En una lejana isla del sur de Chile, habitada por no más de 400 personas, el cineasta Andrés Wood ideó la historia que daría origen a «La fiebre del loco», una película que compitió este mes en la categoría Cine del Presente del Festival de Venecia.
El filme, que será estrenado en Santiago el 4 de octubre, fue concebido por Wood como una crítica a la codicia social, que en este caso toma como eje las disputas por la captura y venta del loco, un valioso molusco autóctono de los mares chilenos.
«El concepto de libre mercado ha entrado en la genética de los chilenos, como en el pasado el comunismo y el catolicismo. Por eso, todos en este país son expertos de teoría económica y apoyan el neoliberalismo, inclusive en la isla más perdida», dijo el realizador, de 36 años.
En «La fiebre del loco», la isla mencionada por Wood es Puerto Gala, una lejana y desconocida localidad del archipiélago de Chiloé, 1.200 kilómetros al sur de Santiago.
Hasta allí llegan en la película traficantes, buzos, empresarios, obreros y prostitutas. Todos viajan en busca del loco, apetecido por el alto precio que puede alcanzar en el mercado internacional y por sus supuestos poderes afrosidíacos.
Esa fiebre y guerra por ese producto del mar es la trama de la tercera realización de Wood, que a mediados de los años 90 se inició exitosamente con «Historias de fútbol», que lo presentó como una promesa del cine de Chile.
Hace tres años estrenó «El desquite», obra basada en una leyenda campesina recopilada por Roberto Parra, hermano de la folclorista Violeta Parra, que no cosechó tantos elogios de la crítica como la anterior.
«La fiebre del loco» no logró en Venecia el Nuevo León para la sección Cine Presente, dotado con un premio de 100.000 dólares, pero recibió elogios de la crítica que le auguran una buena taquilla en Chile y perspectivas de exportación.
La película de Wood es una coproducción chileno-mexicana- española, que se inserta en el nuevo periodo fructífero del cine chileno.
Esta nueva fase de auge tiene como hitos a «El chacotero sentimental», inspirada en un programa radial de gran audiencia, y «Coronación», basada en una novela del escritor chileno José Donoso, fallecido en 1996.
«La Fiebre del Loco» tiene el apoyo de la empresa productora española El Deseo, de Pedro Almodóvar, y de la mexicana Tequila Gang.
Este año, los estrenos locales han tenido una buena acogida del público y la crítica especializada, y se espera que la película de Wood continúe en esa senda.
El último gran éxito local de cartelera es «Taxi para tres», una película de suspenso del director Orlando Lübbert que narra las peripecias de un taxista obligado por dos maleantes de baja monta a llevarlos permanentemente en sus asaltos y robos.
El auge cinematográfico de estos últimos años refleja también nuevas políticas de fomento a la actividad fílmica.
Los realizadores chilenos han contado con el apoyo de instituciones estatales como la Corporación de Fomento (Corfo) y el Fondo Nacional para el Desarrollo de las Artes (Fondart).
Pero también los buenos resultados de taquilla son un reconocimiento a los directores más jóvenes, que han introducido nuevas temáticas y géneros, diversificando la oferta para el público.
Del realismo se ha pasado a la ficción más pura e incluso a películas de suspenso y terror, dejando atrás o tocando tangencialmente las temáticas de la dictadura del general Augusto Pinochet y del exilio, que marcaron el inicio de los años 90.
Hay ahora en las carteleras de Santiago dos películas chilenas de estreno, «Taxi para tres» y «Un ladrón y su mujer», además de una muestra con algunas de las más recientes realizaciones locales.
La película de Wood sitúa a sus personajes en un territorio lluvioso y frío, donde la fiebre del loco comienza a replantear las relaciones de los habitantes de Puerto Gala.
Ficción y realidad, porque el loco, un molusco en riesgo de extinción, tiene largos periodos en veda en Chile y cada vez que se abre el permiso de extracción, los buzos viajan desde distintos puntos del país a las costas del sur.
El filme recoge situaciones cercanas a los habitantes del extremo sur, como un barco que carga un autobús con prostitutas que recorren las islas y puertos.
Wood rescató igualmente la figura de un sacerdote italiano, Antonio Ronchi, quien ejerció su oficio durante 30 años en las inhóspitas tierras del sur de Chile y promovió la instalación de antenas parabólicas para que la población del lugar pudiera ver la televisión.
Ronchi, representado como el Padre Luis en la película, estaba convencido de que llevar la diversión a esas tierras era un medio fundamental para que sus habitantes no emigraran.
La película se rodó en duras condiciones climáticas, durante el otoño de 2000, y este año comenzó su promoción internacional.
Fue la única realización chilena en competencia en el Festival del Venecia y estaba programada su participación en el Festival de Cine Internacional de Totonto, Canadá, que fue suspendido por los atentados del 11 de este mes en Estados Unidos. (FIN/IPS/ggr/ff/cr/01