EEUU: Nueva York recibió con desprecio a Bush

La fría recepción que le brindó Nueva York a George W. Bush se resumió en los carteles que portaban manifestantes contrarios al líder de Estados Unidos con la leyenda «no es MI presidente».

Bush visitó la ciudad este martes para rendir homenaje al fallecido arzobispo católico John Cardinal O'Connor. Una emisora de radio neoyorquina se burló de él y le advirtió que se fuera, porque «este es territorio de Clinton», en referencia al ex presidente Bill Clinton, del partido Demócrata.

El republicano Bush pareció tomar nota de la hostilidad imperante, ya que se aseguró de que lo acompañara en su visita de un día la senadora demócrata y ex primera dama Hillary Clinton.

La cobertura de la visita estuvo teñida por el desprecio reservado para los deportistas visitantes de equipos contrarios.

«El rostro se le contrajo, la boca se le movió como si fuera a decir algo que nunca dijo, su cerebro parecía decir 'no se burlen' «, escribió el respetado columnista Pete Hamill, en el diario New York Daily News.

Esta reacción no se limita a Nueva York, aunque 85 por ciento de los habitantes de la ciudad votaron por el rival de Bush, el ex vicepresidente Al Gore, en las elecciones del año pasado.

Los últimos sondeos de opinión revelan que la popularidad de Bush se desplomó en todo el país, y que apenas la mitad de los encuestados consideran que la gestión del presidente es buena, una cifra baja para un líder que asumió el poder hace menos de siete meses.

La mayoría de los encuestados por un sondeo de CBS y el diario The New York Times dijeron que a Bush no le importan los problemas que más los afectan. Tampoco consideran que sepa mucho de política exterior.

El romance de los presidentes con el público siempre es breve. Seis meses después de haber asumido la presidencia, Clinton ya tenía problemas por el trágico enfrentamiento entre las autoridades y una secta en Waco, Texas, y por el rechazo a su plan para modernizar el sistema de salud.

Pero pocos tuvieron tan poca aceptación en las encuestas como Bush, quien parece incapaz de contrarrestar la impresión, evidente durante la campaña de 2000, de que tiene poco peso en la política de este país.

Parte del problema radica en las conflictivas elecciones de 2000 cuando, debido al peculiar sistema del colegio electoral estadounidense, Bush perdió ante Gore por más de 500.000 votos en todo el país, pero ganó la presidencia gracias a un margen de 537 votos en el disputado estado de Florida.

Muchos estadounidenses, entre ellos juristas, aún rechazan la decisión de la Corte Suprema que, por cinco votos contra cuatro, le entregó la victoria a Bush. La mayoría de los jueces del tribunal son republicanos.

Otros, incluso Hillary Clinton, quieren cambiar el sistema de colegio electoral, por considerarlo anticuado.

La mayoría de los estadounidenses se preguntaron cómo pudo ser que la distribución de los votos electorales favoreciera a Bush, aun cuando el voto popular no lo favorecía.

Bush se ganó la dudosa distinción de ser el primer presidente desde la elección de Benjamin Harrison en 1888 en llegar a la Casa Blanca sólo por los votos electorales, habiendo perdido el voto popular.

Por esta razón Bush padece problemas de credibilidad, sobre todo si se suma a ello su tartamudeo y aparente falta de capacidad intelectual, que llevó a la izquierdista revista The Nation a llamarlo el «Presiburro».

Pero la incapacidad de Bush de ganarse a sus críticos a través de una buena gestión parece rara en un país que, con el tiempo, llegó a aceptar a Bill Clinton como un pícaro encantador y a Ronald Reagan como una especie de abuelo, pasando por alto sus frecuentes traiciones.

En parte, la falta de popularidad de Bush refleja la debilidad de su gobierno, donde prevalecen los grupos de presión por encima de los activistas del buen gobierno, y donde tienen poder compañías como Halliburton (a la que perteneció el vicepresidente Dick Cheney) y Alcoa (a la que perteneció el secretario del Tesoro Paul O'Neill).

Así mismo, la diversión que siente el público estadounidense al burlarse de Bush refleja el desprecio por el tipo de privilegiado sin merecerlo que representa el presidente.

Desde su mediocre paso por la Universidad de Yale hasta su adquisición del equipo de béisbol Texas Rangers, Bush es considerado alguien que llegó a su posición actual por la riqueza y los contactos de su familia, a diferencia de los méritos propios demostrados por Clinton y Reagan.

En consecuencia, es posible que a Bush le esperen cuatro años de desprecio popular, ahora que la economía está en caída y el Senado, con mayoría demócrata, rechaza sus políticas conservadoras. Con el tiempo, la fría recepción que le brindó Nueva York quizá no parezca tan mala. (FIN/IPS/tra-en/fah/aa/aq/ip/01

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