Los planes de integración y desarrollo de América Latina serán desplazados por prioridades de orden militar como consecuencia de los ataques terroristas de la semana pasada contra Estados Unidos, sostuvo una experta cubana.
La situación creó «un cambio en el sistema internacional», por el cual la seguridad será más que nunca un asunto prioritario, dijo a IPS Isabel Jaramillo, experta del Centro de Estudios de América de la estatal Universidad de La Habana.
Jaramillo consideró que la reformulación de la política exterior estadounidense como consecuencia de los ataques del 11 de este mes contra Nueva York y Washington dejará en «zona gris», por ahora, varias negociaciones comerciales entre Estados Unidos y América Latina.
Mencionó, entre otros, el acuerdo de libre comercio que Estados Unidos negocia con Chile, las preferencias arancelarias solicitadas por la Comunidad Andina de Naciones y el diálogo con el Mercado Común del Sur (Mercosur).
«Este es el peor comienzo que podía tener el siglo XXI» para América Latina, advirtió Jaramillo.
La experta consideró riesgoso que América Latina conceda un «apoyo incondicional o con muy poco margen de respuesta autónoma» a las propuestas estadounidenses de guerra contra el terrorismo, que podrían desatar «una espiral de violencia de la cual será difícil salir».
«Eso podría significar para las naciones latinoamericanas pérdida de espacios soberanos y aumento de los gastos en las esferas militar y de seguridad, en detrimento de los programas sociales», señaló.
Aviones secuestrados por desconocidos fueron estrellados el 11 de este mes contra las torres gemelas del Word Trade Center de Nueva York y contra el Pentágono, sede del Departamento (ministerio) de Defensa en Washington, con un saldo calculado en unos 6.000 muertos.
Estados Unidos identificó los ataques como «un acto de guerra» y responsabilizó al saudí Osama bin Laden, protegido por el movimiento radical islámico Talibán, que controla la mayor parte del territorio de Afganistán.
Pero Germán de la Reza, experto de las universidades Nacional Autónoma y Metropolitana de México, sostuvo que «la inestabilidad» en el proceso de apertura comercial americano tras los atentados «es de coyuntura y no detendrá el intercambio ni los procesos de negociación.
Mientras, Patricia de Galofre, de la firma comercial colombiana Martín Ibarra Asociados, y el presidente del Comité de la Industria Textil peruano, David Lemor, advirtieron que los atentados podrían retrasar de las negociaciones para prorrogar y ampliar las preferencias comerciales andinas.
Por otra parte, el diputado colombiano Benjamín Higuita dijo que el terrorismo ocupa desde el día 11 el lugar de las drogas como mayor amenaza para Estados Unidos, un cambio que ocasionarán un «impacto muy grande» a la lucha contra el narcotráfico.
El investigador colombiano Luis Valencia, de la estatal Universidad Nacional, pronosticó que los fondos previstos por Estados Unidos a la Iniciativa Andina, dirigida a mitigar los efectos del Plan Colombia contra el narcotráfico en los países vecinos, podría sufrir recortes.
Washington espera de los países de la Organización de Estados Americanos (OEA) medidas coordinadas de seguridad y un eventual apoyo a sus acciones militares de represalia contra Afganistán.
Según el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), vigente desde 1947, «cualquier ataque armado (…) contra cualquier estado americano será considerado un ataque contra todos los estados americanos».
Todos los países integrantes de la OEA están comprometidos a través de ese tratado a «ayudar a hacer frente al ataque en el ejercicio del derecho de legítima defensa».
Los países americanos condenaron de manera unánime los ataques, pero no todos están de acuerdo con involucrarse en una guerra antiterrorista encabezada por Estados Unidos, dijo Jaramillo.
La experta cubana consideró que las relaciones militares en América se mantendrán «en la lógica de la cooperación y el intercambio», aunque con mayor acento en la lucha contra el terrorismo.
Pero «la lógica militar funciona enfocada en la identificación del enemigo», y en el caso del terrorismo «eso es muy difuso» pues no se trata de un enemigo que pueda combatirse con tropas o tanques, advirtió.
Jaramillo también pronosticó que los problemas relativos a la migración, que junto con el narcotráfico y el terrorismo son las prioridades de la agenda de seguridad de Estados Unidos respecto de América, se incrementarán aún más.
«Había ya una revisión de las políticas migratorias, pero es posible que ahora sean más restrictivas», comentó. Además, previó, aumentará la xenofobia, no sólo en Estados Unidos, sino también en otras regiones del mundo.
Otros expertos cubanos comenzaron esta semana a alertar que La Habana tampoco escapa a la «onda expansiva» de los atentados de la semana pasada, a pesar de estar excluida de la OEA y de que carece de relaciones diplomáticas con Estados Unidos desde 1960.
El alza de los precios del petróleo, que el año pasado significó un gasto de 500 millones de dólares mayor al previsto, podría afectar de nuevo la economía cubana.
El gobierno de Fidel Castro alertó el miércoles a Washington que el uso de la fuerza militar contra los supuestos responsables de los atentados contra Nueva York y Washington alentaría los odios que dieron origen a los ataques.
El pueblo estadounidense «quiere justicia, no venganza», por lo que «no sería jamás partidario del método brutal de asesinar fríamente a otras personas, violar leyes y castigar sin pruebas», dijo el gobierno en una declaración oficial.
Si las pruebas contra Bin Laden existen y «no se les exige a los líderes religiosos (de Afganistán) pasar por encima de las más profundas convicciones de su fe, se podría encontrar una solución a la guerra», según el comunicado.
«Se ahorrarían ríos de sangre. Podría ser este el primer gran paso para un mundo sin terrorismo ni crímenes impunes: una verdadera asociación mundial para la paz y la justicia», de la cual el pueblo estadounidense «emergería con enorme prestigio y respeto», añadió. (FIN/IPS/pg/mj/ip/01