PERU: Vigilando el mar, con miedo al maremoto

La población de la costa de Perú debe recibir instrucciones sobre los pasos a seguir cuando se registra un maremoto, del mismo modo en que son entrenados para responder de manera adecuada a un terremoto como el del mes pasado.

A las 3.59 de la tarde del 23 de junio, en Camaná, valle costero 855 kilómetros al sur de Lima, el mar se internó tierra adentro con un ruido sordo y aterrador. Tres olas de 15 metros de altura acabaron de destruir las casas debilitadas por el terremoto ocurrido 14 minutos antes.

El maremoto que castigó las áreas urbanas y agrícolas en la parte baja del valle de Camaná causó 24 muertes y más de 100 heridos.

«El movimiento de retorno de las aguas al mar hizo tanto o más daño que el golpe de las olas, pues arrastró personas, animales y cultivos y arrancó árboles de raíz», dijo el alcalde Camaná, Enrique Gutiérrez.

Todas esas muertes y daños pudieron evitarse si la población hubiera reaccionado con la misma disciplina y conocimiento demostrado en el terremoto anterior, pues los maremotos pueden anticiparse, admite Gutiérrez.

Casi la mitad de los habitantes de las zonas bajas y cercanas a la playa de Camaná habían huido minutos antes, «porque sabían que después de un terremoto fuerte se puede 'salir' el mar, pero muchos se quedaron, confiados», explicó Jack Páez, segundo jefe de la Compañía de Bomberos de Camaná.

El terremoto, que afectó gran parte de la costa y de la sierra meridional peruana, destruyó 46.470 viviendas y edificios de varias ciudades y aldeas. Los aludes bloquearon carreteras y dañaron sistemas de riego.

Pero a pesar de su fuerza, superior a los ocho grados de la escala de Ritcher en algunos lugares, solo murieron 97 personas.

Los escasos daños en proporción con la magnitud del terremoto son atribuidos al momento en que se desató —las 3.30 de un sábado— y a la rápida y ordenada evacuación de una población entrenada con ejercicios y simulacros.

Los expertos coinciden en que las consecuencias habrían sido mucho peores si la respuesta de la población no hubiera sido serena y rápida, gracias a intensas prácticas de simulacro de terremotos, indicó el jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil, Juan Luis Podestá.

En cambio, la población de Camaná no reaccionó de manera adecuada al riesgo de «tsunami» (maremoto). Debieron saber que podría ocurrir en los minutos siguientes al sismo y muchos, en especial los cultivadores de arroz y de cebolla, permanecieron en sus tierras y viviendas y fueron sorprendidos por las olas.

Los maremotos, de origen sísmico, no ocurren de improviso. Constituyen grandes olas que y demoran en llegar a la costa entre 10 minutos y cuatro horas, según el punto de origen del movimiento en el mar, de modo que la población y las autoridades pueden adoptar medidas para una evacuación ordenada y oportuna.

Las autoridades del Instituto de Defensa Civil (IDECI) y el Servicio de Hidrología del Instituto del Mar preparan cartillas de instrucción para repartirlas entre los habitantes de las zonas más bajas sobre los 3.000 kilómetros de costa peruana sobre el océano Pacífico.

La costa peruana es vulnerable a los maremotos procedentes del otro extremo del océano, hasta Hawai, y los originados por los frecuentes terremotos causados por desplazamientos telúricos de la placa de Nazca, que convierten el litoral peruano en una cornisa inestable frente a los abismos marinos.

Entre las medidas propuestas por el IDECI figuran la adopción de sistemas de alarma sonora (sirenas o campanas) y recomendar a la población que después de un sismo sintonice Radio Programas del Perú, la radioemisora informativa privada de mayor audiencia, que actuará como canal oficial de alerta.

Los municipios distritales de La Punta y Perla Baja, en Callao, así como el consejo municipal de esa ciudad portuaria, ya adoptaron el sistema de sirenas de alerta e instruirán a sus habitantes sobre las rutas de evacuación y los puntos de refugio.

La palabra «tsunami», de origen japonés, se refiere a las grandes olas generadas por un terremoto submarino, que ocurren con frecuencia en el denominado Anillo de Fuego, zona con un frente de 32.500 kilómetros de longitud en el océano Pacifico.

Desde 1819 se registraron en Hawai 42 maremotos de gran magnitud.

«Un tsunami puede viajar cientos de kilómetros por alta mar y alcanzar velocidades de 800 kilómetros por hora. Las olas de un metro de altura en alta mar se convierten en un muro de agua que puede alcanzar hasta 18 metros al llegar a la costa», dijo el experto Emilio Villegas.

«Después de un terremoto con epicentro en el océano, se produce un oleaje de gran altura en el mar, que se traslada a toda velocidad y se estrella en las costas con gran violencia», señaló la arquitecta Teresa Chipoco, ex jefa de la Oficina de Planeamiento Urbano de Lima.

«Es una contingencia que debe tomarse en cuenta en las áreas de riesgo potencial», agregó Chipoco.

En la costa meridional de Perú la tierra sigue aún sacudiéndose, no por réplicas (acomodamiento de la falla geológica después de un terremoto), sino por sismos de escala mediana, como los ocurridos el jueves, el viernes y el sábado.

El ingeniero Julio Kuroiwa, asesor del Centro Peruano-Japonés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres, considera, al igual que otros expertos, que posiblemente en los próximos meses («o quizás días») ocurrirá un terremoto de regular intensidad en la zona central de Perú.

En esa área ya se registraron sismos superiores a los siete grados en la escala de Ritcher en 1940, 1942, 1966, 1970, 1974 y 1996.

«Hay desde 1974 un largo silencio sísmico en Lima. Según las estadísticas, se debe producir otro. Si bien las estadísticas no permiten precisar cuándo ocurrirán, sí nos indican la periodicidad relativa», comentó Kuroiwa, el más prestigioso sismólogo peruano.

«No hay que alarmar a la población, pero sí mantenerla alerta y seguir haciendo difusión sobre el comportamiento que se debe tener en los domicilios, centros de trabajo y escuelas cuando se advierte el inicio de un temblor», explicó.

«Y en las zonas bajas de la costa, en playas y balnearios, la población debe estar lista para evacuar, inmediatamente después de oír las señales de alarma, y dirigirse a los lugares indicados para escapar del golpe de las olas «, concluyó Kuroiwa. (FIN/IPS/al/mj/dv en/01

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