satisfacer esa gran demanda que hay de piezas de repuesto», dijo a IPS María Cristina García, gerente de negocios de Ciclex, dedicado también al armado de motos y productos de uso doméstico. (FIN/IPS/pg/dm/tr/01