ISRAEL-PALESTINA: Muros alrededor de Cisjordania

Derechistas e izquierdistas proponen en Israel construir un muro fortificado alrededor de Cisjordania. Los unos, por razones de seguridad, y los otros, para dar así un paso más hacia la independencia palestina.

Un muro de concreto y una cerca vegetal separan los techos de tejas rojas de la urbanización israelí Bat Hefer de las mezquitas del pueblo palestino de Tulkarem, en Cisjordania. Entre el muro y el seto, un cerco electrónico es señal de los tiempos que corren.

«Todos se reían de nosotros cuando pedidos un muro para separarnos de Tulkarem», recordó Haim Altman, portavoz del consejo regional que insiste en la construcción del muro desde la creación de Bat Hefer en 1996, cuando Yitzhak Rabin era primer ministro de Israel.

«Eran los tiempos posteriores a los acuerdos de Oslo y no se hablaba sino de paz», dijo Altman.

En septiembre de 1993, en la ciudad noruega de Oslo, israelíes y palestinos firmaron una declaración de principios que reconocía la autonomía de los territorios palestinos ocupados por Israel en 1967 (franja de Gaza y Cisjordania) y esbozaba un plan para el paulatino retiro israelí.

En 1994, las fuerzas israelíes abandonaron la franja de Gaza y las ciudades de Jericó, Naplusa y Ramalá, en Cisjordania.

Pero mucho cambió desde entonces. Al estancamiento de las negociaciones sucedió la intifada (levantamiento palestino) en septiembre de 2000, luego de una visita del hoy primer ministro, el derechista Ariel Sharon, a sitios sagrados musulmanes en Jerusalén, considerada una provocación por el mundo árabe.

Las fuerzas israelíes cercaron todas las zonas controladas por la Autoridad Nacional Palestina cuando se desató la intifada.

El clima de violencia alimentó la idea de erigir un muro a lo largo de la denominada «línea verde» que separe Cisjordania de Israel, defendida tanto por la derecha como por la izquierda israelí, si bien por razones diferentes.

Los derechistas creen que el muro constituye un medio para detener el ingreso de palestinos a israelí y reducir, en consecuencia, el riesgo de ataques. Por eso apoyan la fortificación en lugares específicos, pero se resisten a amurallar toda Cisjordania.

En cambio, para los izquierdistas la división implica un mensaje político adicional: erigir un muro es colocar una frontera, un paso más hacia el reconocimiento de que Cisjordania no es parte de Israel, sino de un Estado palestino independiente.

«Para mí no es un asunto político, sino una forma de salvar vidas. Cuando comenzaron los disparos, la gente se sintió muy contenta de que estuviera el muro, se lo aseguro», dijo Benny Yacobi, administrador de la urbanización Bat Hefer y responsable de las nuevas medidas de seguridad.

Desde mayo, unos 20 disparos fueron dirigidos contra la aldea desde Tulkarem, pero la mayoría quedaron en el muro, que fue ampliado para proteger algunas de las casas que aún quedaban en la línea de fuego.

El municipio de Emek Hefer, al cual pertenece el vecindario, tiene planes más audaces. Por orden del concejo municipal, se construye un cerco electrónico que se extenderá a lo largo de los cinco kilómetros que separan este distrito de Cisjordania.

Las autoridades locales quieren proteger a su población, pero esta barrera también beneficiará al resto del país, según Altman. Fuentes israelíes aseguran que, en una ocasión, terroristas palestinos intentaron introducir una valija con explosivos a Israel a través de Bat Hefer.

Unos kilómetros al sur de ese lugar, la ciudad israelí de Kfar Saba y la palestina de Qalqilya se miran a través de la línea verde.

Kfar Saba es objetivo habitual de los atentados con explosivos palestinos, que mataron a tres personas del poblado e hirieron a otras 100 en los ocho meses de intifada. La explosión en la discoteca de Tel Aviv en que murieron 20 personas fue llevada a cabo por un habitante de Qalqilya.

«Fue un golpe saber que muchos de los atacantes eran de Qalqilya. Siempre tuvimos muy buenas relaciones», dijo el alcalde de Kfar Saba, Yitzhak Wald, del centroizquierdista Partido Laborista, en su despacho del centro de la ciudad, a cinco minutos de la línea verde.

Wald recordó proyectos conjuntos entre las autoridades de Kfar Saba y de Qalqilya sobre asuntos como el empleo o el tratamiento de desechos.

Pero el alcalde de la localidad israelí también es partidario de construir un muro entre ambas comunidades. «No tenemos otra opción y, francamente, no puedo seguir considerando cómo los afectará a ellos», afirmó.

De hecho, el cruce entre ambos pueblos está bloqueado por temibles fortificaciones del ejército: soldados con tanques, alambre de púas, barreras de cemento y puestos de vigilancia rodeados de barricadas con bolsas de arena.

Nadie puede entrar ni salir de Qalqilya desde el comienzo de la actual intifada. El cerco rige tanto respecto de Israel como desde y hacia el resto del territorio cisjordano.

Pero a sólo un kilómetro del principal puesto de control en la carretera, los palestinos y los israelíes de origen árabe utilizan un lugar en construcción para cruzar sin problemas hacia el otro lado. Este es el tipo de tránsito que quieren evitar los derechistas que impulsan el muro.

El cierre de Qalqilya causó un terrible costo económico al poblado, dijo Ahmed Abu Hazza, el líder local del partido que lidera el presidente palestino Yasser Arafat. Antes de la intifada, miles de personas de Qalqilya iban a trabajar a Israel. En cambio, el desempleo asciende hoy a 90 por ciento, aseguró.

El dirigente se opone con firmeza a la construcción de un muro. «Qalqilya está rodeada de territorio israelí al norte, al oeste y al sur. Si colocan un muro dejando solo una salida hacia el este, aislarán al pueblo. Qalqilya se convertirá en una isla», dijo.

Mientras la mayoría de los palestinos se resisten a un límite físico en la línea verde, la izquierda israelí, más inclinada al diálogo de paz, lo apoya.

El alcalde Wald sostuvo que los anteriores alcaldes de derecha había impedido la construcción de la muralla porque equivalía a admitir que Cisjordania no integraba territorio israelí.

Wald reconoce que lo ideal sería permitir el tránsito libre de personas, pero propone la separación como una solución de corto plazo que ayudará a palestinos e israelíes devolviendo la calma y permitiendo el libre movimiento de los palestinos dentro de su territorio.

El alcalde subrayó que sólo defendía la separación física, y no económica, por lo cual debería reconocerse el derecho de los palestinos a ingresar en territorio israelí, donde miles de ellos trabajaban antes de los disturbios.

Pero desde el comienzo de la intifada sólo una pequeña parte de los trabajadores palestinos cuentan con permiso para pasar a Israel. El resto cruzan la línea verde clandestinamente.

En Qalqilya, Abu Hazza ve las cosas de otro modo. En lugar del muro, la paz debería ser lo primero.

«En la situación actual la economía palestina no se puede separar de Israel. Si logramos la paz y la independencia, alcanzaremos la autosuficiencia. Si quieren un muro entonces, estará bien para nosotros», dijo Hazza. (FIN/IPS/tra- en/fb/mn/dc/mj/ip/01

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