Negociadores de Corea del Norte y Corea del Sur se reunieron esta semana en Seúl, por primera vez desde marzo, y acordaron organizar el mes próximo nuevos encuentros de familias separadas en los dos países, pero siguen surgiendo obstáculos en el camino a la reconciliación.
Esos obstáculos se relacionan con problemas nacionales y con factores de la coyuntura internacional, entre los cuales se destaca el plan de respuesta diplomática y militar de Estados Unidos a los ataques terroristas del día 11 contra Nueva York y Washington.
Estados Unidos mantenía una actitud de recelo hacia Corea del Norte antes de esos ataques, y en la actualidad especialistas en asuntos internacionales piensan que las negociaciones entre Washington y Pyongyang sobre desmantelamiento del arsenal morcoreano y otras cuestiones se estancarán durante años.
Ese estancamiento se extenderá al proceso de reconciliación entre Pyongyang y Seúl, añaden.
La cuestión de la península coreana «tenía importante prioridad en la agenda estadounidense hasta la actual crisis, pero ahora es claro que ha perdido relevancia» para Washington, afirmó Kyongsoo Lho, experto en asuntos militares de la Universidad Nacional de Seúl y ex asesor gubernamental.
Lho es muy crítico de la política de acercamiento a Corea del Norte que impulsa el presidente sudcoreano, Kim Dae Jung, y realizó el comentario citado el miércoles, durante un foro organizado en Washington por la Fundación Sasakawa para la Paz.
En junio del año pasado, el mandatario de Corea del Sur se reunió en Pyongyang con su par norcoreano, Kim Jong Il, en la primera cumbre de ambos países desde su separación en 1948.
Millones de coreanos del Norte y el Sur vieron por televisión, el 15 de junio de 2000, la firma de una declaración histórica en la cual los dos presidentes se comprometieron a «resolver la cuestión de la reunificación en forma independiente y mediante el esfuerzo colectivo del pueblo coreano».
Esa declaración incluyó un plan de cuatro puntos para desarrollar la confianza recíproca mediante esfuerzos conjuntos para impulsar el desarrollo económico y el intercambio cultural.
Aquella reunión fue seguida por la organización de viajes que permitieron el reencuentro de integrantes de familias divididas, y por importantes progresos en materia de cooperación económica, entre los cuales se destacó un acuerdo para reanudar el tránsito en ferrocarril entre ambos países.
Al mismo tiempo, Estados Unidos avanzó en el proceso de normalización de sus relaciones diplomáticas con Corea del Norte.
Ese proceso comenzó en 1994, cuando Pyongyang aceptó poner fin al programa nuclear que había iniciado en tiempos de la ex Unión Soviética, a cambio de asistencia económica internacional para desarrollar otras fuentes de energía.
A comienzos de este año, poco antes de la asunción del actual presidente estadounidense, George W. Bush, su antecesor, Bill Clinton, llegó a un acuerdo preliminar con Pyongyang, que se comprometió a dejar de producir, probar y exportar misiles balísticos, a cambio de relaciones diplomáticas y comerciales normales con Estados Unidos.
Lo único que faltaba para completar ese acuerdo era la redacción definitiva de cláusulas que permitieran a Washington verificar el cumplimiento de los compromisos norcoreanos, entre ellos el de desmantelar por completo misiles que algunos funcionarios estadounidenses creen capaces de alcanzar su país.
Sin embargo, Clinton decidió no dar un impulso decisivo a esas negociaciones, mediante una visita a Pyongyang, porque le preocupaban la falta de apoyo a la iniciativa en el país, y la posibilidad de perjudicar la campaña del vicepresidente Al Gore, quien era candidato a sucederlo.
«Pocos saben lo cerca que se estuvo de un acuerdo, pero Clinton se asustó», aseguró el especialista en asuntos norcoreanos Leon Sigal.
La elección de Bush frenó el proceso iniciado por Clinton.
El presidente estadounidense se reunió en marzo en Washington con Kim Dae Jung, y declaró en esa ocasión que no continuaría las negociaciones con Corea del Norte, debido a sus dudas sobre la credibilidad de los compromisos de Pyongyang y la posibilidad de verificar su cumplimiento.
Ese anuncio de Bush contradijo declaraciones anteriores de su secretario de Estado, Colin Powell, y sorprendió al presidente sudcoreano tanto como a altos funcionarios estadounidenses.
«La forma en que Bush trató a Kim Dae Jung fue, dicho en forma suave, un desastre», sostuvo durante el foro el director de Estudios Asiáticos de la estadounidense Universidad de Georgetown, David Steinberg, un ex diplomático.
Tras la reunión de Kim Dae Jung y Bush, Pyongyang suspendió sus negociaciones con Seúl.
Luego Bush y Powell acordaron reanudar las negociaciones con Corea del Norte, y el secretario de Estado reafirmó esa línea de acción esta semana, tras reunirse con el ministro de Relaciones Exteriores sudcoreano, Han Seung Soo.
Powell aseguró que Washington «apoya con fuerza» la política de acercamiento entre Seúl y Pyongyang, y está dispuesto a reanudar su diálogo con el gobierno de Corea del Norte, «en cualquier momento y lugar en que éste desee hacerlo, y sin requisitos previos».
Sin embargo, en el gobierno estadounidense se manejan ideas que no habían sido planteadas antes a Pyongyang, entre ellas el pedido de que Corea del Norte retire de zonas cercanas a la zona desmilitarizada que la separa de Corea del Sur su actual despliegue de fuerzas convencionales y artillería.
Todo indica que Powell y otros partidarios de la negociación aún afrontan la oposición de defensores de una línea dura, entre ellos el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y su subsecretario, Paul Wolfowitz.
Las contradicciones internas del gobierno estadounidense reafuerzan el recelo de Pyongyang en relación con Washington y sus vínculos con Seúl.
Además, en Corea del Sur ha disminuido mucho el apoyo popular a la política de acercamiento con Corea del Norte que impulsa Kim Dae Jung.
Integrantes de la coalición de gobierno sudcoreana y el opositor y conservador Gran Partido Nacional han expresado durante meses severas críticas a esa política, con el argumento de que Pyongyang no ha hecho concesión alguna y es aún una importante amenaza militar.
Las próximas elecciones presidenciales sudcoreanas se realizarán en diciembre de 2002, y todos los asuntos políticos comienzan a discutirse con intereses electorales, por lo cual es posible que Seúl no pueda profundizar sus relaciones con Pyongyang «aunque Washington desee que lo haga», dijo Lho.
Selig Harrison, del Centro Académico Internacional Woodrow Wilson, señaló que tiene más esperanzas que Lho, «debido a hechos económicos» que impulsarán la estabilidad en la península coreana.
El especialista, quien ha visitado siete veces Corea del Norte desde comienzos de los años 90, mencionó la instalación de unas 800 fábricas sudcoreanas en la septentrional ciudad de Kaesong, fronteriza con Corea del Norte, y la construcción de un gasoducto desde Rusia a Corea del Sur, que pasará por Corea del Norte.
«La tensión militar no disminuirá hasta que Estados Unidos se involucre en el proceso, pero es un error subestimar el potencial de los procesos económicos en curso», afirmó. (FIN/IPS/tra- eng/ts/js/mp/ip if/01