Un moderado optimismo sobre el futuro del Protocolo de Kyoto de Cambio Climático manifestaron ministros de Ambiente al sumarse a las conversaciones que ya realizaban funcionarios y técnicos de 180 países.
La Sexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático (COP6), reunida en Bonn, debe acordar las formas de aplicación y los mecanismos de flexibilización del Protocolo de Kyoto, firmado en 1997. Una reunión similar fracasó el año pasado en La Haya.
Según el Protocolo, las naciones industrializadas deberán reducir entre 2008 y 2012 sus emisiones totales de gases invernadero en un mínimo de cinco por ciento con respecto a 1990.
El Protocolo lleva la firma de 84 países, pero sólo 35, en su mayoría del Sur en desarrollo, lo han ratificado. Las negociaciones ministeriales que comenzaron el jueves en Bonn decidirán el futuro del tratado.
Si las negociaciones de Bonn no cumplen el objetivo de alcanzar un acuerdo, el Protocolo no habrá muerto, pero «sí estará sumamente enfermo», advirtió el presidente de la conferencia y ministro de Ambiente de Holanda, Jan Pronk.
«Cuando llegué a Bonn (el lunes 16, el primer día de la conferencia) estaba un poco pesimista. Tengo la impresión de que es posible alcanzar un resultado. Pero no tengamos demasiadas esperanzas», advirtió Pronk a la prensa antes del inicio de la ronda de conversaciones ministeriales.
El ministro de Ambiente de Alemania, Juergen Trittin, también expresó cautela. «No descartaré que podamos llegar a un acuerdo. Pero tampoco descartaré que las negociaciones vayan a fracasar», dijo a la prensa.
Ese cauto optimismo se basa en la presunción de que los ministros están mas preparados ahora para alcanzar el consenso de lo que estaban en noviembre, cuando «no estaban en posición de elegir entre varias opciones», agregó.
Otros participantes señalaron que han aumentado las posibilidades de llegar a un acuerdo que cuente con la aprobación de muchos, incluso de Japón.
El primer ministro japonés Junichiro Koizumi, quien durante el fin de semana hizo dudar que las negociaciones de Bonn tuvieran éxito, dijo antes de viajar hacia Génova, Italia, para participar en la cumbre del Grupo de los Ocho países más poderosos del mundo, que Tokio sigue decidido a que el tratado entre en vigor en 2002.
El dióxido de carbono, uno de los seis gases de efecto invernadero identificados por el Protocolo de Kyoto, es responsable de más de 60 por ciento del recalentamiento del clima mundial.
El dióxido de carbono se produce en la atmósfera por la liberación del carbono almacenado en los combustibles fósiles, como petróleo, carbón y gas.
Según los científicos, los gases invernadero atrapan el calor solar en la atmósfera, lo cual modifica el clima y amenaza con derretir los hielos polares, elevar los niveles marinos e inundar las zonas costeras.
Las limitaciones que prevé el Protocolo apuntam a frenar la tendencia creciente de las emisiones, que se inició hace 150 años como resultado de la actividad humana.
Para que el Protocolo entre en vigor debe ser ratificado por 55 países parte de la Convención, incluso las naciones que sumen un mínimo de 55 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono del Norte industrial correspondientes a 1990.
Estados Unidos produce 36 por ciento de los gases invernadero de los países desarrollados, y 25 por ciento del total mundial.
En marzo, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, rechazó el tratado por ser «esencialmente erróneo» y advirtió que su país no lo ratificará.
Michael Zammit Cutajar, secretario ejecutivo de la UNFCCC, dijo que una consecuencia de la decisión de Bush de no ratificar el Protocolo de Kyoto fue llevar el tema del cambio político a la «cima de la escalera política».
El Protocolo de Kyoto es un instrumento subsidiario de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), acordada en 1992 en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro. Desde entonces ha sido ratificada por 186 países. (FIN/IPS/tra-en/raj/mn/dc aq/en/01