/BOLETIN-AMBIENTE/ AMBIENTE: El PNUD en terreno minado

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) entró en terreno minado al señalar que los cultivos transgénicos pueden ser la clave para combatir el hambre en el mundo, en momentos en que los defensores de esos productos parecían retroceder.

El área sembrada con semillas transgénicas en el mundo se multiplicó por 25 de 1996 a 2000, pero en último bienio, el crecimiento cayó a ocho por ciento, una ínfima tasa frente al 44 por ciento registrado entre 1998 y 1999.

El impacto ambiental de los organismos genéticamente modificados no están comprobado, aunque deben tomarse precauciones. Lo que está claro es que en el mundo hay 850 millones de personas que pasan hambre y que pueden atenderse con este tipo de cultivos, dijo el PNUD.

No hay que «tirar en el canasto de la historia y de manera precipitada la posibilidad de los transgénicos, de los cultivos de alto rendimiento», y menos aún cuando el hambre podría empeorar en Africa, señaló a IPS la directora del PNUD para América Latina, Elena Martínez.

«Primero habría que preguntarse si se necesitan o no los riesgosos transgénicos para atender el hambre, si hay otras posibilidades en la agricultura orgánica, desatendida por las transnacionales, o si el problema está más bien en la política y la economía mundiales», comentó Silvia Ribeiro, representante para América Latina de la Fundación Internacional para el Progreso Rural (RAFI).

Los cultivos comerciales transgénicos son en la actualidad de soja, maíz, algodón y canola (colza), los manejan cinco empresas transnacionales del Norte industrial, dueñas de las patentes, y 98 por ciento del área sembrada está en Argentina, Canadá y Estados Unidos.

Monsanto, Dupont, Syngenta, Aventis y Dow, líderes en la materia y de importante presencia en la industria farmaceútica y de insumos agroquímicos y semillas, sostienen que los transgénicos serán el bálsamo para el hambre.

Monsanto, responsable de 94 por ciento del área cultivada con organismos transgénicos comerciales, anunció en enero que diseña una campaña de promoción de sus productos, luego de reconocer la caída registrada en la siembra.

«La biotecnología (ciencia que crea los transgénicos) brinda el único o el mejor recurso para las zonas ecológicas marginadas», afirmó el PNUD en su Informe de Desarrollo Humano 2001, presentado el martes pasado en México.

Según el PNUD, los grupos de presión comerciales exageran los beneficios que podrían tener a corto plazo los organismos genéticamente modificados, mientras los grupos sociales de presión ponen el acento sobre el riesgo que entraña su introducción.

En el terrreno real, la batalla por los transgénicos la libran científicos que trabajan por nuevas variedades, pero también las poderosas empresas y los grupos sociales y ambientalistas.

En medio de ambas partes se hallan los gobiernos de países en desarrollo, que discuten bajo presión cómo enfrentar esta nueva realidad, y pueblos empobrecidos y hambrientos que esperan encontrar la forma de tener más alimentos.

El Instituto de Investigaciones para la Política Alimentaria del Banco Mundial advirtió que la producción internacional de alimentos afronta hoy severos riesgos, debido a la degradación del suelo, la sequía y la contaminación.

Los promotores de la biotecnología, ciencia que permite mezclar genes de diferentes especies en una sola, aseguran que podrán crear productos económicos, de rápido cultivo, alto contenido de proteínas y que no utilizarán agroquímicos.

Pero sus promesas aún no se concretan en el campo. Hay investigaciones experimentales sobre varias especies, y sólo cinco productos efectivamente en el mercado.

Las semillas cultivadas comercialmente tienen apenas dos características de manipulación genética: la tolerancia a los herbicidas y a los insectos.

El investigador Charles M. Benbrook, ex director de la Academia de Ciencias Agrícolas de Estados Unidos, concluyó en un informe difundido en mayo que los cultivos transgénicos de soja no están logrando todo lo prometido.

Tras examinar la situación de campos de soja en su país, Benbrook descubrió que los cultivos transgénicos produjeron entre cinco y 10 por ciento menos que los de especies convencionales.

Además, aseguró que los de origen transgénico usaron una sobrecarga de herbicidas de entre 10 y 30 por ciento respecto de de los cultivos con los que se hizo la comparación.

Para RAFI, es claro que en el mundo se registra un descenso de la producción de transgénicos, lo que indicaría «que el furor por este tipo de semillas está entrando en crisis».

Las empresas que venden semillas transgénicas han intentado dar carácter global a la comercialización de sus productos, pero varios países, y en especial la Unión Europea, pusieron trabas a su ingreso y otros anuncian que impondrán medidas semejantes.

Algunos científicos indican que los transgénicos podrían ser vehículos de enfermedades desconocidas y una amenaza para las plantas nativas y la biodiversidad.

El PNUD puntualizó que es consciente de los riesgos de los transgénicos, tanto como los grupos ambientalistas, pero pide no ignorarlos como una potencial fuente de alimentación para los necesitados.

Las fuerzas rectoras del debate en la cuestión de los transgénicos son hoy el temor público y los intereses comerciales, lamentó el PNUD.

También afirmó que la reducción de la desnutrición en Asia meridional, desde 40 por ciento en los años 70 hasta 23 por ciento en 1997, se debió a los adelantos tecnológicos ligados al cultivo de plantas y el uso de fertilizantes y plaguicidas, que lograron cuadriplicar el rendimiento de las plantaciones de arroz y trigo.

La llamada Revolución Verde —que alentó desde mediados de los años 60 el uso de abonos y pesticidas de avanzada— y los adelantos que permitieron aumentar la productividad agrícola demuestran que el progreso tecnológico tiene un peso importante en el desarrollo, añadió el PNUD.

Estudios de Peter Rosset, Joseph Collins y Francis Moore Lappé, de la organización no gubernamental Foodfirst, de Estados Unidos, indican que entre 1970 y 1990, la cantidad de alimentos disponibles por habitante en el mundo aumentó 11 por ciento y el número de personas con hambre disminuyó 16 por ciento.

Sin embargo, si se elimina a China de las estadísticas, se descubre que de 1970 a 1990 el hambre aumentó 11 por ciento.

Los investigadores de Foodfirst sostienen que la caída del hambre en China, de 406 a 189 millones de personas en el periodo analizado, se debe a reformas sociales y políticas, y no al impacto de la Revolución Verde.

«El problema de las hambrunas está por otro lado, no en la tecnología», reiteró Ribeiro.

Los grupos de presión social sostienen que las compañías transnacionales impusieron al mundo el uso de los transgénicos en la agricultura porque es su negocio.

En los cultivos orgánicos y en la domesticación milenaria de las semillas puede estar la respuesta a una mayor producción agrícola en el mundo, pero esta posibilidad está hoy relegada, pues involucra a los agricultores alejados de los circuitos mundiales de comercio, manifestó Ribeiro.

La agricultura orgánica puede resultar más apropiada en algunos casos, pero en otros no, comentó el PNUD.

Se debe y puede reglamentar la introducción segura de organismos modificados genéticamente para aprovechar su uso y evitar riesgos, tal como sucede en Argentina y Egipto, añadió.

«El peor ejemplo» que podía poner el PNUD es Argentina, pues, sin protección, permitió desde 1996 el ingreso de productos agrícolas transgénicos, para luego establecer regulaciones tibias y oponerse al etiquetado mundial de esos alimentos, declaró la representante de RAFI.

En casi ninguno de los países en desarrollo hay información para los consumidores sobre el contenido de los productos alimenticios empacados.

Si contienen transgénicos o no, es un misterio para los compradores, a pesar de que han transcurrido varios años de acalorados debates sobre la posibilidad de hacer obligatorio el etiquetado.

Los países deben analizar el costo-beneficio de los transgénicos, informar a la población, crear regulaciones eficaces, compartir información internacional y realizar más investigaciones, recetó el PNUD. (FIN/IPS/dc/ff/en dv/01

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