INDIA-PAKISTAN: Vajpayee-Musharraf, la cumbre del pragmatismo

Los líderes de India y Pakistán, países enfrentados desde su independencia en 1947, exhiben coincidencias en las vísperas de la cumbre de este domingo, en que la paz en Cachemira será la cuestión central.

El presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, viajará este sábado a Nueva Delhi invitado por el primer ministro indio Atal Behari Vajpayee.

La reunión se realizará este domingo en la ciudad de Agra, que alberga el palacio del Taj Mahal, y será la decimonovena cumbre en los últimos 50 años de gobernantes de ambos países, divididos al independizarse en un estado de mayoría hindú (India) y otro predominantemente musulmán (Pakistán).

En ese período, los ministros de Relaciones Exteriores de ambas naciones se reunieron 65 veces para discutir la cuestión de Cachemira, el estado indio de mayoría musulmana cuya posesión condujo a tres guerras entre Pakistán e India, en 1948, 1965 y 1971.

Los dos países acordaron al cabo de la última conflagración crear una zona de alto el fuego a ambos lados de la línea fronteriza. Como consecuencia, la población cachemira quedó dividida. Nueve millones de cachemiros quedaron en territorio indio, y tres millones, en Pakistán.

Desde entonces, organizaciones separatistas cachemiras reclaman la creación de un estado independiente. El movimiento insurgente armado se inició en 1989.

«Si ambas partes se aferran rígidamente a posiciones preestablecidas, no habrá avances», pero si se muestran «sinceras y con mentalidad abierta» habrá una solución sobre Cachemira «en menos de un año», dijo Musharraf al diario estadounidense The Washington Post, en una entrevista publicada el 29 de junio.

Ese mismo día, el diario The Times of India se refirió a la «nueva visión y el fuerte sentido de la realidad» de Vajpayee, quien estaría preparado para discutir «la mejor forma de responder a las aspiraciones del pueblo» de Cachemira.

El periódico indio aseguró que Vajpayee manifestó admiración por la «sinceridad, franqueza, calidez y determinación» del general Musharraf.

Además de la repentina admiración recíproca de ambos líderes, los dos países parecen comprender el fracaso de las posiciones extremas tras 12 años de actividad guerrillera en Cachemira, una situación que obliga a ejercitar el «realismo» y a abandonar «las posiciones demasiado rígidas».

Pakistán no logró la participación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el conflicto cachemiro, ni de otras instituciones de la comunidad internacional.

India también fracasó al reducir el levantamiento cachemiro a un simple subproducto del terrorismo fronterizo supuestamente fomentado por Pakistán.

De hecho, los 12 años de insurgencia cambiaron el carácter mismo del conflicto, que no es un asunto enteramente bilateral, como hubiera querido India, ni internacional, como procuraba Pakistán.

Se trata de un conflicto trilateral, y la tercera parte son los 12 millones de cachemiros en India y en Pakistán. Es indispensable tenerlos en cuenta para asegurar cualquier acuerdo.

Musharraf realizó una serie de consultas durante tres días a fines de junio con figuras políticas, de la prensa y del clero de Pakistán.

Vajpayee mantuvo contactos con miembros de gobiernos anteriores experimentados en negociaciones con Pakistán y con expertos en política exterior. El proceso en India culminará en una conferencia de dirigentes políticos opositores el lunes en Nueva Delhi.

Estas consultas son un ingrediente político clave para los dos gobiernos que deberán tratar cuestiones delicadas en política exterior y seguridad.

El esfuerzo por un consenso político genera una percepción de fortaleza interna con miras a la negociación, pues la mayoría de los consultados se manifestaron «unidos detrás del gobierno», y neutraliza posibles críticas dando a los dirigentes opositores la sensación de haber participado en las decisiones.

La situación internacional cambió desde la última cumbre, celebrada en febrero de 1999, cuando Vajpayee viajó en ómnibus hasta la ciudad paquistaní de Lahore invitado por el luego depuesto primer ministro Nawaz Sharif.

Pakistán tenía entonces una mejor posición, gracias al respaldo personal del presidente estadounidense Bill Clinton al diálogo con India y a su impulso a una política de equilibrio en Asia meridional. Ese no es el caso del actual gobierno de George W. Bush.

De hecho, el principal apoyo internacional de India procede de Estados Unidos, que en lugar del anterior equilibrio entre los dos vecinos, propicia la promoción regional de India como contrapeso de la poderosa China.

Por otra parte, el secretario general de la ONU (Organización de Naciones Unidas), Kofi Annan, se desentendió del conflicto en Cachemira cuando visitó la región en marzo.

Entonces aclaró que el foro mundial no estaba interesado en una mediación y que las negociaciones bilaterales eran el mejor camino para un acuerdo.

A pesar de la euforia manifestada por la prensa, la cumbre no es comparable a las negociaciones de Camp David de 1979 entre egipcios e israelíes, ni al histórico encuentro entre Estados Unidos y China en 1972, ni a la reunión de Corea del Sur y del Norte en 2000.

Esta cumbre no es sobre territorios, sino que se refiere a un pueblo, los cachemires, su derecho a determinar su destino, y la paz entre dos vecinos con armas nucleares.

La urgencia por lograr un acuerdo se basa en lo que está en juego. La insurgencia en Cachemira desestabiliza la región, produce muertes y destrucción y es una amenaza real a la paz.

Después de las pruebas nucleares que India y Pakistán realizaron en mayo de 1998, Clinton dijo que Asia meridional era «el lugar más peligroso del mundo», pues cualquier conflicto entre los dos países podía fácilmente conducir a una guerra nuclear.

El fracaso en resolver la disputa obligaría a los 1.100 millones de habitantes de Asia meridional, casi un quinto de la población humana, a seguir siendo rehenes de la historia.

Si India y Pakistán acuerdan que la actual situación de Cachemira es insostenible y que cualquier entendimiento debería incorporar las aspiraciones de los habitantes, la cumbre podría tener éxito.

La reunión probará si Musharraf y Vajpayee tienen la voluntad y la visión para cambiar un conflicto de 53 años. La flexibilidad de ambos líderes también estará a prueba. (FIN/IPS/tra-en/mh/js/dc/aq/ip/01

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