MUSICA: Emotivo reencuentro de Soledad Bravo con Chile

Con un emotivo recital, la cantante hispano- venezolana Soledad Bravo se reencontró con Chile, para saldar una «cuenta pendiente» desde hace 28 años, cuando el golpe de Estado contra Salvador Allende le cerró los escenarios y acabó con la difusión de sus discos.

Las 1.100 butacas del Teatro Oriente de Santiago acogieron a un entusiasta público, que en la noche del jueves acompañó a Soledad Bravo y a su guitarrista Dioni Velásquez en un recorrido por su extensa discografía.

Temas del argentino Atahualpa Yupanqui, de la chilena Violeta Parra, de los cubanos Pablo Milanés y Silvio Rodríguez y del uruguayo Alfredo Zitarrosa deleitaron a los seguidores de la artista, junto a sus interpretaciones del folclor venezolano, de tangos arrabaleros y de los poemas del español Rafael Alberti que ella misma musicalizara.

Los momentos más emocionantes de la presentación fueron marcados por el poema «A Pablo Neruda en el corazón», de Alberti, seguido por «Yo pisaré las calles nuevamente» , de Milánes, así como, al final del acto, por «Volver a los 17», de Violeta Parra, en que la artista fue acompañada también en la guitarra por su hijo, José Antonio Sánchez.

Este esperado contacto de Soledad Bravo con los chilenos fus postergado entre 1973 y 1990 por la larga dictadura de Augusto Pinochet, y aplazado una década más por una transición que tampoco logra cristalizarse plenamente en la esfera artística.

La cantante, nacida en 1943 en Logroño, España, y que emigrara de niña a Venezuela junto a sus padres republicanos, cantó por primera vez en Chile en 1972.

Era la época en que su carrera despegaba internacionalmente, con frecuentes viajes a Argentina que ella aprovechaba para pasar por Chile a visitar a amigos venezolanos exiliados.

«Fue una cosa improvisada, pero muy linda», dice, cuando recuerda esas primeras actuaciones en Santiago, en un canal de televisión, una universidad y en la Peña de los Parra, donde cantó con Isabel y Angel Parra, los hijos de Violeta, y con el Gitano (Osvaldo) Rodríguez, un cantautor de Valparaíso ya fallecido.

El 8 de septiembre de 1973 debía venir a Chile para presentaciones más formales, pero la demora de las visas le hizo desistir del viaje. «Así fue como el 11 de septiembre (cuando se produjo el golpe de Estado) a mí me tocaba estar aquí (en Santiago) y no estuve», dice.

Vino entonces el largo paréntesis dictatorial en el Cono Sur latinoamericano, que lanzó al exilio a los amigos de Soledad: los Parra, el Inti-Illimani y Quilapayún de Chile, Zitarroza y Daniel Viglietti, desde Uruguay, Mercedes Sosa en Argentina, y tantos otros.

Destacada intérprete en aquellos años del folclor venezolano y de la nueva trova cubana, tuvo cerrados no sólo los escenarios sino también el mercado discográfico de estos países. Sus interpretaciones llegaban en cintas traídas subrepticiamente por viajeros y circulaban de manera casi clandestina.

En marzo de 1990, Bravo asistió emocionada al acto popular con que se celebró en el Estadio Nacional de Santiago el fin de la dictadura de Pinochet, cuando integró la delegación oficial venezolana a la toma de posesión de Patricio Aylwin, por expreso pedido del nuevo gobierno democrático chileno.

Ese viaje incluyó así mismo una conmovedora visita al palacio presidencial de La Moneda, acompañada por ex colaboradores de Allende que vivieron allí el cruento golpe de 1973.

Saldada en alguna medida la cuenta emocional con aquella visita de 1990, quedó pendiente el reencuentro artístico con este país en que Bravo tiene múltiples lazos, tanto musicales como familiares a través de su esposo, el chileno Antonio Sánchez.

La artista es, sin embargo, desconocida para el gran público en este país, lo cual ella atribuye al largo paréntesis de difusión de su música en todo el Cono Sur durante las dictaduras. «Los avatares políticos también influyen mucho en las carreras artísticas», comenta.

Sus grandes éxitos discográficos en Venezuela y Europa no han sido tampoco promovidos en el sur de América Latina por los grandes sellos.

«Hay artistas que pertenecen al 'show business' y que son más manejados por la industria discográfica, que no es el caso de ciertos artistas que van por el mundo, que ya están hechos, que ya no son manipulables por una industria y que en el fondo hacen lo que quieren. Ese es mi caso», afirma.

La productora Conciertos Macondo, que organiza un ciclo de cantantes latinas en el Teatro Oriente, trajo a Chile a Bravo y a Dioni Velásquez, el guitarrista que la acompaña desde hace 25 años.

La artista llegó a Chile una semana después del exitoso lanzamiento en Caracas de su último álbum, «Soledad Bravo canta a Pablo Milanés», que incluye entre sus 14 canciones tres interpretaciones a dúo con el trovador cubano.

Hace un año apareció en Francia «Paloma Negra», el penúltimo álbum de su interminable discografía, en que se rescataron versiones de tangos, rancheras, boleros y canciones de la nueva trova grabadas hace 20 años sin fines comerciales en España junto a Velásquez.

En ese disco incluyó igualmente su versión de «La Maza», de Silvio Rodríguez, como testimonio de su estrecha amistad con el cantautor cubano, que muchas veces compuso temas, como el «Unicornio Azul», para que ella los grabara.

En su larga carrera musical, Bravo ha interpretado casi todos los géneros latinoamericanos, ha musicalizado poesías de Alberti y de Federico García Lorca y grabado también canciones judeo-españolas.

En toda esa abundante gama, que algunos califican de «ecléctica», ella declara que sus preferencias apuntan «sobre todo y ante todo, a la música», y explica su polifacética expresión rítmica y temática como el resultado de las vertientes españolas y latinoamericanas que marcan su existencia y su cultura.

Una existencia que reconoce desde temprano el influjo de Atahualpa Yupanqui y que en sus raíces de rebeldía europea recogió también al español Paco Ibáñez, junto a dos mujeres, la chilena Violeta Parra, que se suicidó en 1967, y Barbara, la cantante francesa, llamada en verdad Monique Serf, fallecida en 1997.

Cuenta que era tal su admiración por Violeta Parra que demoró en interpretar sus temas. «A mí me gustaba tanto escucharla a ella cantar sus cosas que me parecía hasta pecado cantarlas yo», explicó.

«Antes de que yo soñara ser cantante, Barbara me influenció mucho. Las pocas palabras que sé en francés las debo a escuchar los discos de Barbara hasta la saciedad y a aprenderme hasta los suspiros para la pronunciación», señaló Bravo. (FIN/IPS/ggr/ff/cr/01

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