NEPAL: Monarquía malherida por disparos contra familia real

La matanza de la familia real de Nepal y los violentos incidentes que le siguieron sembraron dudas sobre la supervivencia de la antigua monarquía de esta pequeña nación himalaya y de su joven sistema multipartidario de gobierno.

El gobierno impuso este martes un segundo toque de queda de 12 horas en la capital, Katmandú, para prevenir más actos de violencia de quienes exigen una aclaración de la matanza del viernes. El primer toque había sido suspendido al amanecer.

Al menos cuatro manifestantes murieron y 19 resultaron heridos el lunes por disparos de las fuerzas de seguridad, mientras el príncipe Gyanendra asumía como el tercer rey de Nepal en cuatro días.

El príncipe heredero Dipendra había sido proclamado rey pese a estar en coma y bajo sospecha de causar la muerte del resto de la familia real antes de intentar suicidarse, pero murió el lunes y Gyanendra, hermano del rey asesinado, fue coronado de inmediato.

La matanza en el palacio real del popular rey Birendra, su esposa, sus cuatro hijos y otros familiares conmovió a todo Nepal, el único reino hindú del mundo.

Este martes, el número de víctimas mortales de la misteriosa matanza se elevó a 10 con la muerte en un hospital de Dhirendra Shah, el hermano menor del nuevo monarca, informó un funcionario.

La primera versión, formulada por el ministro del Interior Ram Chandra Paudel, indicaba que Dipendra atacó a su familia con un rifle automático durante la cena, mató a ocho personas y luego se disparó.

Los medios de comunicación afirmaron que el cruento episodio se produjo porque Dipendra estaba furioso con su familia, la cual le había prohibido casarse con la mujer que amaba.

Sin embargo, el domingo Gyanendra aseguró en un mensaje a la nación que los integrantes de la familia real habían muerto debido al «disparo accidental de un arma automática» y Paudel se retractó de sus declaraciones.

El estupor y la desconfianza se apoderaron de los nepaleses, muchos de los cuales se lanzaron a las calles a protestar y fueron violentamente reprimidos.

Gyanendra dijo entonces que «dificultades legales y constitucionales impedían revelar lo que ocurrió realmente en la noche del viernes», pero que ahora «la situación ha cambiado y se realizará una profunda investigación».

Con ese fin, designó el lunes a un comité de tres miembros (el ministro de Justicia y los líderes de los dos principales partidos políticos) que deberá presentar un informe en tres días.

Sin embargo, la desconfianza sobre las versiones oficiales y la rápida sucesión persiste, a la vez que surgen nuevas dudas sobre la supervivencia de la monarquía.

Aunque muchos analistas creen que la monarquía sobrevivirá a la actual situación, señalan que el prestigio de esta institución quedará muy disminuido por largo tiempo.

«La monarquía sobrevivirá, pero en un estado debilitado», opinó Krishna Hachhethu, analista político del Centro de Estudios Nepaleses y Asiáticos, un gabinete de estrategia semigubernamental con sede en Katmandú.

«Ahora todo depende de las acciones del nuevo monarca y de si está tan comprometido con la democracia multipartidaria y la monarquía constitucional como su difunto hermano, el rey Birendra», dijo.

Nepal es uno de los países más pobres del mundo, con una renta anual por habitante apenas superior a 200 dólares.

Gobernada durante gran parte de su historia por regímenes autoritarios, la nación volvió a la democracia parlamentaria en 1990 luego de un levantamiento popular que convirtió al entonces monarca absoluto Birendra en un rey constitucional, con poderes reducidos.

Birendra se ganó la admiración de su pueblo gracias a sus esfuerzos por consolidar la democracia a la que inicialmente se resistía.

Esa admiración quedó de manifiesto esta semana en las muestras espontáneas de dolor por su trágica muerte.

A medida que el descrédito inicial del pueblo se convertía en enojo y violencia, surgían más preguntas en las calles de la capital.

El nuevo rey Gyanendra, de 53 años, había estado hasta ahora fuera de la atención pública, salvo por sus actividades ambientalistas o por alguna noticia sobre su hijo Paras, considerado un «príncipe díscolo» e involucrado al menos en dos homicidios vehiculares que quedaron sin investigar.

Las consignas gritadas durante las protestas del lunes estaban claramente dirigidas contra el nuevo soberano y su hijo.

Parte de la indignación pública se debe a la fama de radical que tiene el nuevo rey, quien se habría opuesto férreamente al advenimiento de la democracia en 1990, según trascendió.

Gyanendra intentó disipar esas dudas el lunes en un discurso televisado en que proclamó su compromiso con la democracia y la monarquía constitucional, como lo había hecho su difunto hermano.

Ese fue un paso en la dirección correcta, comentó el periódico The Kathmandu Post.

«El rey Gyanendra hizo bien en hacer público su compromiso con la democracia multipartidaria y la monarquía constitucional. Esto disipó muchos miedos y dudas», señaló el diario en una nota editorial.

No obstante, los analistas están a la espera de acciones concretas.

«Son los actos los que cuentan, y no las palabras. Debemos esperar», dijo Hachhethu, del Centro de Estudios Nepaleses y Asiáticos.

Lo que está claro es que el rey Gyanendra tendrá muchas dificultades para ponerse en los zapatos de su hermano mayor, quien gozó de inmensa popularidad. (FIN/IPS/tra-en/sp/ral/mlm/ip/01

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